Un mal actor

Hay pocas an¨¦cdotas tan simb¨®licas como esa delirante, inaudita traducci¨®n a la nada de Jantjie, el falso int¨¦rprete de signos del funeral de Mandela. El hombre se intent¨® justificar aduciendo que padece esquizofrenia; qu¨¦ bueno que haya ni?os para cargarles la culpa de los adultos, dice un refr¨¢n; qu¨¦ bueno que haya supuestos ¡°locos¡± para que sirvan de chivo expiatorio. Al parecer es cierto que Jantjie sufre un trastorno mental y, de hecho, su pat¨¦tica actuaci¨®n es una met¨¢fora conmovedora de la locura, puesto que lo que llamamos locura es, sobre todo, la imposibilidad radical de que alguien te entienda. Pero su enfermedad no explica nada; no es un int¨¦rprete profesional, ya fue denunciado como un fraude en 2011 por la Asociaci¨®n de Sordos y lo alucinante es que alguien lo eligi¨®, lo contrat¨®, lo puso all¨ª, expuesto a las miradas de todo el planeta, para hacer sus payasadas inveros¨ªmiles dignas de Monty Python. Es inevitable sospechar que hay alg¨²n tipo de corrupci¨®n detr¨¢s.

Pero lo m¨¢s impactante es la sensaci¨®n de que esa escena apote¨®sicamente absurda es una clara representaci¨®n de la realidad. Ah¨ª est¨¢ toda la pompa del mundo, la gloria y el poder, las pretensiones de orden, siendo fosfatinadas por ese traductor intraducible y grotesco. Me vienen ahora a la mente, por ejemplo, los miles de familias desahuciadas que, tras perderlo todo, siguen quedando presas de sus bancos: ?no es impensable, inadmisible? Quiero decir que lo absurdo es lo real. La foto de Obama y Jantjie codo con codo es la comprobaci¨®n de que este mundo carece de sentido. Ya lo dicen los c¨¦lebres, bell¨ªsimos versos de Macbeth: ¡°La vida es una sombra que pasa, un mal actor que se agita y pavonea en sus minutos sobre el escenario y que luego desaparece; es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa". Justo lo que vimos en el funeral de Mandela.