El mercadillo de Quijorna
El PP no ha pedido dimisiones por la exaltaci¨®n fascista en el colegio p¨²blico
El s¨¢bado pasado, el colegio p¨²blico Pr¨ªncipes de Asturias de Quijorna, municipio con alcaldesa del PP, fue ocupado por un vistoso mercadillo de s¨ªmbolos fascistas y franquistas, revueltos en agradable compadreo, que ostentaba como etiqueta encubridora el lema Primeras Jornadas de Exposici¨®n, Militaria y Cultura de la Defensa. El visitante pod¨ªa apreciar en todo su esplendor banderas preconstitucionales, con gallina negra incluida, esv¨¢sticas, retratos de Jos¨¦ Antonio, tazas con motivos nazis y dem¨¢s parafernalia con correajes, luceros y culto al Caudillo. Enti¨¦ndanse las implicaciones de esta tropel¨ªa: un colegio p¨²blico de una ciudad democr¨¢tica invadido por s¨ªmbolos prohibidos por la ley, sin control alguno de las autoridades municipales ni de los responsables del centro. Conocidos los hechos en la sede del PP, menudearon las muestras de estupor, es decir, los gestos gratuitos; pero, que se sepa, ni una sola petici¨®n de dimisiones en Quijorna.
Despu¨¦s del disparate lleg¨® el momento de la comedia bufa. Preguntada por el caso, la alcaldesa Mercedes Garc¨ªa respondi¨®: ¡°Cuando visit¨¦ la exposici¨®n, no me di cuenta de que hubiera banderas predemocr¨¢ticas o cruces gamadas¡±. Puesto que estaban bien a la vista, cabe la posibilidad de que la alcaldesa recorriera el mercadillo de espaldas o mirando al techo. La directora del colegio fue tajante: ¡°No estaba informada¡±. Pero ?no est¨¢ obligado el responsable de un colegio p¨²blico a informarse para evitar estos atropellos? El concejal popular Jos¨¦ Luis P¨¦rez Maroto huy¨® por la autopista de la historia: ¡°No puedo decir de ¨¦l [Franco] si fue bueno o malo. No puedo opinar de algo que no he vivido¡±. ?Para qu¨¦ vamos a tener un juicio ¨¦tico sobre Hitler si no hemos vivido en la Alemania nazi!
Hay que entenderlo, o no est¨¢n informados o no entienden la lecci¨®n de la historia. El domingo, la alcaldesa de Quijorna acudi¨® a un acto para recordar a los ca¨ªdos por Dios y por Espa?a. Quiz¨¢ se tropez¨® por casualidad con el monolito y ley¨® el discurso que llevaba escrito por casualidad. Estas casualidades ocurren; pero solo en Espa?a.
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