La independencia radical
Si se llevara al l¨ªmite el af¨¢n de echarle la culpa de todo al otro se llegar¨ªa a ese estadio de la civilizaci¨®n donde un hombre solo defiende lo suyo, con un palo, de otro hombre solo que quiere arrebatarle sus cosas
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Supongamos que Catalu?a consigue por fin independizarse de Espa?a. De entre todos los movimientos, ajustes y reacomodos que semejante parto entra?ar¨ªa, habr¨ªa uno, sobre el que se ha reflexionado poco, que deber¨ªamos empezar a tomar en cuenta: ?qu¨¦ har¨¢n los independentistas en un pa¨ªs que ya ha conseguido su independencia? Para empezar se quedar¨ªan de golpe sin objetivo, sin quehacer, sin su estrella polar, porque el independentismo funciona y tiene sentido en la medida en que la independencia todav¨ªa no se ha conseguido, porque una vez que esta se consuma, el pol¨ªtico independentista pierde su encanto y se convierte en un pol¨ªtico normal. ?Pero si uno se ha labrado una esforzada carrera de pol¨ªtico independentista ser¨¢ posible, de buenas a primeras, dejar de serlo para convertirse en un pol¨ªtico est¨¢ndar, de derecha o de izquierda, pero sin esa gran baza de la mercadotecnia pol¨ªtica que es la batalla permanente contra Espa?a? Esa gran baza pol¨ªtica que, aplicada a la inversa, funciona tambi¨¦n desde Madrid.
La independencia de Catalu?a se ve a lo lejos, en el horizonte, se encuentra en un estado que sus ap¨®logos han tenido la ocurrencia de bautizar como ¡°el proceso¡±: un tiro kafkiano en el pie. Una parte del establishment catal¨¢n trabaja en el proceso para conseguir la independencia pero, de momento, la independencia no existe, se trata de una idea que resulta m¨¢s ¨²til y c¨®moda como posibilidad, como pieza del futuro, que como parte del presente, porque aqu¨ª, hoy, el proceso se estrellar¨ªa contra la realidad y perder¨ªa ese encanto et¨¦reo que hace a la independencia tan atractiva, y tan indispensables a los l¨ªderes independentistas. Declaraciones aparentemente descabelladas como la que hizo Oriol Junqueras en el Parlamento Europeo, que como medida de presi¨®n, para que el Estado espa?ol tome en serio sus demandas, amenaz¨® con parar la econom¨ªa catalana durante una semana, cobran en este contexto otro sentido: parece que se trata de un pol¨ªtico que maniobra para no desnaturalizarse, para conservar su aura independentista y que, para mantenerse as¨ª, previsiblemente tirar¨¢ de la cuerda hasta que se rompa.
Girona, Tarragona y Lleida comenzar¨ªan pronto a sentirse asfixiadas por Barcelona
La independencia es m¨¢s hermosa de lejos, en el futuro. El caso se parece a la forma en que leemos el reloj en Catalu?a, la independencia y las horas comparten el mismo principio de irrealidad, no lidian con el tiempo presente, como se hace en la mayor¨ªa de los pa¨ªses; mientras en Madrid, o en M¨¦xico, o en Nueva York o en Par¨ªs, se lee ¡°la una y cuarto¡±, ¡°quarter past one¡± o ¡°une heure et quart¡±, en Barcelona la misma una y cuarto se lee ¡°un quart de dues¡±, ¡°un cuarto de dos¡±; no se suman minutos a la hora: se anuncia una fracci¨®n de ese tiempo que todav¨ªa no existe. Las dos de la tarde y la independencia son m¨¢s c¨®modas a lo lejos; si, hasta que dan las dos en punto, dir¨¢ usted, pero tendr¨¢ que reconocer que en el l¨¦xico horario catal¨¢n el presente tiene mucho menos presencia que el futuro.
Pero vayamos por un momento a las dos en punto del proceso y supongamos que la independencia de Catalu?a por fin se ha consumado, que por una grieta casi imperceptible de la legislaci¨®n comunitaria el nuevo Estado ha logrado quedarse en Europa y tambi¨¦n ha conseguido mantener el euro y a sus bancos dentro del sistema econ¨®mico, y que gracias a los buenos oficios de la diplomacia amateur se ha alcanzado un acuerdo para impedir el veto de Madrid y de Londres. Supongamos que, como ser¨ªa l¨®gico pensar, Barcelona se convierte en la capital del nuevo Estado europeo, en la ciudad desde la que, como es habitual en las capitales, se administra la Hacienda p¨²blica, la justicia y el sistema nacional de salud, la organizaci¨®n de la agricultura y la ganader¨ªa, del turismo y los lineamientos para establecer un restaurante, un hotel o una estaci¨®n de gasolina, en fin, que desde Barcelona donde, igual que sucede ahora, tendr¨¢n el president y sus ministros sus oficinas, se gobernar¨ªa, de manera inevitablemente centralista, la nueva naci¨®n catalana.
Pero el independentismo, como he sugerido m¨¢s arriba, no es una pulsi¨®n que desaparezca f¨¢cilmente, ni los pol¨ªticos independentistas cambian de color de un d¨ªa para otro y, m¨¢s pronto que tarde, las provincias de Girona, de Tarragona y de Lleida, comenzar¨ªan a sentirse asfixiadas por el control centralizado de Barcelona, sobre todo en lo tocante a la Hacienda p¨²blica y al reparto del dinero recabado en impuestos. Y llegar¨ªa el d¨ªa en que los agricultores de Tarragona y los criadores de cerdos de Girona har¨ªan ver a sus paisanos que, seg¨²n sus c¨¢lculos, pagan a la Hacienda barcelonesa m¨¢s dinero del que reciben y entonces echar¨ªan mano de una vieja, y muy efectiva, muletilla popular que se usaba a principios del siglo XXI, y que concentraba toda la frustraci¨®n y el reconcomio que sent¨ªan las provincias frente al poder centralista de la capital; una muletilla que, puesta al d¨ªa, dir¨ªa: ¡°Barcelona nos roba¡±. Y con ese grito de guerra comenzar¨ªan un nuevo, y m¨²ltiple, proceso independentista, Girona, Tarragona y Lleida, se independizar¨ªan de Barcelona y desde luego una provincia de la otra porque, bien mirado el asunto, ?qu¨¦ tendr¨¢ que ver un leridano con un tarraconense o con un se?or de Girona?, ?no le parece a usted que son pa¨ªses radicalmente distintos con su propia historia y con su singular, e intransferible, identidad?, una idea tambi¨¦n importada de principios del siglo XXI cuando los catalanes, todav¨ªa bajo el f¨¦rreo control del Estado espa?ol, se preguntaban, ?y qu¨¦ tendremos que ver los catalanes con los espa?oles?
?A santo de qu¨¦ va ser uno solidario con todas esas personas que ni siquiera conoce?
Una vez separada en cuatro la antigua Catalu?a, la convicci¨®n de que ¡°Barcelona nos roba¡± empezar¨ªa a hacer mella en las comarcas barcelonesas del Bajo Llobregat, del Garraf, del Maresme y del Vall¨¦s Occidental y todas a una, estas y tambi¨¦n las dem¨¢s comarcas, comenzar¨ªan su proceso de independencia, para hacerse cargo ellos mismos de su propio dinero recabado con sus impuestos, y para gestionar, a niveles hist¨®ricos, antropol¨®gicos y filol¨®gicos, ese factor diferencial que los hace ¨²nicos, que permite distinguir, tan f¨¢cilmente como lo hace uno con la oscuridad y la luz, con el hielo y el fuego, a un se?or de Rub¨ª de uno de Alella.
Una vez independizadas las comarcas de Barcelona capital, y tambi¨¦n unas de las otras, en la ciudad comenzar¨ªa a crecer una inquietud elemental, ?por qu¨¦ un vecino de la zona alta de la ciudad, de Sant Gervasi, de Sarri¨¢ o de Pedralbes, tiene que pagar m¨¢s impuestos que un vecino del Ensanche o de El Raval?, y estos, a su vez, se preguntar¨ªan exactamente lo mismo sobre la infamia intolerable que supone pagar m¨¢s impuestos que los vecinos de Nou Barris. ¡°Barcelona nos roba¡±, dir¨ªan todos y montados en esta idea, que ya para entonces ser¨ªa un cl¨¢sico inamovible, echar¨ªan a andar un proceso independentista para que cada barrio tuviera el control de sus impuestos y de su econom¨ªa, porque ?a santo de qu¨¦ va ser uno solidario con todas esas personas que ni conoce, ni tienen nada que ver con uno? Porque desde luego habr¨ªa que reconocer, que as¨ª como entre un espa?ol y un catal¨¢n hay diferencias abismales, casi como las hay entre un hombre de Rub¨ª y otro de Alella, tambi¨¦n existe ese diferencial hist¨®rico, antropol¨®gico, filol¨®gico y hasta filos¨®fico, entre un se?or de Sant Gervasi y uno de Nou Barris. Y a partir de entonces se disparar¨ªa la independencia at¨®mica, dentro de cada barrio se independizar¨ªan unas manzanas de las otras, y dentro de estas se ir¨ªan independizando por edificios, y luego por pisos, y as¨ª hasta llegar a la independencia radical, hacia ese estadio de la civilizaci¨®n donde un hombre solo defiende lo suyo, con un palo, de otro hombre solo que quiere arrebatarle sus cosas.
Jordi Soler es escritor. @jsolerescritor
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