Lo que no se dice del aborto
El anteproyecto obliga a la madre, pero libera al padre de responsabilidades
?Desde que en diciembre pasado el Consejo de Ministros aprob¨® un anteproyecto de ley sobre el aborto, el debate no cesa. Y sin embargo, no solo no se ha dicho todo, sino que siguen en la sombra tres figuras fundamentales: la mujer prostituida, el padre del nasciturus, y especialmente ¡ªaunque les sorprenda¡ª la madre.
Vamos con la primera. Hasta el m¨¢s despiadado antiabortista entiende que es una intolerable violencia obligar a una mujer a dar a luz al hijo concebido en su cuerpo por un desconocido al que ella no deseaba: de ah¨ª que el anteproyecto permita abortar a la mujer violada. Pero ?y la prostituta? Si se queda embarazada, ?no lo estar¨¢ tambi¨¦n del hijo de un desconocido con el que tuvo una relaci¨®n sexual no deseada (aunque la consintiera por dinero)? ?Y no hay muchas m¨¢s mujeres prostituidas que violadas? ?Por qu¨¦, entonces, el anteproyecto contempla el supuesto de violaci¨®n ¡ª¨²nico en que la voluntad de la mujer basta para que sea legal abortar¡ª, pero no el de prostituci¨®n? La respuesta, me temo, es muy sencilla: porque quienes lo inspiran pertenecen a la clase y g¨¦nero dominantes. ¡°Sus¡± mujeres, las de su estatus social, no se prostituyen, pero pueden ser violadas: de ah¨ª que solo esto ¨²ltimo les preocupe. Y ellos, siendo varones, nunca conocer¨¢n la prostituci¨®n¡ salvo quiz¨¢ como clientes. Los mismos diarios que en nombre de la moral cat¨®lica claman contra el aborto, no tienen inconveniente en publicar anuncios de ¡°Contactos¡±. Y si de resultas de esa actividad, las prostitutas se quedan embarazadas, que se las arreglen.
Segunda figura ausente: la del padre. El debate del aborto se plantea como un dilema entre los derechos del nasciturus y los de la mujer embarazada, sin que el caballero que ha contribuido, es de suponer, al embarazo, sea mencionado siquiera. Por supuesto, es la mujer quien deber¨ªa tener la ¨²ltima palabra, pues es su futuro el que est¨¢ en juego m¨¢s que el de cualquier otra persona (el nasciturus no es persona, aunque pueda llegar a serlo). Pero lo sorprendente es que el mismo anteproyecto que pretende obligar a la mujer, contra su voluntad, a ser madre, no impone al padre responsabilidad alguna.
As¨ª, y siempre seg¨²n el anteproyecto, en caso de concepci¨®n no deseada, el papel de padre es voluntario (para obligarle a asumirlo habr¨ªa que recurrir a los tribunales); el de madre, autom¨¢ticamente obligatorio. El ¨²nico consentimiento que el anteproyecto considera relevante en el caso de la mujer es el relativo al sexo. Si ella se neg¨® a la relaci¨®n sexual, se le concede el derecho a interrumpir el embarazo. Si por el contrario tuvo relaciones sexuales voluntarias, y se qued¨® involuntariamente embarazada, que cargue con el embarazo, el parto, la maternidad. No me dir¨¢n que todo esto no se parece mucho a la vieja divisi¨®n de las mujeres en dos grupos: las castas, dignas de respeto, y las putas, a las que se castiga.
Pero sobre todo, la figura que falta en el debate, como dije, es la madre. Me explico: ?recuerdan esa imagen tremendista ¡ªde propaganda en contra del aborto¡ª que muestra una mano alzando victoriosamente un beb¨¦ ensangrentado? Estupendo; ?y despu¨¦s? ?A ese beb¨¦, qui¨¦n va a cambiarle los pa?ales, llevarle al colegio, al m¨¦dico, al dentista; qui¨¦n va a sacrificar por ella o ¨¦l noches de sue?o, oportunidades de empleo, viajes, parejas; qui¨¦n va a mantenerlo durante 18 a?os? ?El padre? Ya vimos que si no quiere, va a ser muy dif¨ªcil que lo haga. ?El Estado?
?Qu¨¦ instituci¨®n, p¨²blica o privada, podr¨ªa hacerse cargo de m¨¢s de 100.000 menores al a?o, pues tal es actualmente el n¨²mero de abortos legales?
El anteproyecto contempla la posibilidad de ¡°guarda administrativa, acogimiento o adopci¨®n del nacido en caso de no poder afrontar su cuidado¡±; no contempla la posibilidad de no querer, y en cualquier caso, si el anteproyecto se convirtiera en ley y se aplicara, ?qu¨¦ instituci¨®n, p¨²blica o privada, podr¨ªa hacerse cargo de m¨¢s de 100.000 menores al a?o, pues tal es actualmente el n¨²mero de abortos legales?... No: la pesad¨ªsima responsabilidad respecto al nuevo ser recaer¨¢ sobre la madre. Esa madre que, a tenor del anteproyecto, no tendr¨¢ derechos ¡ªsobre todo el fundamental: el de decidir si quiere o no serlo¡ª, pero s¨ª obligaciones, abrumadoras, durante 18 a?os, y a punta de pistola: el abandono de menor constituye delito, penado con la c¨¢rcel.
De todo esto, los autores del anteproyecto no quieren saber nada. Prefieren seguir creyendo, o fingiendo creer, que vivimos en un ¡°mundo feliz¡± ¡ªt¨ªtulo de la novela de Aldous Huxley¡ª en el que todas las mujeres que tienen relaciones sexuales (a menos que hayan sido violadas) quieren ser madres, aman a sus hijos, los mantienen y se sacrifican por ellos encantadas de la vida (aunque al principio haya que forzarlas un poquito prohibi¨¦ndoles interrumpir el embarazo) y se las arreglan sin los padres, a los que no reclaman nada; y en el que las prostitutas, ocultas en el c¨®modo (para los clientes) limbo de la alegalidad, no plantean ning¨²n problema¡ Pero un ¡°mundo feliz¡± basado en prohibiciones y castigos no se parece a la amable fantas¨ªa imaginada por Huxley, sino m¨¢s bien al horror totalitario que pint¨® Orwell en 1984.
Laura Freixas es escritora. Su ¨²ltimo libro publicado es Una vida subterr¨¢nea. Diario 1991-1994 (ed. Errata Naturae, Madrid, 2013).
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