Una peque?a oraci¨®n de Burt Bacharach
El compositor m¨¢s elegante de los a?os sesenta se retrata en su autobiograf¨ªa como un hombre magn¨¦tico que flirte¨® a la vez con el poder y las mujeres
Con 85 a?os y todo tipo de honores, Burt Bacharach ya no busca hacer amigos. Su autobiograf¨ªa, Anyone who had a heart (HarperCollins), comienza con una frase que se atragantar¨¢ a cualquiera que recuerde los sesenta: ¡°Llevaba unos nueve meses casado con Angie Dickinson cuando empec¨¦ a pensar en divorciarme¡±. Glup. En 1966, la monumental Angie era una de las actrices m¨¢s queridas de Estados Unidos, muy superior en popularidad a su marido, sumido en el anonimato entonces reservado a los autores de canciones pop.
Sin embargo, el matrimonio dur¨® 15 tormentosos a?os. Les sold¨® el nacimiento de Nikki, una criatura prematura que enseguida manifest¨® problemas f¨ªsicos y mentales. Mientras Angie opt¨® por desarrollar su carrera en televisi¨®n, para estar cerca de Nikki, Burt no descuid¨® sus giras o sus torneos de tenis amateur, ausencias que le permit¨ªan ejercer de picaflor.
En el libro, Angie acusa a Burt de presionarla para internar a Nikki en el centro psiqui¨¢trico donde permaneci¨® 10 a?os. En 2007, la desdichada se suicid¨®. Fue v¨ªctima, piensan ahora, de la tardanza en identificar su dolencia, el s¨ªndrome de Asperger. Pero, insiste la actriz, no ayud¨® la obsesi¨®n de Burt por romper la ¡°excesiva dependencia¡± entre madre e hija.
Para Angie, que no perdona, Burt es esencialmente un narcisista: ¡°Alguien que piensa que siempre hace lo correcto, que no acepta responsabilidad por lo que no sali¨® como estaba planeado¡±. Y nada generoso con sus compa?eros de viaje. En 1970, cuando recogi¨® dos Oscar y dos Grammy, no tuvo una sola palabra para su esposa. Su relaci¨®n m¨¢s fruct¨ªfera, con el letrista Hal David, se rompi¨® tras una disputa por el reparto de beneficios del remake de Horizontes perdidos (1973), que a la postre result¨® un pinchazo.
Hablamos de un hombre rico en talento y ¡ªimportante¡ª con extraordinario magnetismo para las mujeres. Elvis Costello, su socio en los noventa, evoca su capacidad para abducir al sexo opuesto: ¡°Vas con ¨¦l y de repente desapareces, dejas de existir cuando se fijan en Burt. Ocurr¨ªa lo mismo con una modelo que trabajaba de azafata en la ceremonia del Grammy, que con la reina de Suecia¡±.
Los habituales de los hip¨®dromos se enfrentan a las decepciones a lo largo de toda su vida
Aparte, despertaba los impulsos maternales. Director musical de Marlene Dietrich durante a?os, la alemana supervisaba estrechamente sus sucesivas novias. Bacharach se hac¨ªa disculpar las salidas m¨¢s impertinentes: prohibi¨® que la madre de Carole Bayer Sager, tercera esposa y colaboradora creativa, acudiera a la boda; era ¡°demasiado jud¨ªa¡± para un jud¨ªo nada devoto.
Bacharach argumenta que su necesidad de controlar deriva de demasiadas experiencias negativas en lo profesional. En el texto, explica c¨®mo se grabaron muchas de sus cl¨¢sicas. Con su perfeccionismo, pod¨ªa llegar a escuchar hasta mil veces temas para Dionne Warwick tipo Walk on by o I say a little prayer. Desdichadamente, tanta minuciosidad no era recompensada: eran editados por discogr¨¢ficas peque?as que pagaban tarde, mal o nunca.
S¨ª, ten¨ªa acceso al mundo de los poderosos pero debi¨® apechugar con situaciones embarazosas. En 1985, invitado a actuar en la Casa Blanca, se encontr¨® con un piano que le obligaba a dar la espalda al p¨²blico y que ?no sonaba! Se arregl¨®, pero el anfitri¨®n, Ronald Reagan, se durmi¨® durante su recital. En Filipinas, la primera dama, Imelda Marcos, le convirti¨® en el animador de una cena: se empe?¨® en que tocara melod¨ªas (?y no las suyas!) para que ella demostrara lo mal que cantaba.
Le salvaba su aplomo y, confiesa, los porros de marihuana que, incluso en el palacio presidencial de Manila, aparec¨ªan milagrosamente. Tambi¨¦n le ayud¨® la capacidad para desconectar de la m¨²sica. Tras el tenis, eligi¨® un hobby muy oneroso: los caballos de carrera. Despu¨¦s de unos triunfos iniciales, le toc¨® sufrir: ¡°Los caballos lentos comen tanto como los r¨¢pidos, y yo llegu¨¦ a tener 32 en mi cuadra¡±.
Llevaba unos nueve meses casado con Angie Dickinson cuando empec¨¦ a pensar en divorciarme
Siempre positivista, extrajo ense?anzas: ¡°Los habituales de los hip¨®dromos se enfrentan a las decepciones a lo largo de toda su vida¡±. En su oficio, lo tradujo como la certeza de que, tras un periodo dorado, todo se enfr¨ªa: los a?os bald¨ªos. Sin embargo, han venido a su rescate desde los rincones m¨¢s inesperados. El disco debut de Oasis, Definitively maybe (1994), ten¨ªa en primer plano un retrato de Bacharach: Noel Gallagher era un fan. Llegaron luego las apariciones en las populares pel¨ªculas de Austin Powers, que parodiaban las primeras entregas de la saga de James Bond. El emparejamiento art¨ªstico con Elvis Costello hizo ver al mundo musical que conservaba su gusto por ritmos at¨ªpicos, melod¨ªas imaginativas, arreglos satinados. En los ¨²ltimos a?os, con un cat¨¢logo de canciones econ¨®micamente vivo, Burt se permite hacer discos por capricho. En 2003, sac¨® Isley meets Bacharach: Here I am, con Ronald Isley acariciando sus ¨¦xitos. Para el siguiente, At this time (2005), llam¨® incluso al chico prodigio del momento, Rufus Wainwright. S¨ª, s¨ª: en la tercera edad es cuando Burt ha apreciado las ventajas de lucir cool.
Tambi¨¦n ha surgido un Bacharach comprometido, implicado en las elecciones presidenciales por las odiosas pol¨ªticas de George W. Bush. En 2011, junto a Hal David, le concedieron el Premio Gershwin, que otorga la Biblioteca del Congreso. Barack Obama les pirope¨®: ¡°Ellos atraparon las emociones de nuestra vida diaria: los buenos momentos, los malos momentos y todo lo que hay entre medio¡±. Siempre ¨¢gil para reconocer una oportunidad, Burt aprovech¨® para ofrecerle grabar un disco. Obama se sonri¨® y su invitado le insisti¨® que iba en serio: ¡°Usted lo podr¨ªa hacer bien¡±.
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