El gran malestar
La mayor¨ªa de la poblaci¨®n cree que las leyes est¨¢n concebidas para beneficiar a los ricos
En las reacciones ciudadanas ante el conflicto urban¨ªstico de Gamonal y ante la privatizaci¨®n de la sanidad madrile?a ¡ªambos, dos tremendos fracasos para sus responsables, el alcalde de Burgos y el Gobierno de la Comunidad de Madrid, respectivamente¡ª ha habido sendas percepciones que se han repetido con gran frecuencia. La primera, las de los que dec¨ªan ¡°no nos escuchan¡±, que refleja la enorme distancia que en muchas ocasiones se est¨¢ dando entre la gente y sus representantes. La segunda, la de quienes declaran que muchas de las decisiones pol¨ªticas y de las normas que se adoptan est¨¢n fabricadas para favorecer a ¡°los otros¡±, a los que se identifican con los ricos (en Burgos, aparcamientos para pudientes; en la sanidad, la salud como negocio privado).
"No nos escuchan" y "gobiernan para los ricos", las percepciones que m¨¢s se repiten
Esta segunda percepci¨®n conecta con la parte m¨¢s pol¨ªtica del reciente informe sobre la desigualdad en el mundo hecho p¨²blico por la organizaci¨®n no gubernamental Oxfam y titulado intencionadamente Gobernar para las ¨¦lites. En ¨¦l se explica que los sondeos de Oxfam confirman esta tendencia: que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n cree que las leyes y normativas actuales est¨¢n concebidas para beneficiar a los ricos. Una encuesta realizada en seis pa¨ªses (Espa?a, Brasil, India, Sud¨¢frica, Reino Unido y EE UU) lo pone de manifiesto. En nuestro pa¨ªs, ocho de cada 10 personas est¨¢n de acuerdo con la afirmaci¨®n, lo que da lugar a una apropiaci¨®n de los procesos pol¨ªticos y econ¨®micos por parte de las ¨¦lites econ¨®micas.
Este es el germen de lo que el profesor italiano Carlo Galli denomina ¡°el malestar de la democracia¡± (libro del mismo t¨ªtulo en Fondo de Cultura Econ¨®mica). Ese malestar tiene dos elementos: el subjetivo, el del ciudadano, que se concreta en desafecci¨®n, indiferencia cotidiana, aceptaci¨®n pasiva, y el objetivo, que se concreta en la inadecuaci¨®n de las instituciones para cumplir sus promesas, para estar a la altura de sus objetivos, para otorgar a todos igual libertad, iguales derechos e igual dignidad.
Seg¨²n Galli, no hay un rechazo ¡°contra¡± la democracia, puesto que mientras que la democracia real est¨¢ en crisis, la democracia como ideal es exigida en casi todas partes. Sus presupuestos l¨®gicos y los valores que representa no son impugnados, sino que se cuestionan sus reglas y sus instituciones, y sus prestaciones son decepcionantes para un n¨²mero cada vez mayor de personas.
El ¡°no nos escuchan¡± y el ¡°gobiernan para los ricos¡± no ha llevado a¨²n a la incertidumbre de tener que elegir entre dos opciones pol¨ªticas diferentes, sino a la insatisfacci¨®n que produce la democracia al estar unida a la sospecha de que no existen alternativas mejores a la misma. Pero cuando la crisis econ¨®mica pase a segundo plano, todas estas debilidades del sistema emerger¨¢n en primera instancia. El malestar de la democracia va acompa?ado por la idea de que estamos siendo enga?ados, una idea t¨ªpica del siglo XX que se ha extendido al XXI.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.