Hechos y derechos
Cuesta saber de d¨®nde saca el Gobierno esa implacable doctrina sobre el aborto
Volver a hablar sobre la interrupci¨®n voluntaria del embarazo cansa, es agobiante. Se parece a S¨ªsifo arrastrando una piedra hasta la cima. La piedra cae, y as¨ª, sucesivamente. Desear¨ªamos que nos dejaran en paz, que se olvidaran de nosotros. Si el Estado ha de entrometerse que lo haga en cualquier rinc¨®n en donde haya miseria, repartiendo con equidad los recursos o creando las condiciones para que seamos lo m¨¢s felices posible. Pero que no se meta en nuestra vida y en nuestro cuerpo. No lo ha entendido el que tenemos encima porque se est¨¢ metiendo hasta en la cama. Como diosecillo se empe?a en reprimir ahora, con una zafiedad que espanta, el aborto, por regulado, controlado y humanizado que sea.
Que en el anteproyecto de Gallard¨®n ha influido decisivamente la Iglesia, y m¨¢s concretamente, los sectores m¨¢s reaccionarios, no cabe la menor duda. No s¨¦ qu¨¦ es lo que les deben. Lo que s¨¦ es que mandan y se imponen. Cuesta saber de d¨®nde ha sacado esa implacable doctrina. En la Biblia solo se pueden encontrar frases muy vagas que, por lo general, condenan la dispersi¨®n del semen, no el aborto. Y mucho menos ponen un l¨ªmite a partir del cual podamos hablar de un humano hecho y derecho. En realidad late detr¨¢s de esta obsesi¨®n antiabortista la idea precient¨ªfica del fil¨®sofo Arist¨®teles y seg¨²n la cual el hombre es el principio activo, mientras que la mujer es ¨²nicamente receptiva, una especie de materia prima. De ah¨ª al mito del hom¨²nculo, un ser completo desde el inicio solo que en miniatura, solo hay un paso. El colmo de esta manera de pensar y en la que se mezcla reproductivismo sin placer con machismo a ultranza lo podemos encontrar en 1588 con el papa Sixto V, quien en una bula impon¨ªa la excomuni¨®n a la masturbaci¨®n; es decir, a casi todo el mundo.
Estamos ante un proceso, y no ante un comienzo absoluto. Lo que est¨¢ en potencia podr¨ªa ser, pero no es
No deja de ser curioso que te¨®logos m¨¢s imaginativos en lo que ata?e al desarrollo del embri¨®n, como es el caso de Tom¨¢s de Aquino, reparen que estamos ante un proceso y no ante un comienzo absoluto que, por cierto, no se da en ning¨²n lugar en la naturaleza. Por eso el embri¨®n pasa por un alma vegetativa, al igual que una planta; le sucede luego un alma animal con nutrici¨®n y sensaciones para, finalmente, y en estado avanzado, recibir el alma racional por parte del buen Dios. Este cuadro, tan infantil pero m¨¢s acorde con el fluir de la vida, ha servido a algunos cat¨®licos contempor¨¢neos, como el franc¨¦s J. Maritain, para presentar el aborto de una manera m¨¢s tolerante y menos r¨ªgida. Ser¨¢ muy tarde, concretamente en el siglo XIX, cuando los cat¨®licos romanos se empe?en en afirmar que en la mism¨ªsima concepci¨®n, concepto confuso donde los haya y que mezcla muchas cosas, existe un ser humano como usted y como yo. Y desde entonces se han agarrado a una extra?a ¡°maculada concepci¨®n¡± como a un clavo ardiendo.
Las causas de esta actitud podr¨ªan ser varias. Por ejemplo, el prejuicio ideol¨®gico de un principio absoluto, o la superstici¨®n de un instante m¨¢gico en donde la acci¨®n divina desciende al vientre de la mujer como el rayo de J¨²piter. Todos sabemos, y es de cultura general, que durante 24 horas los cromosomas del padre y de la madre permanecen separados. Si la fuerza casi milagrosa de la concepci¨®n se produce en la singamia, uno no puede por menos de sentirse pasmado. Un elemental¨ªsimo hecho se convertir¨ªa en toda una creaci¨®n. Casi como dioses.
Si continuamos con los hechos distingamos los externos y los internos a favor del aborto. Un conjunto considerable de premios Nobel, un conjunto no menos considerable de academias cient¨ªficas y cient¨ªficos de toda condici¨®n han escrito y defendido el uso embrionario de las c¨¦lulas madre contenidas en la etapa de blastocistos cuando el embri¨®n consta de poco m¨¢s de 100 c¨¦lulas. Por no hablar de lo que sucede en Europa. En Italia se puede abortar a las 12 semanas mientras que se llega a las 24 en Holanda o en Reino Unido. Es ese arco se mueven los pa¨ªses de nuestro entorno y es de suponer que no se trata de unos pa¨ªses llenos de perversos.
Los pa¨ªses de nuestro entorno tienen legislaciones de plazos con l¨ªmites razonables
Si de lo externo pasamos a lo interno, conviene recordar que la vida surge en cascada, desde unas c¨¦lulas indiferenciadas hasta que, si hay suerte, venga un beb¨¦ a este mundo. Hoy, insistamos en ello, es imperdonable desconocer que solamente un 60% de tales blastocistos se implantan, o que solo entre las seis y ocho semanas podemos hablar de feto o que es a las 12 semanas cuando empieza a crecer la corteza cerebral sin que eso implique que existan se?ales neurol¨®gicas. Y, desde luego, estar¨ªa de m¨¢s se?alar los muchos pasos que van desde la singamia hasta esa especie de gemelo que es el trofoblasto. De proceso hablamos y eso es lo decisivo. Por eso ah¨ª se incrusta a nuestro favor el argumento de la potencialidad. Lo que est¨¢ en potencia podr¨ªa ser, pero no es. Yo podr¨ªa haber sido Einstein, pero no lo soy. La noci¨®n de potencia se utiliza con distintos significados seg¨²n las materias, solo que aqu¨ª se quiere decir algo claro: lo que permanece en potencia no tiene por qu¨¦ recibir los honores de lo que ha pasado a acto. Todo lo dem¨¢s es embadurnar la cuesti¨®n. Que muchos unos den lugar a mil no quiere decir que uno es igual a mil. Y que de un huevo salga un pollo no quiere decir que cuando me como un huevo me como un pollo.
Otro de los seudoargumentos contra el aborto se fija en que este no es un derecho. Por supuesto que se puede discutir ad n¨¢useam qu¨¦ es un derecho, pero pocos negaran que los derechos humanos, por dif¨ªcil que sea fundamentarlos, forman parte de nuestro patrimonio. Tales derechos se especifican despu¨¦s, y en lo que ata?e al aborto, es la madre, y no un ser extra?o, la que engendra y porta a quien puede llegar a nacer. Como se puede conceder que la actitud de la madre respecto a lo engendrado no puede ser la misma al mes de la gestaci¨®n que a los ocho meses de embarazo. De ah¨ª la necesidad de poner un l¨ªmite razonable, que es lo que han hecho las legislaciones antes citadas. Nada digamos de la indefensi¨®n en la que quedar¨ªan muchas mujeres y a las que debemos aplicar, en justicia, los derechos socioecon¨®micos. Respecto al tema de las malformaciones uno solo puede imaginar dureza de coraz¨®n. Se obliga a que alguien al que, cosa obvia, no se le ha pedido permiso, venga a este mundo aunque su existencia sea la m¨¢s penosa que se pueda pensar. Realmente terrible.
Acabo ya. Naturalmente que evitar abortos es una tarea de importancia y que a todos ata?e. De ah¨ª que no est¨¦ de m¨¢s insistir en la prevenci¨®n. La prevenci¨®n se inscribe en una sensata y continuada educaci¨®n sexual. Y, cosa que no se debe olvidar, es decisivo el respeto a todos y el evitar da?os a terceros. Nada de eso, sin embargo, empa?a lo anteriormente dicho. Lo ¨²nico que empacha nuestras vidas es que otros quieran salvarnos, en el cielo o en la tierra.
Javier S¨¢daba es fil¨®sofo.
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