Marca Espa?a
Decir ahora Espa?a en el exterior es decir corrupci¨®n, desempleo y dopaje. Aqu¨ª la marca Espa?a tampoco vende
Es verdad. No hace falta que nos lo digan ni Ferran Mascarell ni el ministro Margallo. La marca Espa?a est¨¢ hecha un asco. Por dentro y por fuera.
Por dentro, no hay m¨¢s que mirar a Catalu?a. Unos cientos de miles de ciudadanos detestan la marca: definitivamente reniegan del adjetivo espa?ol para encontrarse en el mundo. Aunque no sepamos realmente qu¨¦ significa de veras ese acontecer de la inmensa cadena que han logrado montar. El asunto clave es que no quieren ser espa?oles. No lo quieren, y adem¨¢s sus l¨ªderes lo explican con razones que no necesitan estar basadas en la realidad. En Espa?a, la marca Espa?a no vende.
Eso tiene un efecto parad¨®jico, y es el de que los problemas de la marca Catalu?a se cambian de lugar. Si ha habido corrupci¨®n en el Palau, en los concesionarios de las ITV o en las donaciones a partidos como Uni¨®, eso se adjudica al pasivo de Espa?a, mientras la imagen de Catalu?a se acrecienta.
Pero eso es solo una parte peque?a del problema. No se puede decir que la contestaci¨®n interna sea el mayor de los problemas. Decir ahora Espa?a en el exterior es decir corrupci¨®n. El primer responsable de eso es el Gobierno, y el segundo, el partido que lo apoya. El caso B¨¢rcenas ha dado la vuelta al mundo, aparece de cuando en cuando en las portadas de los m¨¢s importantes diarios. Hay un Gobierno que se niega a responder de acusaciones que ya han cruzado el umbral de lo cre¨ªble para entrar en el sal¨®n de lo probado. Comunidades aut¨®nomas como Baleares, Valencia, Andaluc¨ªa o Galicia est¨¢n enfangadas hasta las cachas por asuntos que desbordan la imaginaci¨®n.
Siempre se puede estar peor. Pero ya no mucho. Urge una ofensiva regeneradora
Decir ahora Espa?a en el exterior es decir desempleo. Unas tasas escandalosas de paro que solo Grecia supera. Y ninguna salida a corto plazo que tenga verosimilitud. Millones de espa?oles sumidos en la pobreza dan motivo para reportajes period¨ªsticos.
Decir Espa?a ahora es decir dopaje, como se ha demostrado en la presentaci¨®n de la candidatura ol¨ªmpica de Madrid. Los ¨¦xitos mundiales de atletas irreprochables no logran tapar la mancha que comenz¨® con las bolsas de sangre de la Operaci¨®n Puerto.
La banca, las inmobiliarias, los responsables de la burbuja de la construcci¨®n, colaboran de forma entusiasta en esta fiesta de la desmoralizaci¨®n y el caos.
Y la guinda la ponen unos dirigentes pol¨ªticos que en unas ocasiones hacen gala de no saber hablar ni siquiera en espa?ol, como la alcaldesa de Madrid, o que no parecen haber recibido las m¨ªnimas informaciones para ejercer la acci¨®n exterior.
Los investigadores cient¨ªficos del CNIO o del CSIC obtienen resultados espectaculares en distintas disciplinas, al tiempo que denuncian que los van a echar a la calle porque ya no reciben fondos p¨²blicos.
Siempre se puede estar peor. Pero ya no mucho. Y eso tiene consecuencias dram¨¢ticas para la econom¨ªa, para las ventas, para los concursos internacionales. Urge una ofensiva regeneradora. Que no salga solo desde la pol¨ªtica, sino desde la sociedad civil, tan responsable de los desastres como la primera. Urge.
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