Lecciones en el aire
No deber¨ªamos anticipar el fracaso de las negociaciones para la cumbre del cambio clim¨¢tico de 2015. La extensi¨®n del progreso tecnol¨®gico y las ense?anzas de los horrores de tiempos pasados facilitan el camino
Hace tiempo escuch¨¦ a una joven israel¨ª contar que el sue?o de todos los ni?os de Oriente Pr¨®ximo es ser quienes redacten el texto del acuerdo de paz entre Israel y Palestina. Mientras, la historia y su versi¨®n diaria, la actualidad, se nos muestran llenas de batallas y atentados, resulta bonita la idea de que haya ni?os so?ando con las palabras?que deber¨¢n escribirse para hacer posible la convivencia sobre una regi¨®n, un pa¨ªs. De modo un tanto semejante, cuando el asunto del cambio clim¨¢tico provocado por el ser humano corre el riesgo de convertirse en un eco sordo del presente ¡ªel deshielo del ?rtico, el retroceso de los glaciares, los fen¨®menos extremos¡ª, ante el que no sabemos qu¨¦ hacer o esperar, tal vez sea ¨²til revisar qu¨¦ principios podr¨ªan firmar los grandes pa¨ªses industrializados para detener este gigantesco experimento con el planeta. Las cumbres que se iniciaron en R¨ªo de Janeiro en 1992 deben culminar, seg¨²n la meta fijada en la cumbre de?Durban, con un acuerdo vinculante en Par¨ªs en 2015. O fracasar.
Anticipar que las negociaciones de los pr¨®ximos dos a?os deparar¨¢n m¨ªnimos compromisos decepcionantes ser¨ªa subestimar la capacidad de adaptarse a los l¨ªmites que ha caracterizado la aventura humana. Hace apenas 50 a?os, los f¨ªsicos preve¨ªan que las emisiones antropog¨¦nicas de di¨®xido de carbono no alterar¨ªan nunca la composici¨®n de la atm¨®sfera porque ser¨ªan absorbidas por los oc¨¦anos. Un geoqu¨ªmico norteamericano, Charles Keeling, sin embargo, se obstin¨® en verificar si lo que la mayor¨ªa opinaba era o no cierto. Sus primeras mediciones probaron que el CO2 se estaba acumulando en la atm¨®sfera, tendencia que se ha mantenido constante en este medio siglo; as¨ª, mientras en 1959, Keeling midi¨® una concentraci¨®n de 316 partes por mill¨®n (ppm), el pasado verano fue noticia la superaci¨®n del umbral de 400 ppm. Lejos de ese aire puro, a ras del tortuoso terreno de los intereses humanos, las cuestiones de la energ¨ªa se antojan en cambio demasiado complejas para desanudarlas en an¨¢lisis sencillos: apenas hace falta subrayar que la inestabilidad de muchos territorios es imposible de entender sin una conjunci¨®n de petr¨®leo y armas; o que las dificultades de los Gobiernos para regular de manera equilibrada los mayores precios de la energ¨ªa, sin alimentar rentas de grupos de presi¨®n nacionales, son comunes a numerosos pa¨ªses.
China no va a crecer siempre con un parque de generaci¨®n propio de la Inglaterra de Dickens
Las esperanzas de un compromiso para detener nuestro experimento con el ¨²nico planeta conocido con vida, residen en planear las inversiones energ¨¦ticas de las pr¨®ximas dos d¨¦cadas para no superar los 450 ppm de CO2 en la atm¨®sfera. Las grandes decisiones para esta senda 450 son sabidas: regular los est¨¢ndares de consumo en autom¨®viles, electrodom¨¦sticos o iluminaci¨®n, restringir el uso de las plantas de carb¨®n m¨¢s antiguas, desarrollar las energ¨ªas renovables o reducir las fugas de metano en la producci¨®n de petr¨®leo y gas. Avances de ese tipo constituyen, de hecho, hitos naturales en el crecimiento econ¨®mico: las f¨¢bricas de un pa¨ªs atrasado comienzan usando el barato carb¨®n local, hasta que su propio ¨¦xito les permite instalar maquinaria y hornos para procesos m¨¢s modernos; un pa¨ªs que sale de la miseria puede considerar inevitable la poluci¨®n urbana o los abusos de los poderes f¨¢cticos, pero antes o despu¨¦s se llega a situaciones insostenibles y surgen corrientes ciudadanas que reclaman un desarrollo equilibrado y bienes p¨²blicos ¡ªaire limpio, derecho al debate¡ª que vayan m¨¢s all¨¢ de asegurar un sustento y un techo. Una sociedad progresa cuando se hace m¨¢s humana, por m¨¢s que ese esperanto tecnocr¨¢tico que vela muy diversos conflictos contempor¨¢neos haga olvidarlo a veces.
Que las grandes decisiones sean simples no quiere decir que sean f¨¢ciles de acordar, ni de explicar, evidentemente. Suponen condicionar elecciones sobre qu¨¦ tipo de riqueza se quiere crear: coches modernos con menos consumo o tartanas que se abaraten lo m¨¢ximo; industrias con humo negro o blanco; casas con compresores de aire eficientes o que derrochen energ¨ªa. A pesar de que, para cierta mentalidad, el desarrollismo implique asumir expolios ambientales, en realidad la extensi¨®n del progreso tecnol¨®gico facilita el camino y ensancha las posibilidades: a la industria del autom¨®vil no le ha dado por producir seiscientos cada vez m¨¢s baratos, sino coches cada vez m¨¢s verdes y sofisticados. China no va a seguir creciendo siempre con un parque de generaci¨®n propio de la Inglaterra de Dickens; y el hecho de que sus nuevas clases medias aspiren a tener electrodom¨¦sticos y confort no quiere decir que no existan alternativas para que lo consigan sin consumar la transformaci¨®n irreversible del aire de la Tierra, seg¨²n muestran las proyecciones de la Agencia Internacional de la Energ¨ªa.
EE UU paralizar¨¢ pr¨®ximamente
Quiz¨¢s la mayor dificultad para forjar un acuerdo global hacia la senda 450 resida en que se trata de repartir la carga de las reducciones de CO2, que es tanto como decir compartir sensatamente el aire del mundo. Llegado ese momento del reparto, China opone dos protestas ante EE?UU y Europa: que ella no ha creado el problema, o no en su mayor parte, y que su econom¨ªa a¨²n emite un CO2 medio per capita muy inferior a Occidente. El primer argumento es razonable y se puede resolver con una metodolog¨ªa proporcional: por ejemplo, aunque China, EE?UU y la Uni¨®n Europea representen hoy el 27%, el 17% y el 12% de las emisiones globales, respectivamente, si se toman en cuenta las toneladas de di¨®xido acumuladas en los ¨²ltimos 50 a?os, esos porcentajes cambian al 13%, China; 25%, Estados, Unidos, y 19%, Uni¨®n Europea. Parece razonable, pues, que China realice un esfuerzo de reducci¨®n proporcional, que sea, digamos, la mitad que EE?UU o Europa, aunque sea el mayor emisor hoy. En cambio, la idea de que la baja emisi¨®n per capita justifique en s¨ª evitar un compromiso no resulta convincente ni manejable, porque comparar la renta per capita que los pa¨ªses alcanzan en distintas ¨¦pocas del progreso y tratar de igualarlas, por mucho que suene atractivamente justo, significar¨ªa ir contra la realidad de la velocidad hist¨®rica diferente que ha tenido el avance econ¨®mico en distintos continentes.
La consecuci¨®n de un acuerdo internacional no deber¨ªa suponerse demasiado compleja para ser posible. Numerosas pol¨ªticas nacionales ya van en la direcci¨®n correcta, solo que todav¨ªa no con el impulso global suficiente. Es el principio de ¡°desarrollo igual a contaminaci¨®n¡± el que est¨¢ equivocado, no el de que ¡°es posible un acuerdo sobre tecnolog¨ªas existentes y principios de proporcionalidad¡±.
Los pr¨®ximos dos a?os de negociaciones ante la cumbre de Par¨ªs estar¨¢n marcados por varios momentos cr¨ªticos: la Administraci¨®n de Obama aprobar¨¢ en junio de 2014 la regulaci¨®n que paraliza la construcci¨®n de nuevas centrales de carb¨®n en EE?UU y presentar¨¢ su crucial propuesta sobre las centrales existentes; China continuar¨¢ implementando un plan de choque anticontaminaci¨®n en grandes urbes, mantendr¨¢ un foro bilateral con EE?UU sobre asuntos ambientales y fijar¨¢ las directrices energ¨¦ticas de su pr¨®ximo plan quinquenal; la Uni¨®n Europea aprobar¨¢ en el Consejo de este marzo el compromiso de reducci¨®n de CO2.
La Nobel Rita Levi afirmaba, con desarmante sencillez, que los grandes horrores del siglo?XX se explicaban en ¨²ltima instancia porque nuestra especie segu¨ªa comport¨¢ndose mayoritariamente desde la reactividad del l¨®bulo l¨ªmbico: la regi¨®n del cerebro, com¨²n a los mam¨ªferos, donde residen los impulsos primarios b¨¢sicos, como el hambre, el territorio o el miedo. Es el desarrollo del neoc¨®rtex, explicaba la neur¨®loga italiana, lo que nos dio acceso al conocimiento, al bien y al mal, a la cultura, y nos hace relacionar pasado y presente y proyectar el futuro. Rita Levi apelaba al optimismo de dar a cada persona la posibilidad de ser su mejor versi¨®n, porque, dec¨ªa, ¡°si asumimos una visi¨®n catastrofista del ser humano, estamos acabados¡±. De si hemos aprendido las lecciones de los horrores del siglo?XX y de los desequilibrios de este siglo?XXI depender¨¢, en esa cita de la humanidad en Par¨ªs, el aire de nuestro mundo.
Emilio Trigueros es qu¨ªmico industrial y especialista en mercados energ¨¦ticos.
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