Wert: fracasar¨¢ tu reforma
Este cambio normativo se olvida de los maestros y profesores, de su formaci¨®n y la organizaci¨®n de las escuelas
Seis personajes en busca de autor es la obra de Luigi Pirandello en la que un grupo de personajes irrumpen en el ensayo de una pieza teatral buscando un autor que se ocupe de escribir su drama. Los personajes hab¨ªan quedado desvalidos, hu¨¦rfanos, desprovistos del marco donde desempe?ar sus papeles, fuera de cualquier dimensi¨®n espaciotemporal. Ning¨²n autor hab¨ªa escrito el texto que deb¨ªa conformar el contenido de su historia. Con esta cita me refer¨ªa en La educaci¨®n que pudo ser a los problemas que tuvo la LOGSE en su implementaci¨®n (a pesar del gran consenso que aun¨®) para encontrar los ¡®autores¡¯ (los art¨ªfices) que la llevaran a la pr¨¢ctica en las escuelas y en las aulas, ese profesorado que la asumiera como suya, sobre todo en secundaria. No encontr¨® art¨ªfices suficientes, y esto se convirti¨® en uno de los obst¨¢culos para su desarrollo pleno. Aquella ley, en su filosof¨ªa, ven¨ªa a propiciar una nueva orientaci¨®n de la educaci¨®n, a adaptarla a las exigencias de la sociedad democr¨¢tica de la Espa?a de entonces, pero las dificultades para hacerse realidad en las aulas menoscabaron el gran corpus de pensamiento que la avalaba. Fueron bastantes sus detractores, hasta que termin¨® convertida en injustificado sin¨®nimo de fracaso cuando el paradigma de la eficacia y los enfoques empresariales y economicistas se fueron imponiendo en la educaci¨®n con el inicio del siglo veintiuno.
Ahora se presenta una nueva reforma educativa (otra m¨¢s) impulsada en esta ocasi¨®n por el Partido Popular y, en su nombre, por el ministro Jos¨¦ Ignacio Wert. Mucho me temo que estemos frente a una situaci¨®n semejante a la que suscita el drama de Pirandello. Uno de los grandes errores de quienes han impulsado reformas educativas en Espa?a es no haber ca¨ªdo en la cuenta de que los que las har¨¢n buenas o malas son los centros educativos y los que trabajan en ellos. Wert se ha empe?ado en hacer una reforma contra viento y marea (contra todos), en la que poca gente est¨¢ implicada, salvo algunos poderes f¨¢cticos con intereses a veces poco confesables. Sin embargo, no est¨¢n implicados los que han de ser los aut¨¦nticos art¨ªfices de la misma: el profesorado, ni tampoco otros apoyos sociales y profesionales que puedan remar a su favor. Wert ha adoptado el papel del fan¨¢tico McEachern, el personaje creado por William Faulkner en Luz de agosto, empe?ado en que su hijo adoptivo Joe Christmas aprendiera el catecismo a latigazos. Parece mentira que nuevamente se caiga en el mismo error que en reformas anteriores. Quiz¨¢ esto tenga su l¨®gica, aunque no deja de ser una torpeza. La l¨®gica de quienes asumiendo un cargo de responsabilidad creen tener el mundo bajo sus pies y se consideran salvadores del desastre, obviando todo lo que se ha hecho hasta ese momento, como si ya no sirviera de nada. Es el mal de la obsolescencia en educaci¨®n.
El ministro ha adoptado el papel del fan¨¢tico empe?ado en que su hijo aprenda el catecismo a latigazos
La reforma de Wert cuenta con escaso apoyo, y as¨ª es dif¨ªcil que un proyecto salga adelante. Wert incurre en el mismo error en que se cay¨® en reformas anteriores, el mismo en el que han ca¨ªdo las administraciones educativas a lo largo de la democracia: pensar que con solo una ley cambiar¨¢n las cosas en educaci¨®n. Y se equivoca. Llevamos a?os soportando en educaci¨®n una vor¨¢gine de leyes, reales decretos, decretos y ¨®rdenes, y no estoy tan seguro de que la educaci¨®n haya cambiado tanto al ritmo de lo que han dictado esos contenidos normativos. Sencillamente porque muchos de ellos han estado demasiado alejados de las realidades que configuran las culturas escolares.
Seymour B. Sarason (2003), en su obra El predecible fracaso de la reforma educativa, nos hizo saber que muchas de las reformas fracasan por la incapacidad de los reformadores al enfrentarse tanto al deterioro de las escuelas como a la resistencia de estas al cambio. La cultura escolar es un factor primordial pocas veces tenido en cuenta. Es en esta dimensi¨®n donde se produce un complejo sistema de elementos interrelacionados que, si la planificaci¨®n del cambio no lo contempla desde una perspectiva hol¨ªstica, disminuye las posibilidades para el ¨¦xito. Cuando se plantea una reforma se tiende a fijar el debate en torno a los problemas m¨¢s llamativos. En esta reforma de Wert casi todo el debate ha girado sobre temas medi¨¢ticos y de fuerte contenido ideol¨®gico, alejados muchos de ellos del n¨²cleo central de las necesidades de la educaci¨®n en Espa?a. Ha primado, como enfoque principal, condescender con las demandas de las ¨¦lites y los poderes f¨¢cticos que est¨¢n detr¨¢s del PP (la Iglesia y la asignatura de religi¨®n, los grupos ultraderechistas y educaci¨®n para la ciudadan¨ªa, sectores de la educaci¨®n privada que aspiran a la subvenci¨®n de modelos de ense?anza diferenciada o las patronales de la educaci¨®n que ans¨ªan llevar hasta las ¨²ltimas consecuencias el principio de libertad de elecci¨®n de centro). Ante esto, de nada vale llenar el discurso con frases y palabras grandilocuentes, como decir que se quiere garantizar ¡°que las futuras generaciones cuenten con una educaci¨®n de calidad, p¨²blica, competitiva y universal¡±.
Esta reforma se est¨¢ olvidando de los maestros y profesores, de su formaci¨®n, de la organizaci¨®n y el funcionamiento de las escuelas, de las mejoras metodol¨®gicas en la ense?anza, de modelos de evaluaci¨®n para la mejora y no para el control, de la creciente atenci¨®n de la diversidad o del necesario prestigio social de la escuela. Cuestiones en las que radican muchas de las claves en la mejora de nuestro sistema educativo. Y sin embargo est¨¢ apostando, entre otras, por un innecesario retroceso en materia de evaluaci¨®n, con sucesivas pruebas de evaluaci¨®n individualizada, o por una estructura curricular de marcado corte disciplinar, alejada de una nueva dimensi¨®n educativa m¨¢s acorde con el mundo interactivo que nos rodea. Estrategias que no llevar¨¢n pareja una mejora en los aprendizajes de nuestros alumnos.
Hasta ahora, el discurso de la reforma no ha suscitado nada m¨¢s que pol¨¦mica (nota media y religi¨®n, rev¨¢lidas, educaci¨®n diferenciada, conflicto con las lenguas, becas¡) y una innecesaria significaci¨®n de la carga ideol¨®gica que de por s¨ª acompa?a a cualquier reforma educativa. Cuando se implemente, aportar¨¢ fracaso.
Qu¨¦ bueno hubiera sido (y ser¨ªa todav¨ªa) que tantos esfuerzos y energ¨ªas, ya dilapidados en defender unos y oponerse otros a esta reforma educativa, se hubieran canalizado en debatir en torno a un pacto por la educaci¨®n.
Antonio Lara Ramos es inspector de Educaci¨®n y autor del ensayo La educaci¨®n que puedo ser. Reflexiones desde el pupitre.
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