El m¨¦dico Cabanela
Un hombre sensato el m¨¦dico. Se le nota en los ojos. ?l pon¨ªa mirada de ir un rato por delante de lo que le estaban preguntando
Hay que fijarse en los m¨¦dicos. En sus manos, en c¨®mo se miran ellos mismos las manos. Me fij¨¦ en el m¨¦dico Cabanela, que ha intervenido al Rey. A veces me pregunt¨¦ si era sensato porque era gallego o porque era m¨¦dico. Debe haber una combinaci¨®n sabia que le hace decir lo grave como si estuviera volando por encima de la realidad, vi¨¦ndola entera, resumi¨¦ndola con la misma ligereza con que Mr. Chance le explicaba la vida, seg¨²n su experiencia en el jard¨ªn, al mism¨ªsimo presidente de Estados Unidos. Bienvenido, Mr. Chance,ustedes se acuerdan de aquella pel¨ªcula en la que Peter Sellers fue el personaje creado por Jerzy Konsinski.
Pues este Mr. Chance que le ha nacido ahora a la vida espa?ola es algo muy distinto a un jardinero, pero exhala el mismo sentido com¨²n. ?l avis¨®, sin irse por las ramas, de que era mejor que el Rey depusiera las armas de combate, que se dejara de delirios de Rey y se pusiera a trabajar como paciente. No es una broma lo que tiene, pero si alrededor lo siguen empujando al precipicio del trabajo le puede pasar de todo. Que no se vaya ni a Vitigudino.
Un hombre sensato el m¨¦dico. Se le nota en los ojos. Frente a lo que suele ser habitual entre los que se enfrentan a periodistas, al lado de las principales cabezas informativas de la Zarzuela y de colegas suyos m¨¢s bien silentes ¨¦l pon¨ªa mirada de ir un rato por delante de lo que le estaban preguntando. Hasta que en un momento determinado, sin otra estridencia que la de estar haciendo lo que no era habitual, se hart¨® de dar explicaciones y dej¨® sobre la mesa una respuesta de dos palabras. No se hable m¨¢s.
Sorprende porque no es habitual la naturalidad en medio del acartonamiento con que se abordan las cosas de palacio. Ahora est¨¢n afanados los responsables pol¨ªticos de los dos m¨¢s importantes partidos tratando de disminuir su inacci¨®n de a?os: han dejado pudrirse el debate de las leyes sucesorias y se han encontrado que la lesi¨®n del Jefe del Estado va para largo y no se atreven a decir que es urgente arbitrar el sustituto natural en la contingencia mon¨¢rquica. Quien tiene que sustituirlo es el pr¨ªncipe de Asturias. Todo el mundo sabe ya que est¨¢ preparado, que sabe por d¨®nde van el mundo y su mundo. Y est¨¢n dando vueltas y revueltas cuando es evidente ¡ªlo dijo el m¨¦dico¡ª que su padre no est¨¢, lamentablemente, ni para audiencias.
Hace a?os, cuando a Pompidou se le vio que no mejoraba, los m¨¦dicos le dijeron que se hiciera a un lado, y cuando finalmente ya no hubo m¨¢s remedio que entender que el fin le hab¨ªa llegado, un peri¨®dico sarc¨¢stico sac¨® sus peores armas para decir a los franceses que as¨ª no se pod¨ªa mandar, ni siquiera haciendo lo que tiene que hacer un Rey (que, por cierto, el m¨¦dico Cabanela dijo con mucha naturalidad que no sabe qu¨¦ es). Pues quien no tiene ojos para saber que desde hace rato el Rey reclama un alivio es que no quiere al Rey.
El m¨¦dico gallego se ha hecho en Estados Unidos, de ah¨ª viene su atrayente titubeo (ah, ah, ah) antes de decir las frases. All¨ª no se van por las ramas y ¨¦l es cristalino, como las aguas que Valle-Incl¨¢n le ense?aba a Juan Ram¨®n (¡°estos son rododendros, Juan Ram¨®n, de los que usted habla tanto en sus poemas¡±). Lo que ha dicho en dos o tres frases de la salud del Rey ha roto aqu¨ª todos los circunloquios. A ver si le hacen caso.
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