Ganar la calle
El papa Francisco apela a los creyentes y no a las estructuras para reactivar la Iglesia
En ajedrez llevar la iniciativa supone una gran ventaja. Desde que Jorge Mario Bergoglio se asom¨® el 13 de marzo al balc¨®n de la logia de la bas¨ªlica de San Pedro y se qued¨® durante largu¨ªsimos segundos callado ante la multitud, no ha dejado de tenerla. Por primera vez en d¨¦cadas es el Papa quien lleva la iniciativa de las noticias que surgen del Vaticano. Esto ha logrado que incluso las m¨¢s negativas, como el reciente esc¨¢ndalo de un obispo acusado de tr¨¢fico de divisas, sean presentadas como muestra de la limpieza reclamada tantas veces y a cuyo frente se ha colocado este jesuita porte?o que, en otro golpe de efecto, decidi¨® adoptar el nombre de Francisco.
Los primeros 100 d¨ªas del papado de Bergoglio est¨¢n marcados por los gestos. Desde los superficiales a los de hondo calado: renunci¨® a vivir en el Palacio Apost¨®lico y eligi¨® una residencia con comedor comunitario; renunci¨® al papam¨®vil blindado y emplea casi m¨¢s tiempo en saludar a los fieles que acuden a San Pedro que en las ceremonias lit¨²rgicas; ley¨® la cartilla a los obispos acomodados y orden¨® inflexibilidad ante cualquier indicio de abuso; reclam¨® una iglesia de los pobres y para los pobres; bendijo a los ateos; ha designado una comisi¨®n con casi tanto poder como ¨¦l para investigar las inquietantes finanzas del Vaticano; ha creado un consejo personal con obispos de todo el mundo e independiente de la curia romana para reformar el gobierno de la Iglesia; y el viernes public¨® su primera enc¨ªclica ¡°a cuatro manos¡± junto a su predecesor Benedicto XVI, al tiempo que se anunciaba la canonizaci¨®n de Juan Pablo II y, gran sorpresa, la de Juan XXIII.
Editoriales anteriores
De los 115 cardenales presentes en el c¨®nclave de marzo, Bergoglio estaba entre los que menos sab¨ªan c¨®mo funcionan los resortes del Vaticano, pero de los que m¨¢s conocen la calle. El Papa argentino ha apuntado en esa direcci¨®n: volver a ganarla. La canonizaci¨®n simult¨¢nea de sus dos antecesores es un mensaje a todos los sectores de la Iglesia, y una se?al del catolicismo que propone: simple, activo y para todos. Pero la partida que debe jugar Bergoglio es larga y complicada. Su propuesta deber¨¢ hacer frente no solo a la oposici¨®n externa sino, sobre todo, a la hostilidad interna. Y a un grave riesgo: que la eficacia de unos gestos que conectan con buena parte de la sociedad le impida enfrentarse a los verdaderos desaf¨ªos de una Iglesia que pierde cada d¨ªa m¨¢s fieles. Sea como sea, por ahora Francisco lleva la iniciativa.
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