De nuevo en el furg¨®n de cola
La ignorancia y la corrupci¨®n vuelven a campear a sus anchas en Espa?a
Tras evocar la fertilidad intelectual y creativa del periodo que abarca el tardofranquismo y la Transici¨®n democr¨¢tica, un autoexiliado como los que jalonan nuestra reiterativa historia, el fil¨®sofo Eduardo Subirats, comentaba en una carta fechada el pasado mes de diciembre que ¡°en los a?os ochenta y noventa esa energ¨ªa fue lentamente apartada de la vida p¨²blica y suplantada por una mezcla de oportunismo, ignorancia y corrupci¨®n cuyos resultados saltan a la vista¡±. Las citadas l¨ªneas acompa?aban su propuesta de una entrevista conmigo en el marco de un medio digital en torno al tema de Crisis y Cr¨ªtica bajo el elocuente t¨ªtulo cernudiano de Desolaci¨®n en la Quimera.Aunque mi situaci¨®n de desamparo tecnol¨®gico (el amigo que transcribe en su ordenador mi letra menuda y casi ilegible se hab¨ªa ausentado de Marraquech) me impidi¨® responder entonces a su solicitud, creo que la materia merece ser debatida con calma en unos tiempos en los que ¡°la destrucci¨®n continuada e irreversible de los medios educativos¡±, dice Subirats, han puesto a Espa?a en el estado de postraci¨®n en el que yace.
La emergencia de nuevas generaciones que hace medio siglo aspiraban a desembarazarse de la camisa de fuerza del R¨¦gimen y acariciaban el dulce sue?o del acercamiento a Europa hab¨ªa abierto las compuertas a un pensamiento innovador y revulsivo que barr¨ªa los esquemas caducos del nacionalcatolicismo y ofrec¨ªa al p¨²blico cuanto hab¨ªa sido vedado por el obtuso poder oficial. La rebeld¨ªa intelectual y vital era el com¨²n denominador que inspiraba a cuantos, j¨®venes o menos j¨®venes, pugnaban por ponerse al d¨ªa y acceder al uso de la palabra.
Las revistas y publicaciones de la ¨¦poca dan rendida cuenta de un cambio que desbordaba las fronteras trazadas por la censura. ?sta funcionaba a¨²n, pero el ansia de libertad era m¨¢s fuerte y la agon¨ªa del Caudillo preludiaba la del R¨¦gimen. La labor aperturista de la inolvidable revista Triunfo y la del semanario Cambio 16 fueron un soplo de aire fresco en la cerrada atm¨®sfera que prevalec¨ªa desde el final de la Guerra Civil. Las editoriales innovadoras ¡ªSeix Barral, Anagrama, Tusquets, Lumen...¡ª segu¨ªan la misma pauta y el p¨²blico descubr¨ªa a una serie de autores de dentro y de fuera que devoraba con insaciable apetito. La aparici¨®n de EL PA?S abri¨® la brecha definitiva en el muro vetusto que se agrietaba. Simult¨¢neamente a la hornada de grandes escritores latinoamericanos ¡ªGarc¨ªa M¨¢rquez, Vargas Llosa, Cort¨¢zar, Fuentes, Lezama Lima, Cabrera Infante...¡ª y al reconocimiento de la obra ingente de Octavio Paz, tra¨ªdo a Espa?a de la mano de Pere Gimferrer y Juli¨¢n R¨ªos, surgieron publicaciones literarias a veces ef¨ªmeras, pero llenas de vitalidad y lozan¨ªa. Nadie pon¨ªa entonces puertas al campo y todo parec¨ªa posible. Comparar los suplementos literarios de la ¨¦poca con los de ahora es un penoso ejercicio de melancol¨ªa.
Nadie pon¨ªa en la Transici¨®n puertas al campo y todo parec¨ªa posible
La d¨¦cada de los ochenta empez¨® con los mejores augurios: pienso en la revista Quimera cuyo empuje se prolongar¨ªa luego bajo la direcci¨®n de Ana Nu?o y en la colecci¨®n Espiral conducida por el gran autor de Larva. La oferta cultural era ampl¨ªsima y el curioso lector no daba abasto. El retraso de d¨¦cadas de aislamiento no pod¨ªa colmarse en tan breve plazo, pero los aquejados de incurable libropes¨ªa (el t¨¦rmino es de Quevedo) respond¨ªan al reto. La indispensable distinci¨®n entre el texto literario y el producto editorial que permite al buen editor publicar el primero gracias a las ventas del segundo se mantendr¨ªa a primera vista intacta, pero se ver¨ªa borrada conforme nos adentramos en los a?os noventa.
Vista a distancia, la frustrada inserci¨®n en la Pen¨ªnsula de la editorial Ruedo Ib¨¦rico fue una primera se?al de alarma de la ¡°normalizaci¨®n¡± que se avecinaba y de la marginaci¨®n gradual de la disidencia en aras del progreso vendido por nuestros pol¨ªticos: el de un pa¨ªs autosuficiente y rico, a la altura de sus grandes socios europeos. Cierto que revistas incentivas como Syntaxis, cuya aventura creadora se conmemor¨® recientemente, lucharon a contracorriente por una reflexi¨®n cr¨ªtica de la modernidad y del neoconservadurismo propiciado por la globalizaci¨®n con la subsiguiente supeditaci¨®n de la cultura al igualitarismo de las nuevas tecnolog¨ªas y a las leyes del dios Mercado, pero la conjunci¨®n de ambos factores acab¨® por imponerse. Como me escrib¨ªa Eduardo Subirats, ¡°los espacios culturales administrados por las ¨¦lites pol¨ªticas no han sido capaces de revisar el pasado ni el presente de la historia espa?ola y mucho menos de transformarlo en un sentido esclarecedor¡±. De resultas de ello, el conformismo contra el que lucharon el pasado siglo figuras tan dispares como Valle-Incl¨¢n y Manuel Aza?a configura de nuevo el horizonte hostil que nos aprisca en reba?o. Los Blanco White de hoy existen en los diversos campos del saber universitario, pero pocos, muy pocos, se esfuerzan por rescatarlos.
El periodismo literario ha expulsado a los m¨¢rgenes al pensamiento cr¨ªtico
Un periodismo literario a menudo mediocre ha expulsado a los m¨¢rgenes el pensamiento cr¨ªtico que vertebra la vida cultural. Ambos son a la vez necesarios y compatibles en publicaciones destinadas al gran p¨²blico, pero el desalojo del segundo en aras de una actualidad ef¨ªmera y redundante conduce a un irremisible empobrecimiento intelectual y al desprecio de las facultades cognitivas de los lectores. En fecha no lejana fui testigo de un episodio descorazonador: hab¨ªa agregado a mi rese?a de la correspondencia entre dos figuras centrales de la historiograf¨ªa espa?ola del siglo XVI, Am¨¦rico Castro y Marcel Bataillon, unas preciosas analectas con frases espigadas de su apasionante intercambio epistolar, pero dicho florilegio de una cuartilla y media no apareci¨® ¡°por falta de espacio¡± siendo as¨ª que en la misma edici¨®n en papel del suplemento del peri¨®dico en el que colaboro desde su fundaci¨®n se dedican p¨¢ginas enteras a fotograf¨ªas y entrevistas a supercampeones de ventas de los que probablemente nadie volver¨¢ a o¨ªr hablar despu¨¦s de su espectacular promoci¨®n comercial.
Podr¨ªa citar algunos otros ejemplos de esa celebraci¨®n del vac¨ªo en un pa¨ªs donde se recortan despiadadamente los presupuestos educativos y culturales, se suprimen las becas de estudio y se empuja al exilio a millares de universitarios hipotecando as¨ª el futuro de las generaciones venideras. Seg¨²n estad¨ªsticas divulgadas por la prensa ocupamos de nuevo nuestro antiguo puesto de furg¨®n de cola europeo en t¨¦rminos de desarrollo humano y estamos a la cabeza en el de fracaso escolar mientras el Gobierno se jacta de los ¨¦xitos de la Marca Espa?a y ensalza las virtudes de la austeridad impuesta por Merkel y Bruselas. La ignorancia y corrupci¨®n campean como en otras ¨¦pocas y en raz¨®n de ello no nos auguran, mucho me temo, un porvenir brillante.
Juan Goytisolo es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.