La responsabilidad de los poderosos
Alemania est¨¢ dando muestras hoy de una miop¨ªa econ¨®mica y financiera s¨®lo comparable con la de Estados Unidos hace noventa a?os, cuando sus errores contribuyeron decisivamente a la Gran Depresi¨®n
Se ha comparado con frecuencia la presente e interminable crisis con la Gran Depresi¨®n del pasado siglo. El contraste, al arrojar luz la experiencia del pasado sobre el presente, nos puede ayudar a encontrar modos de salir de la crisis o, por lo menos, de acortarla.
Uno de los aspectos que quiz¨¢ no se ha recalcado lo bastante es la enorme responsabilidad que recay¨® en los Estados Unidos de Am¨¦rica por la Gran Depresi¨®n. No es solo que el derrumbe de la Bolsa de Nueva York fuera el detonante de la depresi¨®n, ni que, como tanto se dijo entonces, ¡°cuando Estados Unidos se resfr¨ªa, el mundo entero contrae una pulmon¨ªa¡±, ni que el reflejo proteccionista del Arancel Hawley-Smoot de 1929 contribuyera al desplome del comercio mundial y a la subsiguiente guerra de tarifas. Es que el aislacionismo norteamericano tras la I Guerra Mundial fue tan intenso e irresponsable que contribuy¨® poderosamente a entorpecer la recuperaci¨®n posb¨¦lica y a exacerbar las tensiones econ¨®micas y pol¨ªticas en Europa. Por ello, el hundimiento de Wall Street fue seguido por una serie de derrumbes econ¨®micos y explosiones pol¨ªticas que, como una traca infernal, provocaron el estallido de la II Guerra Mundial.
Al concluir la anterior Guerra Mundial Estados Unidos emergi¨® como la gran potencia hegem¨®nica, por haber quedado da?adas y empobrecidas Inglaterra, Alemania y Francia. Los grandes pa¨ªses europeos, adem¨¢s de destrozados por la guerra, quedaron endeudados con Estados Unidos, y Alemania en especial, por la exigencia que el tratado de paz de Versalles le impuso de pagar cuantiosas reparaciones, de car¨¢cter m¨¢s punitivo que equitativo. Inglaterra y Francia se hab¨ªan endeudado con Am¨¦rica para hacer frente a sus gastos b¨¦licos. Se cre¨® as¨ª una mara?a de deudas por la cual, a fin de cuentas, todos deb¨ªan enormes cantidades a Estados Unidos, que adem¨¢s era el pa¨ªs que acumulaba, con gran diferencia, las mayores reservas de oro. Estaba as¨ª en las manos de Estados Unidos contribuir a equilibrar la situaci¨®n internacional ayudando a una empobrecida Europa a salir del agujero en que la guerra la hab¨ªa sumido. Sin embargo, Estados Unidos hizo una pol¨ªtica miope, sin asumir las responsabilidades que por su enorme poder le incumb¨ªan. Ya fue un mal presagio cuando el Senado norteamericano se neg¨® a adherirse a la Sociedad de Naciones que su propio presidente, Woodrow Wilson, hab¨ªa patrocinado. Peor fue cuando otro presidente estadounidense, Calvin Coolidge, se neg¨® a rebajar deudas diciendo: ¡°Ellos se endeudaron ?no?¡±. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s grave fue que, con verdadera avaricia, la Reserva Federal ¡°esteriliz¨®¡± su oro, es decir, se neg¨® a practicar la pol¨ªtica expansiva que hubiera correspondido a un pa¨ªs con sus enormes reservas ¨¢ureas. Ello hubiera aumentado las importaciones, con lo que hubiera dado un respiro a los pa¨ªses europeos, sumidos en el marasmo por tratar de mantener la disciplina del patr¨®n oro, reconstruir sus econom¨ªas, y pagar las deudas a Estados Unidos sin apenas poder exportar a este pa¨ªs. Todo esto contribuy¨® a difundir y agravar la Gran Depresi¨®n.
Berl¨ªn y los gobiernos del norte tienen margen de maniobra para practicar pol¨ªticas expansivas
La situaci¨®n de la Europa de hoy tiene interesantes paralelos con la del mundo occidental de entonces. Hoy es Alemania el pa¨ªs hegem¨®nico, cuando entonces era el PIG por excelencia: perdedor, deudor, y culpable de haber iniciado la guerra. Hoy los PIG somos los pa¨ªses del sur de Europa por haber gastado lo que no ten¨ªamos y habernos endeudado con Alemania. Entonces el sistema monetario estaba sometido a las r¨ªgidas reglas del patr¨®n oro: en la Europa del hoy estamos sujetos a las reglas a¨²n m¨¢s r¨ªgidas del euro. Las reglas del patr¨®n oro imped¨ªan a los pa¨ªses europeos poner en pr¨¢ctica una pol¨ªtica expansiva porque sus reservas eran muy escasas: a pesar de todo, casi todos tuvieron d¨¦ficits presupuestarios, aunque sus cuant¨ªas eran de risa comparadas con los d¨¦ficits de hoy. El ¨²nico pa¨ªs que hubiera podido practicar una pol¨ªtica expansiva era Estados Unidos, como hemos visto, pero su mezquindad se lo impidi¨®. No olvidemos que Franklin Roosevelt, el h¨¦roe del New Deal, acus¨® a su contrincante Herbert Hoover en la campa?a electoral de 1932 de haber tenido d¨¦ficit presupuestario. Adem¨¢s de mezquino, Estados Unidos pecaba de arrogante, impartiendo lecciones de austeridad y moralidad a los desvalidos europeos. ?Les recuerda esta actitud la de alg¨²n pa¨ªs en la Europa de hoy? A m¨ª tambi¨¦n. Pero es cierto que Am¨¦rica aprendi¨® la lecci¨®n y, tras la II Guerra Mundial, se rehabilit¨® gracias al Plan Marshall; y es el ejemplo del secretario de Estado George Marshall y del presidente Harry Truman el que habr¨ªa que tomar hoy por gu¨ªa, no el de Calvin Coolidge.
Hoy son las reglas monetarias de Eurolandia las que impiden a los pa¨ªses del sur practicar una pol¨ªtica expansiva. En mi opini¨®n, esto es correcto si queremos permanecer en el euro y que Este perviva. Sin embargo, los pa¨ªses del norte, y en especial Alemania, s¨ª tienen margen de maniobra para practicar una pol¨ªtica expansiva que estimular¨ªa a los del sur: la cotizaci¨®n del euro est¨¢ muy por encima de su paridad te¨®rica, Alemania tiene una posici¨®n financiera saneada, y su crecimiento, en cambio, es raqu¨ªtico. Sin embargo, el pa¨ªs teut¨®n est¨¢ dando muestras de una miop¨ªa pol¨ªtico-econ¨®mica solo comparable con la de Estados Unidos hace 90 a?os. Su conducta ante la crisis griega, pensando m¨¢s en los bancos alemanes que en los intereses de la eurozona; su reciente comportamiento ante la crisis chipriota, patrocinando una cicater¨ªa rid¨ªcula dadas las modestas dimensiones de la econom¨ªa chipriota, lo que aboc¨® al Gobierno de la isla a tomar decisiones desesperadas y disparatadas, como intentar penalizar a los depositantes modestos a pesar de estar legalmente protegidos; todos estos son ejemplos de estrechez y miop¨ªa que ponen en peligro el euro.
Las uniones Fiscal y Bancaria est¨¢n empantanadas por las dudas de ?ngela Merkel
Dicen que Angela Merkel, en sus a?os de estudiante, tardaba eternidades en decidirse a saltar del trampol¨ªn a la piscina. Si esto es cierto (y se non ¨¨ vero ¨¨ ben trovato), ahora comprendo lo que ocurre con la uni¨®n fiscal y la uni¨®n bancaria europeas, dos medidas indispensables para la consolidaci¨®n del euro, de las que se habla hace ya a?os, pero cuya puesta en pr¨¢ctica se eterniza. La uni¨®n bancaria aglutinar¨ªa los sistemas bancarios de los miembros de la Uni¨®n en un sistema bancario europeo, con una ¨²nica supervisi¨®n, y con un ¨²nico Fondo de Garant¨ªa. Esto parece indispensable existiendo una moneda ¨²nica y un Banco Central Europeo. Pues bien, el proyecto est¨¢ empantanado, especialmente por las dudas de los alemanes, que a lo mejor temen que se contaminen sus bancos si se rozan demasiado con los meridionales.
Algo parecido, aunque peor, ocurre con la uni¨®n fiscal, es decir, la creaci¨®n de una especie de super-Ministerio de Hacienda europeo que supervisara las pol¨ªticas presupuestarias de los Estados miembros con mayor rigor y regularidad que hasta ahora hace la Comisi¨®n. Un organismo as¨ª hubiera impedido derroches y d¨¦ficits como los que practicaron los pa¨ªses del sur durante la burbuja de principios de siglo. Pero falta decisi¨®n para presionar a los Estados a delegar su soberan¨ªa fiscal. Ambas uniones, la bancaria y la fiscal, reforzar¨ªan tremendamente la econom¨ªa de la Uni¨®n y fortalecer¨ªan el euro de tal modo que dejar¨ªan un gran espacio para pol¨ªticas m¨¢s expansivas que, entre otras cosas, permitieran combatir eficazmente la lacra del paro.
??nimo, se?ora Merkel! No sigamos cayendo en los errores de Estados Unidos hace 90 a?os, que tanto da?o hicieron a Europa y, sobre todo, a Alemania. Los poderosos tienen mayores responsabilidades que los humildes, y estas recaen hoy sobre Alemania. No espere a las elecciones. Hay que mojarse, se?ora Merkel; la piscina est¨¢ esperando.
Gabriel Tortella es profesor em¨¦rito de Historia Econ¨®mica en la Universidad de Alcal¨¢.
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