Patata caliente
Descartada una crisis en el PP sobre el aborto, el Gobierno deber¨ªa reconsiderar la reforma
Nadie en su sano juicio pod¨ªa esperar la derrota de un Gobierno sostenido por una mayor¨ªa absoluta parlamentaria, ni en la cuesti¨®n del aborto ni en ninguna otra. La disciplina de voto, que es la base que vertebra las organizaciones pol¨ªticas en Espa?a, ha funcionado sin dificultad alguna, incluso en votaci¨®n secreta. El Partido Popular sale intacto de la prueba de fuerza ensayada por la oposici¨®n y sin duda esta continuar¨¢ con sus intentos de torpedear la reforma de la ley del aborto, de modo que las espadas contin¨²an en alto.
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Por eso conviene dar un valor relativo a la victoria del Grupo Popular sobre las diferentes minor¨ªas ¡ªla socialista entre ellas¡ª que pugnaban por bloquear la reforma en cuesti¨®n. Simplemente, los profesionales de la pol¨ªtica han vuelto a hacer lo que sus jefes esperan de ellos: asegurar el sentido del voto y lograr que no se manifiesten las desavenencias entre correligionarios. Esto explica que una diputada como Celia Villalobos, opositora al proyecto, reconozca que vot¨® el martes contra la iniciativa del PSOE y a?ada que la unanimidad mostrada por el PP en el Congreso ¡°por supuesto, no es real¡±.
Cuesti¨®n distinta es el precio que le est¨¢ costando al PP la operaci¨®n impulsada por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallard¨®n. Sus razones siguen siendo oscuras, m¨¢s all¨¢ de las referencias al cumplimiento de una promesa electoral. Negar a las mujeres el derecho a decidir sobre la interrupci¨®n de su embarazo, dentro de unos plazos, desaf¨ªa el sentir mayoritario de la sociedad espa?ola. Tampoco contribuyen a aclarar las dudas argumentos extravagantes, como los beneficios econ¨®micos que pueden extraerse del mayor n¨²mero de embarazos, si se limita el de abortos. Prohibirlos incluso en casos de graves malformaciones del feto ¡ªsalvo que supongan un riesgo cierto para la salud ps¨ªquica de la madre¡ª, es muy dif¨ªcil de asumir m¨¢s all¨¢ de ciertos c¨ªrculos confesionales.
Todo ello significa que la patata caliente contin¨²a en manos del Gobierno. El anteproyecto de ley sobre la interrupci¨®n del embarazo no ha llegado todav¨ªa al Congreso, a falta de una serie de informes que son preceptivos antes de dar ese paso. En todo caso, la decisi¨®n definitiva corresponde a Mariano Rajoy. El Gobierno corre un notable riesgo si finalmente cede a las preocupaciones de una franja del electorado popular, que tiene atravesada la ley actual porque fue promovida por el Gobierno de Zapatero. Insistir en la reforma puede ahondar las dudas entre el sector m¨¢s centrista, que, como la mayor¨ªa de los espa?oles, no ve la necesidad de desatar tama?a batalla.
Una ley de plazos como la actual es razonable en el contexto europeo. Continuar adelante con un proyecto mucho m¨¢s restrictivo no solo enviar¨ªa mensajes negativos a la sociedad, sino que ser¨ªa la prueba de un estilo pol¨ªtico con aroma a pasado. El futuro necesita de grandes consensos, no de estrecheces partidistas.
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