Los silenciosos de la Diada
Catalu?a debe percibir que tiene m¨¢s posibilidades en Espa?a que fuera
La cadena humana del independentismo catal¨¢n organizada con motivo de la Diada es un instrumento que pretende transmitir con fuerza a la opini¨®n p¨²blica una aspiraci¨®n pol¨ªtica nacional. Los que la forman y sus simpatizantes tienen la convicci¨®n de que la historia va con ellos.
Fuera de la cadena se congregan muchas miradas contemplativas silenciosas. Frente al grave problema casi no se pronuncian. Se acogen a la Constituci¨®n y les parece tener con ello bastante. Tienen la convicci¨®n de que la historia va con ellos.
Esos son los dos platillos de la balanza que hay que analizar. En la balanza catalanista independentista cuenta el deseo catal¨¢n de potenciar al m¨¢ximo su personalidad colectiva. Opera la conciencia de ser un Estado frustrado que la timidez catalana no se ha atrevido a denominar por su nombre.
En la balanza no independentista est¨¢n los enormes valores que lleva consigo la unidad pol¨ªtica. La dimensi¨®n ¨¦tica de la uni¨®n que tanto cuenta en el partido de Uni¨®. El tejido social de siglos de historia. La capacidad multiplicadora de la actividad econ¨®mica. La doble pertenencia autom¨¢tica al Estado y a la Uni¨®n Europea. El natural intercambio ling¨¹¨ªstico: los catalanes, al aprender el castellano, se hacen con una gran lengua transcontinental. Los hablantes del castellano en Catalu?a, a diferencia de los suecos de Finlandia o los magiares de Ruman¨ªa, se acomodan flexiblemente a otra cultura latina y se catalanizan, al igual que se hispanizan los italianos de Buenos Aires. Desde esta perspectiva, se quiere seguir con Valencia y Baleares en el marco de una misma frontera estatal. Poner a Valencia y a Baleares al otro lado de una frontera es, para el catalanismo de miras amplias, cierto suicidio. Se desea seguir tambi¨¦n en el mismo ¨¢mbito fronterizo con otras unidades subestatales entre las cuales puede destacarse a Euskadi. La pertenencia a un marco grande ofrece m¨¢s posibilidades que el marco peque?o.
Desde esa perspectiva, el silencio de los contemplativos tiene su raz¨®n de ser. Debe, sin embargo, enriquecerse con concreciones. El silencio no debe ser pasividad. La primera concreci¨®n es persuadirse de que para integrar bien a Catalu?a en Espa?a hay que partir de la existencia de una conciencia, aunque sea parcial, de Estado frustrado. Esa realidad tan honda que en cualquier momento podr¨ªa volver a operar no se tuvo en cuenta. A los dirigentes pol¨ªticos catalanes m¨¢s profundos no se les ocultaba.
Los no independentistas creen que el marco grande ofrece m¨¢s posibilidades que el peque?o
En la organizaci¨®n territorial del Estado se cometieron dos grandes errores. No se prest¨® la atenci¨®n sumamente prevalente a la aspiraci¨®n de Catalu?a. Y se troce¨® en demas¨ªa la Espa?a ¡°castellana¡±, adornando alegremente a las partes que salieron con poderes, himnos y banderas. Algunos, como Josep Piqu¨¦, ponen la causa de dicha artificialidad en una reacci¨®n a la centralizaci¨®n del franquismo. Interpretaci¨®n demasiado sublimada. Se hizo por un mimetismo poco reflexivo, que no ve¨ªa la realidad mal atendida de Catalu?a. Los niveles competenciales a los que se lleg¨® fueron excesivos. El segundo error, muy ligado al primero, fue construir un Estado aut¨®nomo proclive a las fuerzas centr¨ªfugas.
El problema de separatismo de Catalu?a, que Espa?a tiene entre manos, necesita de la aplicaci¨®n de un principio b¨¢sico elemental sin el cual la tendencia a la separaci¨®n ser¨¢ cada vez mayor. Hay que hacer que Catalu?a perciba n¨ªtidamente que dentro de Espa?a tiene m¨¢s posibilidades de ser y obrar que fuera de Espa?a. No es una condescendencia tranquilizante. Es el m¨¦todo m¨¢s sustancioso a seguir, el ¨²nico para superar el problema. Es la l¨ªnea de flotaci¨®n de todo pensamiento que aspire a ser considerado eficaz.
A lo largo de la historia, Catalu?a, en diversas ocasiones, aspir¨® a marcharse de Espa?a. Por unas razones o por otras le toc¨® quedarse. ?Se va a plantear ahora el irse cuando puede conseguir unas oportunidades de liderazgo que en el pasado totalmente desconoci¨®?
En la actualidad, de acuerdo con la Constituci¨®n y los Estatutos, la estructura del Estado est¨¢ dividida en tres sectores. Un sector b¨¢sico en el que se encuentran todas las comunidades aut¨®nomas con unos poderes distribuidos con cierta irregularidad. Un peque?o sector intermedio, que se separa del b¨¢sico, con unas competencias de car¨¢cter confederal formado por la comunidad de Euskadi y la foral de Navarra. Y un sector superior, el estatal.
Una reestructuraci¨®n de dicho marco podr¨ªa llevar a superar los problemas nacionales que la Transici¨®n ¡ªcomo vemos por lo que sucede en la Diada¡ª no consigui¨®.
El sector b¨¢sico podr¨ªa constituirse en una federaci¨®n normal y corriente, asimil¨¢ndola al resto de los Estados federales. La idea de una federaci¨®n asim¨¦trica debe abandonarse por irreal. No porque se respeten en Espa?a los derechos hist¨®ricos de Euskadi y de Navarra tenemos que hablar de un federalismo asim¨¦trico. Se trata de competencias particulares separadas de la federaci¨®n. En el caso de Euskadi, el concierto econ¨®mico soluciona su problema de integraci¨®n en Espa?a. Dicho sector b¨¢sico ya ha recibido una propuesta de conversi¨®n en federaci¨®n por parte del partido socialista. A ese nivel, s¨ª, todos iguales.
Cualitativamente, Catalu?a viene a ser como la mitad de Espa?a
Es en el sector intermedio de Euskadi y de Navarra en donde debe insertarse la singularidad de Catalu?a. Singularidad que ¡ªpor su gran potencia territorial y demogr¨¢fica¡ª no puede ser la del concierto econ¨®mico. Las tendencias centr¨ªfugas ya fueron demasiado alimentadas a lo largo de toda la Transici¨®n y no se debe volver a ellas. Deben ser radicalmente negadas. Catalu?a tiene que estar en esa zona intermedia pero con otras competencias. Competencias que deben ser de integraci¨®n. Catalu?a, cuantitativamente hablando, es un peque?o porcentaje de Espa?a. Pero cualitativamente viene a ser como la mitad.
Por ello, en el segundo sector deber¨ªa crearse muy prudente y h¨¢bilmente un cierto federalismo a dos bandas. Pero eso s¨ª: con la potenciaci¨®n de las fuerzas centr¨ªpetas. A las dos partes tendr¨ªa que interesarles, por la propia naturaleza de la cuesti¨®n, el funcionamiento de lo com¨²n.
Pongamos alguna concreci¨®n. Por ejemplo, la presencia de Catalu?a, con capacidad de decisi¨®n, en la red de las embajadas de Espa?a. En ocasiones concretas se ha hecho muy bien y la presencia catalana ha podido operar satisfactoriamente. ?No han demostrado las oficinas catalanas del extranjero un dinamismo y una efectividad superiores a la burocracia y a la pasividad de algunas embajadas? Un bot¨®n de muestra junto al que podr¨ªan darse otros cuidadosamente seleccionados.
Cierto es que ello supone todo un cambio de mentalidad. Un cambio necesariamente lento para la gente de la calle. Recu¨¦rdese el fracaso de la Operaci¨®n Roca. Pero no para el dirigente que debe estar preparado para saltar con facilidad de unas situaciones a otras por diversas que sean. En este caso, la modalidad y su aplicaci¨®n ¡ªtodo un encaje de bolillos, complicado pero siempre posible en derecho¡ª deber¨ªan prepararse por un equipo de especialistas, como aquellos t¨¦cnicos alemanes que elaboraron reservadamente la Ley Fundamental de Bonn.
Si hemos llegado aqu¨ª no ha sido por el ego¨ªsmo de Catalu?a, sino por la simple marcha de la historia, contra la que se cometieron los errores antes mencionados. Castilla fue en el pasado ¡°la irresistible Castilla¡±. Ahora Catalu?a siente fuerzas para ser ¡°la irresistible Catalu?a¡±. Hay que abrirse a dichas fuerzas. Catalu?a utiliza unas armas distintas a las de los castellanos, de acuerdo con la idiosincrasia y la ¨¦poca. Frente al viejo poder de la Administraci¨®n y de las Fuerzas Armadas, aparecen el victimismo y las manifestaciones de masas. Los catalanes son nuestra mitad cualitativa. Debemos aceptarles como tales.
Santiago Petschen es profesor em¨¦rito de universidad.
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