Los hijos de Hugo Ch¨¢vez, okupas de lujo
Hugo Jr, Rosa Virginia y Gabriela permanecen instalados en la residencia presidencial venezolana, siete meses despu¨¦s de que el mando fue asumido por Nicol¨¢s Maduro
Mientras buena parte del este de Caracas ¨Cla zona de clase media de la capital venezolana- sigue estremecida por la oleada de compras compulsivas y tomas de comercios ordenada por el gobierno del presidente Nicol¨¢s Maduro, al menos hay unos vecinos que cada d¨ªa parecen aclimatarse mejor: se trata de las hijas y familiares pol¨ªticos del fallecido l¨ªder de la revoluci¨®n bolivariana, Hugo Ch¨¢vez, instalados en la residencia presidencial de La Casona.
La Casona es una mansi¨®n de estilo colonial que sirvi¨® de casa grande a una vieja hacienda azucarera. La expansi¨®n hacia el este de Caracas, avivada por el boom petrolero de mediados del siglo XX, la dej¨® encajonada entre dos barrios de clase media, La Carlota y Santa Cecilia. Pero la met¨¢stasis urbana no hizo mella en la vegetaci¨®n y el aire buc¨®lico del sitio, uno de los pocos testimonios que quedaron de lo que fue un feraz valle agr¨ªcola.
En 1963, el socialdem¨®crata Ra¨²l Leoni la adquiri¨® para convertirla en el hogar de las familias presidenciales. Desde entonces, cada administraci¨®n dej¨® su sello de mejor o peor gusto en la venerable casa, mientras el mandatario en funciones sigui¨® siempre despachando desde el Palacio de Miraflores, una obra de fines del siglo XIX en el centro de Caracas.
Pero Hugo Ch¨¢vez nunca pareci¨® c¨®modo en La Casona. A inicios de su gesti¨®n de casi 14 a?os, ofreci¨® convertirla en un hospedaje para ni?os pobres de la calle. Vivi¨® all¨ª, entre tanto y hasta que se divorci¨® en 2004 de Marisabel Rodr¨ªguez, su segunda esposa. A partir de esa fecha, prefiri¨® guarecerse en el Fuerte Tiuna, el principal cuartel militar de Venezuela, al suroeste de Caracas.
Sin embargo, con la muerte del caudillo revolucionario, en marzo de este a?o, sus hijos del primer matrimonio -Hugo Jr, Rosa Virginia y Mar¨ªa Gabriela, de cuya herencia y condici¨®n financiera se desconocen los detalles- parecieron quedar en otra orfandad, la pol¨ªtica. Aunque la normativa vigente preve¨ªa que, al asumir como presidente el 19 de abril pasado, Nicol¨¢s Maduro y su familia deb¨ªan empezar a vivir en La Casona, una providencia clandestina y de dudosa legalidad convirti¨® a los hijos del primer matrimonio de Ch¨¢vez en unos okupas de lujo.
Cierto es que la relaci¨®n conyugal entre Rosa Virginia y el actual vicepresidente, Jorge Arreaza, le confiere una cierta categor¨ªa oficial a su estad¨ªa. Pero en la caldera de chismes que La Casona se ha convertido durante estos ¨²ltimos meses, algunas versiones sostienen que ese matrimonio estar¨ªa en crisis y que, de hecho, Arreaza y la mayor de las Ch¨¢vez ya viven separados ¨Clo que a su vez repercutir¨ªa en el debilitamiento pol¨ªtico del vicepresidente en un r¨¦gimen casi cl¨¢nico de consanguineidades, como lo va siendo el chavista-. Al igual que Rosa, su hermana Mar¨ªa Gabriela no detenta cargo alguno. Pero sigue haciendo las delicias de la prensa del coraz¨®n con sus amor¨ªos intermitentes, que difunde por Twitter, con figuras de la televisi¨®n local.
Mientras tanto, Nicol¨¢s Maduro y su primera combatiente ¨Cel t¨¦rmino que la revoluci¨®n ha preferido al de Primera Dama-, Cilia Flores, contin¨²an en Fuerte Tiuna, un sitio menos glamoroso pero al menos santificado con la predilecci¨®n del comandante desaparecido. Algunos l¨ªderes opositores se desga?itan denunciando la presencia de los descendientes de Ch¨¢vez en la residencia presidencial. Pero las popularmente denominadas infantas siguen haciendo valer un derecho hereditario que el Estado venezolano no se atreve a cuestionar.
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