S¨¢lvese quien pueda
Mariano Rajoy habla durante la sesi¨®n 68 de la Asamblea General de las Naciones Unidas- (EFE)
No se ganan elecciones arreglando pa¨ªses que tus votantes no sabr¨ªan situar en el mapa. Con este axioma electoral bajo el brazo, el Partido Popular ha rematado el trabajo que comenzaron sus predecesores y ha convertido la Cooperaci¨®n Espa?ola en lo m¨¢s parecido a un buen recuerdo. Entre 2010 y 2012 los presupuestos de la ayuda cayeron un 67%, catapultando a Espa?a al tercer lugar por la cola de los donantes de la OCDE y poniendo fin a programas que hasta hace poco constitu¨ªan un sello de identidad de nuestra presencia en el mundo.
El destrozo se justifica en p¨²blico y en privado con id¨¦nticos argumentos: nuestro pa¨ªs cooperaba hasta ahora por encima de sus posibilidades y el recorte responde al mismo ajuste presupuestario que han tenido que realizar otras econom¨ªas castigadas por la crisis. Los hechos, sin embargo, sugieren una interpretaci¨®n menos benevolente. Con excepci¨®n de per¨ªodos puntuales, el esfuerzo relativo de Espa?a en este campo ha estado sistem¨¢ticamente por debajo de la media de los pa¨ªses europeos (ver gr¨¢fico 1). Lo que es m¨¢s significativo, la ayuda espa?ola ha sufrido durante los ¨²ltimos a?os un castigo desproporcionado si se compara con pa¨ªses como Irlanda, Portugal o Italia, donde las reducciones de la cooperaci¨®n no han estado muy por encima del recorte medio del gasto (ver gr¨¢fico 2). Todos PIGS, pero unos m¨¢s que otros.
Si hab¨ªa alternativas, se trata entonces de una opci¨®n pol¨ªtica con la que el Gobierno extiende al resto del mundo la misma receta del 's¨¢lvese quien pueda' que aplica en casa. Pero el aislacionismo es un juego peligroso. Nuestro pa¨ªs hab¨ªa encontrado en la solidaridad internacional una fuente de prestigio barata y eficaz que compensa sus carencias en otros ¨¢mbitos, como el militar. Ese modelo se tambalea ahora, negando la salud y la educaci¨®n a centenares de miles y amenazando de paso importantes objetivos econ¨®micos y pol¨ªticos de Espa?a en el exterior, como la silla en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El da?o es grave, pero no irreparable. Para reconstruir nuestra maltrecha reputaci¨®n basta con hacer, por una vez, lo que prometi¨® el Presidente Rajoy en la ¨²ltima Asamblea General de la ONU, volviendo ¡°a apoyar estos esfuerzos [de lucha contra la pobreza] con una gran inversi¨®n en cooperaci¨®n al desarrollo generosa, inteligente y eficaz¡±. La generosidad pasa, en primer lugar, por recuperar la capacidad presupuestaria. Nuestra cooperaci¨®n debe aspirar a situarse en el medio plazo en el nivel general del conjunto de la Uni¨®n Europea, que en 2012 rond¨® el 0,40% del PIB. Para lograr este objetivo, Espa?a deber¨ªa garantizar que en 2014 no habr¨¢ nuevos recortes y establecer un calendario de incrementos lentos pero continuados (y previsibles) de la ayuda a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada. Para ello puede apoyarse en mecanismos alternativos de financiaci¨®n como la nueva Tasa a las Transacciones Financierasaprobada por la UE,que podr¨ªa llegar a generar en Espa?a hasta 5.000 millones de euros anuales. O, siendo menos sofisticados, en cancelar ruinosos programas de armamento como el de los submarinos no flotantes.
Pero el Presidente tiene raz¨®n cuando dice que no todo es cuesti¨®n de dinero, sino tambi¨¦n de c¨®mo se utiliza. La Cooperaci¨®n Espa?ola necesita de forma desesperada una reforma institucional que ponga orden en el gasto y desarrolle estrategias de verdadero impacto contra la pobreza. Ni se puede sostener la dispersi¨®n de la ayuda en m¨¢s de un centenar de pa¨ªses, como ocurr¨ªa hasta hace poco, ni se puede esperar que una administraci¨®n rid¨ªculamente infradotada como la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n gestione de manera adecuada miles de millones de euros y ofrezca resultados tangibles a las poblaciones que los reciben y a los ciudadanos que los pagamos.
Tal vez esa rendici¨®n de cuentas ayude a establecer v¨ªnculos m¨¢s s¨®lidos entre la cooperaci¨®n y la opini¨®n p¨²blica. Sabemos que buena parte de la sociedad simpatiza sobre el papel con los valores de la solidaridad internacional, pero el impacto de la crisis en Espa?a ha enfriado el entusiasmo real por los programas de ayuda. Sus l¨ªderes -empezando por el ministro Margallo- pueden contribuir a recuperarlo asumiendo su responsabilidad y defendiendo abiertamente la importancia de estos recursos, su impacto en las poblaciones afectadas y los beneficios que reporta a Espa?a.
As¨ª que la cuesti¨®n es mucho m¨¢s simple de lo que parece. Si fueron capaces de encontrar 52.000 millones de euros para salvar a un pu?ado de entidades financieras y gestores que ya han empezado a hacer caja de nuevo, seguro que pueden encontrar una peque?a parte de ese dinero para rescatar los programas de ayuda que tanto ha hecho por la dignidad y los intereses de nuestro pa¨ªs. Y en eso s¨ª que coincidir¨¢n la mayor parte de los espa?oles.
[Pueden encontrar una versi¨®n desarrollada de estos argumentos en mi informeAhora no podemos parar: razones para reconstruir la ayuda espa?ola, que ha publicado recientemente UNICEF Comit¨¦ Espa?ol. LOs gr¨¢ficos han sido elaborados por Esteve Boix.]
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