Dos mil brigadistas
Se estima que en torno a dos mil ciudadanos se han alistado voluntarios para luchar en Siria contra el r¨¦gimen de El Asad
Las autoridades policiales europeas no acaban de ajustar las cifras. Pero estiman que hay en torno a dos mil ciudadanos de nuestro mundo feliz que se han alistado voluntarios para luchar en Siria contra el r¨¦gimen salvaje de El Asad. De ellos, unas cuantas decenas son espa?oles.
Estos ciudadanos son, en su inmensa mayor¨ªa, hijos de la emigraci¨®n. Descendientes de personas de religi¨®n musulmana, radicalizados por discursos de imanes en mezquitas que est¨¢n abiertas, que son legales. Y practicantes de la yihad, la guerra santa que permite, si no anima, a matar a los infieles.
Los textos cor¨¢nicos, como casi todos los manuales ideol¨®gicos complejos y completos, permiten interpretaciones m¨¢s o menos suaves, pero su contenido radical no puede ser ignorado. Porque es el que provoca que haya militantes dispuestos a realizar matanzas como las de Nueva York, Madrid o Londres, que tuvieron por objeto el asesinato indiscriminado de personas del mundo cristiano. Como advierte la polic¨ªa de los pa¨ªses de nuestro entorno occidental, pueden repetirse, porque los que vuelven de Siria lo hacen a¨²n m¨¢s radicalizados. Con todos sus papeles en regla, porque son europeos.
Desde la aparici¨®n en la guerra civil espa?ola de las Brigadas Internacionales no se hab¨ªa vivido en Europa un fen¨®meno semejante. No se trata de una agrupaci¨®n de bandoleros con objetivos de rapi?a, mercenarios dispuestos a morir y a matar por un sueldo o por recompensas materiales.
Los yihadistas vuelven de Siria m¨¢s radicalizados. Con todos sus papeles en regla porque son europeos
Los yihadistas son h¨¦roes generosos, valientes, que luchan y se sacrifican por ideas potentes. En 1936, los treinta y cinco mil voluntarios que acudieron a Espa?a lo hac¨ªan con un impetuoso m¨®vil de plantar cara al fascismo. Ni siquiera sab¨ªan muchos de ellos colocar a Espa?a en el mapa. Luego hicieron un par¨¦ntesis en su oposici¨®n a la marea parda nazi cuando Stalin acord¨® con Hitler una tregua para repartirse Europa. Y volvieron a ser antifascistas cuando el dictador alem¨¢n invadi¨® la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Aquellos generosos y valientes voluntarios se mov¨ªan en realidad por la revoluci¨®n comunista. Eran tipos admirables que mataban y mor¨ªan por el monstruoso proyecto de Stalin, que consideraban que era liberador. Cre¨ªan en esa causa por encima de la lealtad a su pa¨ªs.
No hay muchas diferencias entre aquellos combatientes que todav¨ªa admiramos y los luchadores valientes y generosos que no tienen el menor empacho en matar ni?os, adultos, negros, jud¨ªos, blancos, obreros, millonarios o lo que sea siempre que se trate de infieles. Son hombres cuyo proyecto incluye la shar¨ªa, la sumisi¨®n perpetua de la mujer y otros peque?os detalles poco tranquilizadores para el futuro del mundo que defendemos casi todos los europeos.
Pero no son delincuentes. Son, sencillamente, asesinos generosos y admirables con argumentos bien estructurados que nos plantean el problema diario de c¨®mo tratarlos y c¨®mo respetar sus derechos cuando todav¨ªa no han ejecutado sus sue?os. Problemas de la democracia.
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