Los profesores tenemos mucho que decir
Soy profesor de secundaria desde hace m¨¢s de 25 a?os. En los ¨²ltimos tiempos he sentido, directa e indirectamente, el peso brutal de los recortes en educaci¨®n. La docencia es un trabajo que exige dedicaci¨®n exclusiva; la mente y el cuerpo necesitan estar perfectamente preparados para controlar el caudal inmenso de un r¨ªo, casi siempre adolescente, propenso a sufrir inundaciones. Cuando una maestra o un profesor hablan de educaci¨®n, saben de lo que hablan. No elucubran ni construyen un discurso para lucimiento personal o de un grupo parlamentario. Aceptamos, eso s¨ª, las indicaciones que desde despachos recuerdan los puntos que tienen que contemplar nuestras programaciones. Conocemos las obligaciones que la Ley de la Funci¨®n P¨²blica (o lo que queda de ella) nos encomienda, pero nos gustar¨ªa que, adem¨¢s de exig¨ªrsenos a menudo responsabilidad para con nuestros jefes, se nos prestara un poco de atenci¨®n. Tenemos contacto directo con los alumnos y con sus padres, muchas veces fuera de nuestro horario de trabajo, porque entendemos que es la ¨²nica manera de atacar los miles de problemas que actualmente presenta nuestra sociedad, tan desolada, tan fr¨¢gil. Esta crisis, alguien lo ha dicho ya, no solo se est¨¢ llevando los derechos que con tanto sacrificio consiguieron nuestros padres, pretende llevarse tambi¨¦n los sue?os que a¨²n nos quedan.
Corren malos tiempos para casi todo. Este Gobierno tiene claro que la educaci¨®n debe ser un producto m¨¢s del mercado, como la sanidad, como las pensiones. Pero, por favor, no agredan nuestra inteligencia, intent¨¢ndonos convencer de que es lo mejor para el pa¨ªs. La ingenuidad puede ser una virtud en el mundo infantil, considerarla virtud en el mundo adulto es llamarnos, simplemente, necios.¡ª Jos¨¦ Julio Sevilla Bonilla.
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