El ¡®abdominable¡¯
En su condici¨®n de estrella del Apocalipsis, tampoco pareci¨® disgustarle la comparaci¨®n con Abad¨®n, el m¨¢s chulo de los ¨¢ngeles
¡°?Es usted el presidente m¨¢s abdominable de la historia de Espa?a!¡±. Creo que le gust¨® ese primer halago. S¨ª, por fin he conseguido una exclusiva con Aznar. En su condici¨®n de estrella del Apocalipsis, tampoco pareci¨® disgustarle la comparaci¨®n con Abad¨®n, el m¨¢s chulo de los ¨¢ngeles, el del abismo sin fondo, que se hac¨ªa llamar el Destructor. Me hago el ingenuo y le pregunto por qu¨¦ algunos lo retratan siempre como el malo de la pel¨ªcula. Esperaba un ca?onazo contra la conspiraci¨®n medi¨¢tica, pero me sorprendi¨® con una sonrisa oblicua. ¡°Es que soy malo. ?Estoy en lo m¨¢s alto de la profesi¨®n!¡±. Me pareci¨® que hab¨ªa madurado mucho en el estilo: un cinismo cada vez m¨¢s sincero y una sinceridad cada vez m¨¢s c¨ªnica. En Espa?a casi nadie se acuerda de los presidentes buenos y alguno hubo, como Nicol¨¢s Salmer¨®n, que lo fue de la Primera Rep¨²blica, y que dimiti¨® para no firmar condenas a muerte. Era catedr¨¢tico de Historia de Espa?a y la historia lo olvid¨®, pero es muy generosa con los poderes abdominables y los ¨¢ngeles del abismo. Hay una triunfante genealog¨ªa de la maldad. Aznar lo sabe: ¡°El buenismo ha hecho mucho da?o a este pa¨ªs¡±. Le digo que encuentro cierto parecido iconogr¨¢fico mal¨¦fico entre ¨¦l, el cardenal Rouco y Alfonso Guerra. No le disgusta el tr¨ªo. Ejercen, cada uno a su modo, un poder presencial. ?Y usted no se jubila? ¡°Hay que buscarse la vida. Me indigna la resignaci¨®n. Mire usted, adem¨¢s del sueldo vitalicio, soy fijo discontinuo con Murdoch, tengo un contrato por excluido social con Barrick Gold, un temporal indefinido con Endesa, y varios minijobs por el mundo adelante¡±. Mira el reloj. El tiempo se acaba. ?Cu¨¢l es su programa? ?En qu¨¦ consiste el ¡°reformismo de alta intensidad¡±? Me dedica una mirada abdominal: ¡°Muy sencillo. Cada uno a lo suyo, menos yo, que ando a lo m¨ªo¡±.
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