Jordi ?vole y la divisi¨®n de g¨¦neros period¨ªsticos
A partir de su reportaje falso sobre el 23-F, ¨¦l mismo se apart¨® del terreno de la informaci¨®n para colocarse, leg¨ªtimamente, en otro.
El programa dirigido por Jordi ?vole y difundido en La Sexta el domingo 23 de febrero sobre el intento de golpe de Estado de 1981 ha desatado abundantes opiniones enfrentadas que en muchos casos se hallaban muy bien sostenidas, a uno y otro lado del dilema. Intentaremos aqu¨ª a?adir una perspectiva m¨¢s al debate.
Para empezar, debe quedar claro que la intenci¨®n del programa tiene la legitimidad de todo acto creativo del ser humano, y que no cuestionaremos el derecho a hacer lo que se hizo.
Los actos humanos no se pueden juzgar aislados, sino en contexto. ?Es leg¨ªtimo que un ciudadano se ponga el uniforme de polic¨ªa sin serlo? Desde luego que s¨ª, en el caso de que acuda con ¨¦l a una fiesta de disfraces. Pero claro que no, en el caso de que pretenda suplantar la autoridad de un agente.
Del mismo modo, los contenidos que se comunican a trav¨¦s de un medio han de analizarse en funci¨®n de su contexto y del registro elegidos. Veamos un caso que podemos tomar como referencia.
El 3 de febrero de 1995, un conocido sacerdote de Las Rozas (Madrid), el p¨¢rroco de La Visitaci¨®n, era acusado por una prostituta de la Casa de Campo de haberle pagado sus servicios sexuales con billetes falsos. Unos polic¨ªas, alertados por la meretriz, le alcanzaron y le ocuparon otros billetes falsificados como los que ella les hab¨ªa mostrado.
Es leg¨ªtimo que un ciudadano se disfrace de polic¨ªa si va a una fiesta, no si pretende suplantar la autoridad de un agente
El diario El Mundo titul¨® as¨ª los hechos: ¡°Un cura, detenido por pagar a una prostituta con billetes fotocopiados¡±. Diario 16 escogi¨® esta frase: ¡°Denunciado un cura de Las Rozas que pag¨® a una prostituta con dinero falso¡±. EL PA?S, por su parte, public¨® este titular: ¡°Un cura, denunciado por pagar con dinero falso a una prostituta en la Casa de Campo¡±. Y el diario Abc se desmarc¨® de esos relatos con este enfoque: ¡°El p¨¢rroco de La Visitaci¨®n, v¨ªctima de un montaje¡±.
No se puede dudar de la legitimidad de que un peri¨®dico presente la realidad como mejor considere, pero algo en esa sucesi¨®n de titulares nos hace desconfiar del ¨²ltimo como texto informativo, sobre todo si conocemos los hechos comprobados.
Los grandes peri¨®dicos del mundo establecen en sus libros de estilo que la informaci¨®n y la opini¨®n han de quedar diferenciadas con claridad en sus p¨¢ginas. El c¨®digo ¨¦tico del diario The Washington Post establece (punto 7): ¡°En este peri¨®dico es solemne y completa la separaci¨®n entre las noticias y las p¨¢ginas editoriales y de opini¨®n. Esta separaci¨®n est¨¢ pensada para servir al lector, que tiene derecho a encontrar los hechos en los art¨ªculos de noticias y las opiniones y editoriales en las p¨¢ginas de Opini¨®n¡±. Y el Financial Times esculpe en su art¨ªculo 3: ¡°Los peri¨®dicos, aun siendo libres de ser partidistas, deber¨¢n distinguir claramente entre comentarios, conjeturas y hechos¡±. El Libro de estilo de EL PA?S ordena en su punto 1.3: ¡°La informaci¨®n y la opini¨®n estar¨¢n claramente diferenciadas entre s¨ª¡±. La resoluci¨®n del Consejo de Europa (1993) sobre ¨¦tica del periodismo se?ala (principio 3) que hay que evitar ¡°toda confusi¨®n entre noticias y opiniones¡±. El c¨®digo deontol¨®gico espa?ol de la profesi¨®n period¨ªstica (de 1993) indica (punto 17): ¡°El periodista establecer¨¢ siempre una clara e inequ¨ªvoca distinci¨®n entre los hechos que narra y lo que puedan ser opiniones, interpretaciones o conjeturas¡±. El c¨®digo period¨ªstico del Reino Unido (1991) especifica (punto 1.c.): ¡°Aunque los peri¨®dicos tienen libertad para tomar partido, deben distinguir claramente entre comentarios, conjeturas y hechos¡±.
Aquel enfoque del diario Abc habr¨ªa respondido a esos criterios ¨¦ticos si se hubiera expresado como opini¨®n o conjetura. Pero se present¨® como informaci¨®n cuando ning¨²n dato comprobado justificaba ese titular. El lector toma las noticias como un relato de hechos ciertos, y baja la guardia ante ese texto informativo porque le presupone una objetividad. En cambio, ante un texto de opini¨®n (diferenciado de la noticia mediante c¨®digos tipogr¨¢ficos; en el caso de EL PA?S con titulares en cursiva), el lector sube la guardia porque entiende que est¨¢ ante un enfoque particular del periodista o de su medio, con el que podr¨¢ o no sentirse de acuerdo. La diferencia entre g¨¦neros period¨ªsticos constituye, pues, una garant¨ªa para el p¨²blico, que puede percibir en cada uno de ellos ante qu¨¦ grado de presencia del firmante se va a encontrar. Desde una presencia m¨ªnima en la noticia, a una presencia m¨¢xima en el art¨ªculo de opini¨®n, pasando por los diferentes grados intermedios de la cr¨®nica, el reportaje, el an¨¢lisis, la cr¨ªtica, etc¨¦tera. Y si al lector se le ofrece opini¨®n disfrazada de informaci¨®n, y tal cosa no ocurre en una fiesta de disfraces, el p¨²blico se ver¨¢ enga?ado en su buena fe.
El programa de Jordi ?vole se emiti¨® con la apariencia de un documental informativo. Los rasgos de fuerza formal percibidos por el p¨²blico (aun cuando hubiera sutiles diferencias con emisiones anteriores) invitaban a tomar aquel contenido como un relato de hechos comprobados. Y es ah¨ª donde se produce el ruido, la alteraci¨®n de los principios generales del periodismo defendidos por los c¨®digos m¨¢s prestigiosos del mundo. El programa de La Sexta se hallaba en su derecho de ofrecer un espect¨¢culo, o una provocaci¨®n para demostrar lo f¨¢cil que resulta enga?ar a un p¨²blico. Pero lo estaba haciendo con un formato que los telespectadores hab¨ªan entendido, hasta ese momento, destinado a contenidos rigurosos, serios, precisos. Un formato de documental.
Gran parte del p¨²blico se crey¨® la patra?a porque ven¨ªa de ?vole y suele creerse los documentales informativos?
El programa se situaba as¨ª en el terreno de la leg¨ªtima libertad de expresi¨®n, pero no en el de la leg¨ªtima libertad de informaci¨®n. Ambos derechos se suelen confundir. Se entiende por ¡°libertad de expresi¨®n¡± aquella que reside en el individuo para hacer p¨²blicas sus opiniones, conjeturas¡ su visi¨®n de la vida. La ¡°libertad de informaci¨®n¡± reside igualmente en el emisor de un mensaje, pero la comparte con el receptor, que tiene derecho a que se le d¨¦ una informaci¨®n ¡°veraz¡±. Ese derecho del receptor convierte la veracidad en una obligaci¨®n del emisor. La Constituci¨®n espa?ola aborda por separado en su art¨ªculo 20 el derecho ¡°a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones¡± ¡ªapartado a)¡ª y el derecho ¡°a comunicar o recibir libremente informaci¨®n veraz¡± ¡ªapartado d)¡ª. Por tanto, s¨®lo la informaci¨®n cierta est¨¢ amparada por la ley fundamental.
Jordi ?vole hab¨ªa sido acogido por la comunidad period¨ªstica como uno de los suyos, incluso recibi¨® de la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid el premio al mejor periodista del a?o 2013. Tambi¨¦n el p¨²blico lo tom¨® como un informador leal. A partir de su reportaje falso sobre el 23-F, ¨¦l mismo se apart¨® de ese terreno para colocarse, leg¨ªtimamente, en otro.
Cierto que el enga?o no fue total, pues al final del programa se advirti¨® del montaje. Pero eso no justifica la trampa mientras dur¨®. Muchos medios de prestigio se niegan incluso a publicar inocentadas, para no incurrir ni por un solo instante en la manipulaci¨®n del lector (o de la audiencia) en beneficio propio o con fines comerciales. Primero por principio, y despu¨¦s porque no todos los lectores acaban descubriendo la trampa o se mantienen ante el televisor hasta el momento en que se desmonta. Tampoco un diario de referencia mundial abrir¨ªa una informaci¨®n con una mentira y la rematar¨ªa aclarando en el ¨²ltimo p¨¢rrafo que se trataba de un embuste destinado a atrapar a los lectores, a denunciar lo mal que se nos informa, a criticar el dif¨ªcil acceso de los periodistas a los secretos oficiales y a demostrar lo f¨¢cil que resulta enga?ar desde un medio de comunicaci¨®n.
Esos prop¨®sitos que parec¨ªan alumbrar las intenciones de ?vole requieren quiz¨¢ un comentario aparte.
1.- Puede que se nos informe mal, pero hay que distinguir entre el error y la falta de ¨¦tica. Cuando un periodista o un diario se equivocan, no saben que se est¨¢n equivocando. Los errores forman parte de la condici¨®n humana, y lo que distingue a una persona de otra no es si comete o no errores, sino la forma de rectificar ante ellos cuando sabe, ya s¨ª, que se ha equivocado. Asunto distinto es la falta de ¨¦tica, pues quien cae en ese vicio conoce que est¨¢ incumpliendo un c¨®digo: quien plagia, quien miente, sabe que est¨¢ plagiando o que est¨¢ mintiendo. El programa de La Sexta confundi¨® al p¨²blico deliberadamente, no por un error. Aunque quiz¨¢s ?vole no supiera en realidad hasta qu¨¦ punto estaba dejando de ser el periodista al que un sector ampl¨ªsimo respetaba.
2.- El dif¨ªcil acceso a la informaci¨®n que debiera ser p¨²blica constituye un mal de nuestro entramado pol¨ªtico, tan inmaduro todav¨ªa, pero la mejor manera de denunciarlo no es caer en el m¨¦todo del enga?o, sino con investigaciones profesionales y denuncias sensatas.
3.- La tesis de que se puede manipular con facilidad desde un medio informativo (caso de que se quisiera demostrar eso en el programa) vendr¨ªa a demostrar lo contrario de lo que pretende. La mentira solo funciona si est¨¢ rodeada de verdad. Gran parte del p¨²blico se crey¨® la patra?a de ?vole precisamente porque cre¨ªa en ?vole y porque suele creerse los documentales informativos de televisi¨®n. Y eso no implicaba un problema de credibilidad. Tal vez s¨®lo de credulidad, que quiz¨¢ se transforme ahora en un problema de credibilidad.
La gente da por bueno lo que le cuentan los periodistas, sobre todo si la informaci¨®n y la opini¨®n van por caminos claros y diferentes. Aprovecharse de ello con fines comerciales para hacer una broma es leg¨ªtimo, forma parte del espect¨¢culo. Nada que objetar. Pero no es periodismo. El periodismo sostenido por unos pilares ¨¦ticos se basa en la premisa de que el lector tiene derecho a saber desde el principio en qu¨¦ registro se le cuentan las cosas.
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