El problema no es el f¨²tbol
A quien hay que exigir coherencia en la relaci¨®n entre eventos deportivos y derechos humanos es a las instituciones, a los gobiernos y a los medios de comunicaci¨®n, m¨¢s que a los equipos y los jugadores
El partido ¡°amistoso¡± entre la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol y la de Guinea Ecuatorial del pasado 16 de noviembre ha generado un considerable debate alrededor de la relaci¨®n entre el deporte y la pol¨ªtica. O al menos, entre la relaci¨®n de un equipo que acude a disputar un partido de f¨²tbol y el respeto a los derechos humanos del pa¨ªs que acoge el encuentro.
Sorprende que la cuesti¨®n aparezca con tanta fuerza cuando es un equipo de f¨²tbol el que participa y no cuando es un gobierno, unas empresas o unas administraciones los que viajan a firmar acuerdos en pa¨ªses de dudosa ¨¦tica. En la voluntad por dar un significado extraordinario al partido, se ha mencionado el reflejo ¡°cr¨ªtico¡± de la visita de la selecci¨®n en la prensa internacional. Pero la menci¨®n de la pol¨¦mica de la mayor¨ªa de estos medios no era una toma de posici¨®n o denuncia, sino que atend¨ªa a la l¨®gica informativa de las noticias trascendentes que ocurren en un pa¨ªs. Cuesti¨®n que no es menor cuando se habla de cualquier asunto relacionado con el f¨²tbol en Espa?a. As¨ª, en la cr¨®nica de Raphael Minder para el peri¨®dico The New York Times del 14 de noviembre, el corresponsal lo que hace es dar cuenta de las distintas posiciones al respecto y de las circunstancias del viaje del equipo de Vicente del Bosque.
Si un partido sirve para disfrutar durante un rato de una anomal¨ªa en
un paisaje de opresi¨®n, bienvenido sea
Cuando se habla de f¨²tbol y pol¨ªtica se hace referencia con cierta frecuencia a lo ocurrido alrededor del mundial de Argentina 1978. Aquel a?o, el evento internacional m¨¢s importante del f¨²tbol se utiliz¨® como escaparate del siniestro r¨¦gimen del general Jorge Rafael Videla. En aquellos d¨ªas, el periodista bonaerense Jos¨¦ Mar¨ªa Mu?oz era miembro de la Comisi¨®n Organizadora del Mundial y desde su puesto lleg¨® a pedir a los asistentes a los estadios que no tiraran papelitos de papel en las celebraciones ¡°porque pod¨ªan lesionar a alg¨²n jugador¡±. Muchos argentinos lo entendieron como un aviso para que no hubiera excesivo desmadre en las gradas y as¨ª facilitar el control de los espectadores. La propuesta de El Gordo Mu?oz tuvo una repercusi¨®n considerable porque se gener¨® una pol¨¦mica entre el periodista y el vi?etista del peri¨®dico Clar¨ªn Carlos Loiseau Caloi, que a trav¨¦s de su personaje Clemente se burl¨® de la propuesta. Una vez iniciado el campeonato, la mayor¨ªa del p¨²blico que se acerc¨® al estadio desoy¨® con profusi¨®n la recomendaci¨®n de Mu?oz.
Claudio Tamburrini era portero de f¨²tbol del Club Almagro de Argentina cuando fue detenido ilegalmente el 23 de noviembre de 1977 por un grupo de civiles armados que operaban a rebufo del r¨¦gimen de Videla. Encerrado y torturado en un centro de detenci¨®n ilegal llamado Mansi¨®n Ser¨¦, logr¨® escapar con tres compa?eros de cautiverio, evitando la fat¨ªdica suerte que sufrieron 30.000 compatriotas detenidos-desaparecidos. Tamburrini, que actualmente da clases de filosof¨ªa del deporte en la Universidad de Estocolmo, vivi¨® clandestinamente el mundial que se celebr¨® en su pa¨ªs, escondido en casa de unos desconocidos que le procuraron alojamiento tras fugarse. Solo abandon¨® su escondite coincidiendo con la victoria de Argentina en aquel mundial. De aquel momento de libertad pasajera, Tamburrini hace el siguiente an¨¢lisis: ¡°Recuper¨¦ la calle y al pueblo argentino le pas¨® lo mismo, porque hacia a?os que no se realizaba ninguna manifestaci¨®n p¨²blica. En el mundial por primara vez se pita a Videla cuando hace su discurso inaugural. La pasi¨®n por el f¨²tbol me hizo perder el miedo al aparato de seguridad y me hizo recuperar la calle y afirmar que la calle es m¨ªa y no de ellos¡±.
Al hilo del partido se han producido reiteradas denuncias en la prensa internacional sobre la falta de libertades, la corrupci¨®n y despotismo del r¨¦gimen de Obiang
Con la visita de la selecci¨®n a Guinea Ecuatorial lo m¨¢s que han rascado los periodistas de los ciudadanos de la excolonia espa?ola son declaraciones en las que los entrevistados por la calle prefieren no posicionarse sobre pol¨ªtica. Algo que ya de por s¨ª es significativo, pero adem¨¢s, al hilo del partido se han producido reiteradas denuncias en la prensa internacional sobre las condiciones de vida en el pa¨ªs, la falta de libertades, la corrupci¨®n y despotismo que caracteriza al r¨¦gimen de Teodoro Obiang. No es poco. Eso s¨ª, es probable que el Gobierno guineano, igual que ocurri¨® con Videla, tuviera cierto temor a que la masa pudiera devenir en oposici¨®n aprovechando el encuentro.
Lo explica muy bien el profesor de cultura virtual de la Universidad de Nueva York Douglas Rushkoff en su libro Coerci¨®n. Por qu¨¦ hacemos caso a lo que nos dicen. En un cap¨ªtulo referido al espect¨¢culo, se?ala: ¡°Cuanto m¨¢s reprimida se encuentra una cultura, m¨¢s reprimida est¨¢ su rabia. En las raras ocasiones en las que se nos permite desahogar esa energ¨ªa, somos transportados a un territorio emocional poco familiar. Nos sentimos vivos, como nunca antes nos hab¨ªamos sentido, y extra?amente honestos, como si hasta ahora hubi¨¦ramos estado viviendo una mentira¡±. En la l¨ªnea de lo que se?ala Rushkoff, el que deber¨ªa tener miedo ante un evento deportivo como el de la selecci¨®n en Guinea es el propio Obiang.
Tambi¨¦n estos d¨ªas se ha hablado del boicoteo internacional al r¨¦gimen de apartheid de Sud¨¢frica como ejemplo de las posibilidades democratizadoras del deporte. Pero la diferencia entre uno y otro ejemplo son sustanciales. El boicoteo a Sud¨¢frica fue una decisi¨®n que dur¨® de 1964 hasta 1994, y que fue oficialmente declarada por el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional en 1988. Algunas de las voces que ped¨ªan el boicoteo eran de dentro del pa¨ªs, algo que no parece ocurrir con Guinea, donde algunos opositores se han mostrado favorables a la disputa del partido, por cuanto visibiliza la situaci¨®n interna. La participaci¨®n deportiva de algunos equipos en Sud¨¢frica ¨Cpor ejemplo la ocurrida alrededor de la selecci¨®n de rugby de Nueva Zelanda, que en la d¨¦cada de los setenta se enfrent¨® a los Sprigbocks sudafricanos¨C gener¨® enorme controversia internacional y tambale¨® las relaciones institucionales de los ¨®rganos deportivos. Algo que no ocurre, lamentablemente, con Guinea Ecuatorial o con otros pa¨ªses de dudosa o nula reputaci¨®n democr¨¢tica. Es en ese sentido es en el que hay que interpelar desde la sociedad civil a los organismos deportivos para que alienten a decisiones conjuntas que, como en Sud¨¢frica, fuercen a gobiernos antidemocr¨¢ticos a procesos de cambio.
El presidente de la Liga lamenta que la selecci¨®n espa?ola juegue? en Guinea,? pero no dice nada de la designaci¨®n
de Catar como sede
del Mundial 2022
Ser¨ªa, por tanto, a los organismos internacionales a los que habr¨ªa que pedir una postura m¨¢s consecuente respecto a la relaci¨®n entre eventos deportivos internacionales y derechos humanos, m¨¢s que a los equipos y los jugadores. En este contexto de vac¨ªo no deja de sorprender la declaraci¨®n de Javier Tebas, presidente de la Liga de F¨²tbol Profesional, se?alando que ¡°Guinea no es el sitio m¨¢s afortunado para que la selecci¨®n espa?ola dispute un partido amistoso¡±, mientras no dice nada sobre la designaci¨®n por parte de la FIFA de Catar como sede del Mundial de 2022, del que solo ha comentado que ¡°apostar¨ªa porque se celebre en enero¡± ante las evidentes dificultades climatol¨®gicas de disputarse en verano. Un pa¨ªs, por cierto, que no se distingue precisamente por el respeto a los derechos humanos y las libertades individuales o colectivas.
En la previa al partido de la selecci¨®n, un periodista de una televisi¨®n p¨²blica espa?ola se?al¨®: ¡°El deporte esta por encima de todo¡±. No deber¨ªa ser as¨ª, pero la responsabilidad de un partido de f¨²tbol no es de los que saltan al c¨¦sped o a una cancha. Tampoco se les tendr¨ªa que exigir a ellos la defensa de los derechos humanos. A quien corresponde ese deber es a las instituciones, a los gobiernos y a los medios de comunicaci¨®n.
El Gordo Mu?oz fue el difusor del eslogan ¡°los argentinos somos derechos y humanos¡±. Lo hizo en 1979, al hilo de las denuncias de la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos de la OEA sobre los acontecimientos represivos que se produc¨ªan en Argentina. La frase la ide¨® el militar Guillermo Su¨¢rez Mason, m¨¢s conocido como el carnicero del Olimpo. Mu?oz a?os m¨¢s tarde se disculpar¨ªa por su vergonzante connivencia: ¡°Yo iba atado nada m¨¢s que al deporte, de manera que reci¨¦n ahora me entero de ciertas cosas; los periodistas que hacen pol¨ªtica, en cambio, estaban m¨¢s enterados que yo. Yo viv¨ªa para m¨ª, no ten¨ªa la experiencia de otros, no sab¨ªa¡¡± Si un partido sirve para disfrutar durante un rato de una anomal¨ªa en un paisaje de opresi¨®n, para tirar papelitos en contra de los deseos del gobernante o para abrir las calles al jolgorio, bienvenido sea. Al fin y al cabo, como dijo Vicente del Bosque antes de jugar contra Guinea: ¡°Somos deportistas, futbolistas. No venimos a derrocar a nadie ni a ir en contra de nadie. Venimos a extender nuestra marca y nuestro f¨²tbol¡±.
Jacobo Rivero es periodista y autor de El ritmo de la cancha (Clave Intelectual, 2012) y Alt¨ªsimo. Un viaje con Fernando Romay (Ediciones Turpial, 2013). En la actualidad prepara un libro junto con Claudio Tamburrini sobre ¨¦tica y deporte.
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