Nadie inventa un gen
El Supremo de EEUU revoluciona la g¨¦nomica y obliga a las empresas a explorar nuevos caminos
La sentencia del Tribunal Supremo de Estados Unidos contra las patentes de genes humanos de la empresa Myriad Genetics tiene un alcance que va mucho m¨¢s all¨¢ de este caso concreto, y que ni siquiera es f¨¢cil predecir en todos sus ¨¢ngulos. La explotaci¨®n por la firma biotecnol¨®gica de los genes BRCA1 ¡ªya famoso por el caso de la actriz Angelina Jolie¡ª, BRCA2 y otros relacionados con el c¨¢ncer de mama y de ovario no ten¨ªa ya mucho recorrido, toda vez que los derechos de propiedad industrial de la compa?¨ªa iban a expirar en 2015.
Y los argumentos detallados de los magistrados para declarar nulas esas patentes ¡ªsobre las diferencias entre el ADN ¡°natural¡± o ¡°aislado del cuerpo¡± y el sintetizado en el laboratorio o ¡°complementario¡±¡ª se han quedado obsoletos incluso antes de su formulaci¨®n. Tanto los registros mercantiles de Myriad como las reclamaciones contra ellos de la Uni¨®n Americana por las Libertades Civiles y otros grupos tienen ya algunos a?os, y el vertiginoso avance de la gen¨®mica se compadece mal con los ritmos de la justicia.
Pero la sentencia tiene una lectura m¨¢s general que no se ve afectada por esos detalles t¨¦cnicos. Su principal implicaci¨®n es que ninguna compa?¨ªa podr¨¢ ya patentar un gen humano, es decir, utilizar en exclusiva ese gen para el diagn¨®stico de enfermedades ni para el desarrollo de f¨¢rmacos. Ese secuestro mercantil de la informaci¨®n gen¨¦tica carece de justificaci¨®n por lo menos desde hace una d¨¦cada, cuando los 3.000 millones de letras del genoma humano fueron depositados en bases de datos de libre acceso. El Proyecto Genoma Humano fue financiado con fondos p¨²blicos de EE UU y otros pa¨ªses, y sus resultados son patrimonio de la humanidad.
Myriad, de todos modos, no es el malo de la pel¨ªcula, o al menos no es un malo convencional. El propio Supremo reconoce que hizo ¡°descubrimientos revolucionarios, innovadores y brillantes¡±, aunque solo para a?adir que ¡°no son en s¨ª mismos una aplicaci¨®n¡±. Evaluar lo que constituye una verdadera innovaci¨®n patentable siempre ha sido dif¨ªcil ¡ªhasta Einstein se dedic¨® a ello en sus a?os mozos, como es sabido¡ª, y tambi¨¦n lo es en la gen¨®mica. Pero las empresas deber¨¢n seguir encontrando formas de contribuir a ese progreso, y de recuperar sus inversiones. Hay que seguir pensando.
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