El hambre
No se puede vivir sin ilusiones, pero convertir cualquier ilusi¨®n en una varita m¨¢gica supone un remedio m¨¢s da?ino que la enfermedad
Han pasado m¨¢s de 30 a?os, pero a¨²n lo recuerdo a la perfecci¨®n. A¨²n puedo ver su rostro y escuchar su voz, un acento neutro para mis o¨ªdos madrile?os, castellano tal vez, o manchego. Era un hombre mayor, casi un anciano pese a la desafiante arrogancia con la que miraba a la c¨¢mara. Yo voy a votar que s¨ª, dec¨ªa, ?o qu¨¦ quieren los del no? ?Estar en Europa para que nos den de comer y no estar en la OTAN?
Para que nos den de comer. Esas palabras tienen la culpa de que nunca haya olvidado a aquel an¨®nimo encuestado en un telediario de 1982. En aquella ¨¦poca me dieron l¨¢stima y un escalofr¨ªo. Despu¨¦s, las almacen¨¦ en un rinc¨®n de mi cabeza y all¨ª han estado hasta hace solo unos d¨ªas. La buena memoria es una gran ventaja cuando no sirve para inspirar malos sue?os, pero 2013 se ha convertido en el a?o de las pesadillas. Porque no se puede vivir sin ilusiones, pero convertir cualquier ilusi¨®n en una varita m¨¢gica supone un remedio m¨¢s da?ino que la enfermedad. Las calabazas no se convierten en carrozas por mucha gente que cierre los ojos y apriete las manos para desearlo a la vez. La experiencia europea deber¨ªa habernos ense?ado que nadie nos va a dar de comer a cambio de alegr¨ªa, hospitalidad y caf¨¦s con leche.
Los que mandan en Madrid quer¨ªan Olimpiadas para que les dieran de comer en las urnas de las pr¨®ximas municipales. No me atrevo a afirmar aquello que no conozco, pero a distancia tengo la impresi¨®n de que un prop¨®sito semejante ha empujado a la Via Catalana a muchos ciudadanos que contemplan la independencia como un sistema para no dar de comer a nadie, para pasar menos hambre que los dem¨¢s. En la l¨¢stima y el escalofr¨ªo, en la memoria de la pobreza y la manera de proyectarla en el futuro, siguen pareciendo m¨¢s espa?oles de lo que a muchos les gustar¨ªa. De verdad que lo siento por ellos. Y por todos nosotros.
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