Embarcaciones de la Albufera
El pasado domingo por la tarde un amigo due?o de una barca tradicional albuferenca nos invit¨® a dar un paseo por el lago de la Albufera de Valencia. En la barca ¨ªbamos cinco adultos y dos ni?os, entusiasmados todos por la experiencia.
A los 15 minutos de paseo ocurri¨® un episodio digno de una pel¨ªcula de Berlanga: dos polic¨ªas municipales de Valencia (que probablemente era la primera vez que visitaban aquel lago), se acercan a nosotros a bordo de otra barca de caracter¨ªsticas similares a la nuestra patroneada por un lugare?o, y nos hace indicaciones para detenernos.
Como si de un control de carretera se tratara, nos piden la matr¨ªcula de la embarcaci¨®n y una serie de datos y permisos de nueva implantaci¨®n en el lago, cuya existencia desconoc¨ªamos. ¡°Boquiabiertos¡± es una expresi¨®n bastante acertada para describir c¨®mo nos quedamos ante semejante escena.
La idea de censar las embarcaciones de la Albufera, controlar la pesca ilegal, vigilar los posibles delitos medioambientales, etc¨¦tera, es totalmente razonable y debe hacerse con eficacia; al fin y al cabo es un parque natural. Sin embargo, el modo de llevar a cabo esta vigilancia roza el rid¨ªculo.
Personas como el due?o de nuestra barquita llevan paseado por el lago los domingos por la tarde durante generaciones. Esta es ya una escena costumbrista, digna de estudio etnogr¨¢fico.
Aplicar a una actividad antropol¨®gica de este tipo los mismos c¨®digos que funcionan en un control de carretera cualquiera, es, cuando menos un intento algo ¡°burdo¡±, para cuidar un ecosistema.
Se?ores y se?oras del Ayuntamiento de Valencia: la Albufera fue el vertedero de la industria valenciana durante muchos a?os (cuando hab¨ªa industria en Valencia).
Controlar esos vertidos se antoja bastante m¨¢s eficaz para cuidar nuestro patrimonio natural que instaurar estos controles que dejan boquiabiertos a quien los contempla por lo esperp¨¦ntico que resultan.¡ª Ra¨²l T¨¢rraga M¨ªnguez.
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