Una cooperaci¨®n en miniatura
Distribuci¨®n de ayuda de emergencia espa?ola en Hait¨ª. FOTO EFE/AECID.
[Esta entrada se publica simult¨¢neamente en el blog de ISGlobal.]
En medio de nuestro rosario habitual de desgracias, la OCDE ofrec¨ªa en el d¨ªa de ayer una noticia positiva de verdadero alcance global: a lo largo de 2013, y a pesar de la oleada de medidas de austeridad fiscal introducidas por los donantes, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) volvi¨® a crecer un 6,1% tras dos a?os consecutivos de ca¨ªdas. Los 134.800 millones de d¨®lares de 2013 suponen un r¨¦cord hist¨®rico que sostendr¨¢ batallas fundamentales de nuestro tiempo como la vacuna contra la malaria, la educaci¨®n universal de las ni?as o el fin de la mortalidad infantil. Pese a todo, un vistazo a los detalles sugiere que este esfuerzo contin¨²a siendo demasiado escaso y demasiado dependiente de la solidaridad de unos pocos.
Aunque en el grupo de pa¨ªses que realizan un mayor esfuerzo relativo destacan los n¨®rdicos y Luxemburgo (todos por encima del 0,7%), la parte del le¨®n de la ayuda sigue siendo responsabilidad de las potencias tradicionales. Cinco donantes (liderados por EEUU) controlan dos de cada tres d¨®lares destinados a la cooperaci¨®n internacional. De todos ellos, mi h¨¦roe particular es el Reino Unido: con una subida del (ag¨¢rrense) 28% en 2013, el Gobierno conservador de Cameron ha volatilizado los clich¨¦s ideol¨®gicos y su pa¨ªs supera por primera vez la barrera del 0,7% de la renta nacional bruta (RNB) para colocarse como segundo donante global absoluto con la friolera de 17.900 millones de d¨®lares.
Espa?a, ay, se afianza en el pelot¨®n de parias con un magro 0,16% de su RNB y una cantidad de 2.200 millones de d¨®lares (ambas cifras por encima de lo presupuestado para 2014, eso s¨ª; para que vean que todo puede empeorar). Nuestra cooperaci¨®n en miniatura permite hacer poco m¨¢s que pagar su propio mantenimiento y las contribuciones obligatorias a los organismos internacionales, lo que nos deja en la mesa de los ni?os de cualquiera espacio relevante de toma de decisiones en este ¨¢mbito. A menos que la estrategia del Presidente Rajoy consista en acceder al Consejo de Seguridad de la ONU jugando al tute arrastrado, nuestro ascendiente internacional seguir¨¢ encogi¨¦ndose como un traje barato.
Vistos en conjunto, los datos de ayer son un paso en la buena direcci¨®n cuya importancia reside m¨¢s en el cambio de tendencia que en su relevancia absoluta. Los costes del desarrollo y la seguridad humana global han crecido en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas con mucha m¨¢s rapidez que la cooperaci¨®n. Hace solo unos d¨ªas los cient¨ªficos del IPCC nos recordaban que solo una inversi¨®n generosa y temprana evitar¨¢ las consecuencias m¨¢s dram¨¢ticas (y costosas) de un calentamiento global descontrolado. En el plazo m¨¢s corto, los negociadores de los nuevos Objetivos del Milenio se plantean filigranas como la Cobertura Universal de Salud, cuyo coste para los pa¨ªses de ingreso bajo se calcula en 60 d¨®lares por persona y a?o, cuando la inversi¨®n actual es de 32 d¨®lares.
?C¨®mo se espera alcanzar estos objetivos cuando estamos todos aplaudiendo como focas de circo un nivel de ayuda estancado en el 0,3% de la riqueza media de los pa¨ªses desarrollados? Alegr¨¦monos mucho hoy por la peque?a subida, pero empecemos a trabajar ma?ana mismo en una verdadera revoluci¨®n presupuestaria global que sit¨²e los ingresos del desarrollo a la altura de sus retos. La introducci¨®n de un impuesto relevante a las transacciones financieras, la coordinaci¨®n con los grandes fil¨¢ntropos o el incremento del gasto nacional en los pa¨ªses pobres son solo tres prioridades de nuestra agenda.
En cuanto a Espa?a, yo no me amargar¨ªa la existencia. Si el Ministro de Asuntos Exteriores no entiende la iron¨ªa de exigir solidaridad a los catalanes y neg¨¢rsela a los africanos, el problema lo tiene ¨¦l (aunque la factura acabemos pag¨¢ndola usted y yo). Da igual que hablemos de seguridad, salud, cambio clim¨¢tico o movimientos migratorios: el mundo se parece poco a la versi¨®n miope, parcelada y decimon¨®nica que traslada nuestra pol¨ªtica exterior. Pero hemos llegado a ser tan sumamente irrelevantes que eso ya importa bastante poco. No bromeo: si no fuese porque una cooperaci¨®n inteligente determina todav¨ªa la presencia de Espa?a en regiones como ?frica subsahariana, creo que la opci¨®n razonable ser¨ªa cerrar el chiringuito y emplear este dinero cada a?o en dos o tres iniciativas globales importantes o regiones en crisis. Si el futuro se parece a lo que estamos viendo, pens¨¦moslo seriamente.
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