Democracia de calidad
Reducir el Parlamento a un espect¨¢culo de vetos y pataleos conspira contra la estabilidad pol¨ªtica
Cualquier intento de deslegitimar el resultado de las elecciones es incompatible con la democracia representativa. Pero la democracia no puede vivir reducida a la aplicaci¨®n aritm¨¦tica de una mayor¨ªa. Esta semana toda la oposici¨®n ha vuelto a denunciar el bloqueo del PP a iniciativas que no le gustan sobre el caso B¨¢rcenas, penoso corolario de un Parlamento convertido en un espect¨¢culo de vetos y del consiguiente ejercicio del derecho al pataleo. Mal clima para intentar el pacto de ¡°regeneraci¨®n democr¨¢tica¡± sugerido desde el Gobierno o para buscar soluciones de consenso al problema planteado por el independentismo en Catalu?a, convertido en el desaf¨ªo pol¨ªtico de mayor envergadura.
La crispaci¨®n de la vida p¨²blica contrasta con la correcci¨®n observada por los l¨ªderes de los partidos alemanes en su comparecencia conjunta ante las c¨¢maras de televisi¨®n, un par de horas despu¨¦s de cerrados los colegios electorales en su pa¨ªs, hace una semana. Por no recordar la inmediatez con que un responsable pol¨ªtico dimite en otras democracias, no solo por indicios de la supuesta comisi¨®n de un delito, sino por faltas de ¨¦tica, como el plagio de un trabajo acad¨¦mico.
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No hay ninguna maldici¨®n que impida a Espa?a comportarse de modo similar a sus vecinos europeos. Lo que lo hace muy dif¨ªcil es el estado de bronca pol¨ªtica continua. Si no puede lograrse de la noche a la ma?ana la madurez del sistema parlamentario, al menos hay que impedir su reducci¨®n a la inutilidad. Eso requiere una flexibilidad mayor en la gesti¨®n de la mayor¨ªa absoluta, neutralidad por parte de la presidencia del Congreso y que la oposici¨®n mejore los esfuerzos para explicarse. En el debate y en los argumentos es donde ha de juzgarse la calidad de las propuestas y la seriedad de los actores pol¨ªticos. Tampoco es admisible la exigencia de una disciplina de hierro a los parlamentarios, que no son soldados de un ej¨¦rcito, sino representantes de los ciudadanos. Hay que ir a los fundamentos de la democracia, a la transparencia y la responsabilidad, con mecanismos inscritos en normas que no precisen de reformas grandilocuentes, sino de hacer de la rendici¨®n de cuentas el principio rector de la tarea representativa.
Muchos expertos diagnostican la necesidad de abordar una reforma constitucional de amplio calado, que abarque desde el modelo territorial del Estado a las vigas maestras del sistema electoral. Pero abordar esa tarea resulta inimaginable sin contener los est¨¦riles partidismos que caracterizan el d¨ªa a d¨ªa de la pol¨ªtica. Tampoco ayuda en nada que una instituci¨®n tan sensible como el Tribunal Constitucional avale casi sin pesta?ear la falta de neutralidad pol¨ªtica de su presidente.
El deterioro de la confianza de los ciudadanos en el sistema pol¨ªtico es grave, como ponen de relieve m¨²ltiples encuestas, y puede ser irreversible si el Parlamento ¡ªdel que emanan la mayor¨ªa de las instituciones del Estado¡ª persiste en no saber ganarse el respeto.
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