Regreso a Espriu
Cargada de laconismo e iron¨ªa, la obra del poeta catal¨¢n, del que se cumple el centenario de su nacimiento, est¨¢ organizada en torno a un punto de partida: la precariedad lamentable de los seres humanos
Hace cuarenta a?os, cuando ya se hab¨ªan disuelto los Beatles, los poemas de un libro de Salvador Espriu aparecido en 1960, La pell de brau, gozaron de cierta fama entre poetas y entendidos de la ciudad donde estudi¨¦, Granada. Yo, alumno de los cursos de catal¨¢n en la especialidad de Ling¨¹¨ªstica Rom¨¢nica, sent¨ª poca afinidad hacia el libro de Espriu. El t¨ªtulo, La piel de toro, me era antip¨¢tico. A pesar del prestigio antifranquista de aquella poes¨ªa, la piel taurina me sonaba a la apote¨®tica y grotesca Espa?a de Franco, de la que tanto, parad¨®jicamente, se hab¨ªa burlado el Espriu m¨¢s sard¨®nico. El tono me devolv¨ªa al problema de Espa?a, o a Espa?a como problema (Espriu hablar¨ªa del ¡°complejo enigma peninsular¡±), una cuesti¨®n que s¨®lo me provocaba deseos de ser piel roja y ese tedio c¨®smico que, seg¨²n Josep Pla, hab¨ªa sentido el joven Espriu ante sus predecesores literarios.
Era como volver a la Generaci¨®n del 98, no salir nunca de la ¡°triste Espanya¡±, de la Oda a Espanya (1898) de Joan Maragall, cuyo primer verso, ¡°Escucha, Espa?a...¡±, enlazaba adem¨¢s con el final de uno de los poemas m¨¢s cantados de La pell de brau: ¡°Escucha, Sepharad: los hombres no pueden ser / si no son libres¡±. (Las traducciones del catal¨¢n son m¨ªas). Pero, una vez que entr¨¦ en La piel..., la aversi¨®n coincidi¨® con la simpat¨ªa hacia aquellas palabras. Casi acababa de descubrir la relaci¨®n criminal entre el aburrimiento feroz de la ciudad de mi adolescencia y la brutalidad funcionarial franquista. Espriu dec¨ªa haber escrito su libro ¡°por si pudiera ayudar a alguien¡± y lo ofrec¨ªa ¡°abierto a la esperanza de la gente honesta y de la juventud¡±, y yo encontr¨¦ que propon¨ªa verdades atemporales, universales, es decir, hist¨®ricas, de aquel momento. Si Maria-Aur¨¨lia Capmany hablaba de ¡°fulgor prof¨¦tico¡±, de ¡°tono redentor y a veces amenazante¡±, Espriu recurr¨ªa tanto a la seriedad sacerdotal como a una l¨®gica de proverbio o dicho callejero. No era incoherente: tanto el refr¨¢n como la m¨¢xima son modalidades de la literatura moral.
¡°Que sepa Sepharad que nunca podremos ser si no somos libres. Y grite la voz de todo el pueblo: Am¨¦n¡±. El estilo oracular es el aliado natural de los proverbios populares, rimados y ritmados, pedag¨®gicos, de teatrillo de t¨ªteres. Est¨¢n hechos para ser memorizados y repetidos. ¡°Si corres siempre dentro / de la noche de tu odio, / caballo loco Sepharad, / el l¨¢tigo y la espada / te han de gobernar¡±. En la vieja Sepharad, piel de toro, ¡°la piel hace de tambor, / percutido por las manos / del miedo¡± (¡°La pell fa de tambor / percudit per les mans / de la por¡±). Las f¨®rmulas de Espriu cumplen, desde su misma disposici¨®n ret¨®rica, la regla esencial de la m¨¢xima y del proverbio: no tratan de persuadir, invitan al asentimiento o el rechazo inmediatos. A Espriu lo cantaban los cantantes en los escenarios espa?oles. Se transform¨® en un acontecimiento pol¨ªtico.
Sigue la regla de la m¨¢xima y el proverbio: no trata de persuadir, invita al asentimiento o al rechazo inmediatos
Pero no hab¨ªa cambiado el punto de partida en torno al que se organiza toda la obra de Espriu: la precariedad lamentable de los seres humanos. Es lo que le da a su literatura su especial cordialidad, desde la primera novela, El doctor Rip, mon¨®logo de un m¨¦dico moribundo, cincuent¨®n, escrito por un muchacho de diecisiete a?os. El moribundo se confesaba perseguido por el dolor, que le hab¨ªa destruido la vida y todas las esperanzas menos una: ¡°La de una magn¨ªfica humanidad fuerte y buena, vencedora de las tinieblas¡±. El doctor hablaba ya como La pell de brau. Hac¨ªa sentir el aire de los primeros libros de poemas publicados, Cementiri de Sinera, Les hores y Mrs. Death, con su precisi¨®n musical y sensorial, con su fragilidad contundente, lapidaria.
Espriu entend¨ªa su literatura como una meditaci¨®n de la muerte, expresi¨®n que Baltasar Graci¨¢n us¨® en El discreto para definir la filosof¨ªa. De la meditaci¨®n sobre la muerte surge en La pell de brau el lamento por el crimen de la guerra entre hermanos y la petici¨®n a los contrincantes de que se den unos a otros la limosna del perd¨®n. Aquella poes¨ªa pol¨ªtica o, como dec¨ªa Espriu, de intenci¨®n civil, s¨®lo se propon¨ªa como meditaci¨®n personal, ayuda quiz¨¢ para que el lector o el auditorio hiciera sus propias reflexiones. Y quiz¨¢ cumpliera su prop¨®sito, y a¨²n lo cumpla hoy: ¡°Dir¨¦ la verdad, sin reposo, / por el honor de servir, por debajo de todos. / Detestemos los grandes vientres, las grandes palabras, / la indecente jactancia del dinero, / las cartas mal dadas de la suerte, / el humo espeso de incienso al poderoso¡±.
?stos eran los libros que Salvador Espriu recomendaba para pasar ¡°esta triste vida¡± (la de 1952): el Eclesiast¨¦s, las Cartas a Lucilio, la Divina Comedia, El pr¨ªncipe, el Discurso del m¨¦todo, el Quijote, El discreto, las novelas de polic¨ªas y ladrones. Prescind¨ªa de la literatura de moda en su tiempo, ¡°gritos existencialistas y otras ineducadas expansiones¡±, aunque alg¨²n catalogador literario podr¨ªa acercar a la casilla existencialista El doctor Rip, la novela aparecida en 1930, ocho a?os antes que La nausea sartriana. La definici¨®n que Salvador Espriu dio de s¨ª mismo como escritor me parece muy estimulante: ¡°Soy un trapero de la est¨²pida y dolorosa hora del desbarajuste, del estropicio, y ayudo a recoger las migajas y los pedazos¡±.
Aquella poes¨ªa pol¨ªtica, o como dec¨ªa ¨¦l, de intenci¨®n civil, s¨®lo se propon¨ªa como meditaci¨®n personal
Quiz¨¢ el rasgo esencial de Espriu sea la uni¨®n entre su ¡°tensa calidad lac¨®nica¡±, como dijo una vez Manuel Sacrist¨¢n, y su capacidad para la iron¨ªa de tertulia, la irrisi¨®n solemne o la solemnidad irrisoria. En Ariadna en el laberinto grotesco, unas prosas de 1935, de cuando Espriu ten¨ªa veinte a?os (mi edad cuando descubr¨ª La pell de brau), antes de ser Sepharad, ¡°pa¨ªs ¨¢spero y seco, lleno de sangre¡±, la piel de toro fue un pa¨ªs llamado Kolinosia, de historia gloriosa y decadencia inagotable. Como los m¨¢s malos de nuestros mayores hacia 1970, sus habitantes ¡°son envidiosos, trapaceros y mezquinos, elogian al poderoso y al mediocre. No toleran el talento ni la independencia de car¨¢cter¡±. En Kolinosia est¨¢ Lavinia, ¡°una gran ciudad, foco nacionalista de los lavinianos, que tienen una lengua diferente y los defectos kolinosianos aumentados¡±. Los de Barcelona, quiero decir, los de Lavinia, eran los ricos de Kolinosia, comerciantes, industriales y abogados.
Los versos de Espriu que m¨¢s me gustaban no estaban en La pell de brau, sino en El caminante y el muro (1954): ¡°Que cansat estic de la meva / covarda, vella, tan salvatge terra¡±. Yo tambi¨¦n estaba cansado en Granada de mi tierra salvaje, vieja y cobarde, y podr¨ªa haber dicho con Espriu: ¡°C¨®mo me gustar¨ªa alejarme de ella, hacia el norte¡±, en busca de gente m¨¢s limpia, culta, libre y feliz. Prefiero no transcribir el final del poema, pero, volviendo a su principio, descubro ahora una diferencia: donde yo viv¨ªa, Catalu?a era parte del norte, tierra de emigraci¨®n. Juan Goytisolo, en los a?os sesenta, en uno de los art¨ªculos de El furg¨®n de cola, recordaba c¨®mo, de joven, distingu¨ªa a los andaluces, obreros o guardias civiles, porque ten¨ªan otro modo de hablar, otro color de piel (¡°algo m¨¢s oscuro, ¨¢rabe quiz¨¢¡±). Los sab¨ªa m¨¢s pobres que ¨¦l, los cre¨ªa menos inteligentes. ¡°Un d¨ªa, al entrar en la universidad, un condisc¨ªpulo me dijo que, de no ser por los guardias andaluces, Catalu?a ser¨ªa libre. Mi colega parec¨ªa muy orgulloso de su estirpe y hablaba con desprecio de la chusma de emigrantes meridionales¡±. ?Es inconveniente recordar estas cosas?
Espriu pertenec¨ªa a un mundo distinto al del colega de Goytisolo. Supongo que f¨®rmulas como ¡°diversos son los hombres y diversas las hablas / y han convenido muchos nombres para un solo amor¡±, contribuir¨ªan a que la gente que hacia 1970 defend¨ªa en mi ciudad los derechos civiles compartiera el af¨¢n por la autonom¨ªa y, m¨¢s a¨²n, la autodeterminaci¨®n de Catalu?a o, como tambi¨¦n se dec¨ªa entonces, los Pa¨ªses Catalanes. La historia de la fraternidad perdida despu¨¦s es otra historia.
Justo Navarro es escritor.
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