La llave
Hasta ahora solo serv¨ªa para abrir la propia memoria y tambi¨¦n el arca donde se ha guardado el tesoro de una lengua que se negaba a desaparecer
?En algunos hogares de Israel, de Estambul y de Tesal¨®nica muchas familias de jud¨ªos sefarditas a¨²n conservan la llave de la casa que sus antepasados habitaron en Espa?a, su a?orada Sefarad, antes de ser expulsados de este pa¨ªs por los Reyes Cat¨®licos en 1492. A lo largo de cinco siglos esa llave ha pasado de padres a hijos como una herencia simb¨®lica que contiene, a la vez, la fatalidad del destino y la esperanza de un retorno. Hasta ahora solo serv¨ªa para abrir la propia memoria y tambi¨¦n el arca donde se ha guardado el tesoro de una lengua que se negaba a desaparecer. En los bazares del Mediterr¨¢neo oriental se pueden o¨ªr todav¨ªa en el habla vulgar palabras arrancadas del poema del Mio Cid, de los romances de Gerineldo o de la Linda Melisenda y del Arcipreste de Hita; son las que utilizaban en el siglo XV los espa?oles cuyo sonido esmerilado por el tiempo han seguido usando los sefarditas para amar, comerciar, cantar, rezar, compartir la alegr¨ªa con los amigos y gemir ante las desgracias. Al ser aventados a un exilio ap¨¢trida los jud¨ªos se llevaron la ciencia y el comercio. Aqu¨ª quedaron los cristianos viejos con el tocino, la hidalgu¨ªa, el jub¨®n ra¨ªdo y la hoguera. Ahora se va a conceder la nacionalidad espa?ola a los sefarditas que lo deseen. A la hora de ejercer esa carta de naturaleza ignoro si bastar¨¢ con mostrar la llave de una casa en Sefarad, ya desaparecida. En el bazar de Estambul un sefardita comerciante de ¨¢mbar me cont¨® que sus antepasados viv¨ªan en Toledo y ¨¦l hab¨ªa realizado varios viajes a Espa?a con la llave de una puerta que solo estaba en sus sue?os. La puerta ya no exist¨ªa, pero pens¨® que, tal vez, la cerradura pudiera andar perdida en manos de alg¨²n chamarilero. Despu¨¦s de recorrer cientos de anticuarios por toda Espa?a un d¨ªa se produjo el milagro. Entre los cachivaches de una almoneda, que regentaba un gitano de Plasencia, el sefardita encontr¨® una cerradura herrumbrosa del siglo?XV en la que su llave encajaba y funcionaba perfectamente. La adquiri¨® a buen precio con certificado. En el bazar de Estambul el sefardita me hizo una demostraci¨®n. Meti¨® la llave en la cerradura, la accion¨® varias veces y con palabras pronunciadas en ladino meloso me dijo: as¨ª es c¨®mo se abre y se cierra el destino.
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