El s¨ªndrome de Walter Long
Quienes se empe?an en rechazar la idoneidad del sistema federal para resolver la insatisfacci¨®n en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco corren el riesgo de darse cuenta, demasiado tarde, de que no hab¨ªa m¨¢s alternativa
El reto planteado por las instituciones catalanas con lo que llaman ¡°derecho a decidir¡± se est¨¢ afrontando desde la pasividad. El sistema pol¨ªtico espa?ol ha renunciado a la iniciativa pol¨ªtica y se ha refugiado en la trinchera de la legalidad. Un cintur¨®n de hierro con la UE como ¨²ltimo basti¨®n: el rechazo en su seno de una Catalu?a independiente, sin el acuerdo de Espa?a, diluir¨ªa gran parte del apoyo a la independencia, ante los riesgos que acarrear¨ªa.
La confianza ciega y exclusiva en l¨ªneas de defensa pretendidamente inexpugnables ha provocado grandes desastres hist¨®ricos. Trasladar a la UE la resoluci¨®n de un problema pol¨ªtico interno ser¨ªa una muestra de incapacidad que Espa?a pagar¨ªa muy cara. Pero, sobre todo, la ausencia de iniciativa supone renunciar a la confrontaci¨®n pol¨ªtica democr¨¢tica por convencer a la mayor¨ªa de la sociedad catalana no ya de la inviabilidad de la independencia o de lo inconveniente de ese proyecto, sino de lo beneficioso de su integraci¨®n en Espa?a y de lo conveniente de la forma en que se materializa.
Las instituciones catalanas han planteado el debate en la forma en que el nacionalismo ha cre¨ªdo m¨¢s conveniente: realizaci¨®n de un refer¨¦ndum sobre el futuro pol¨ªtico de Catalu?a con la independencia como opci¨®n. El sistema pol¨ªtico espa?ol corre importantes riesgos si no afronta el debate sobre la legitimidad democr¨¢tica de esa pretensi¨®n y, en su caso, sobre la forma de adecuar su regulaci¨®n legal. Pero, por encima de todo, deber¨ªa tratar de cambiar los t¨¦rminos del debate. Frente al tablero elegido por el nacionalismo catal¨¢n, tendr¨ªa que poner encima de la mesa el de la reforma del sistema auton¨®mico, con el objetivo de lograr el acomodo de Catalu?a. Mientras no lo haga seguir¨¢ a merced de la estrategia del nacionalismo y estar¨¢ incapacitado para atraer a la mayor¨ªa de la sociedad catalana.
Resolver de forma id¨®nea los problemas del sistema auton¨®mico ¡ªque es el origen del problema¡ª, mirando lejos, sin dejarse arrastrar por la corriente del momento, solo ser¨¢ posible mediante una reforma constitucional que profundice en la senda federal por la que se ha caminado en estos decenios, sirvi¨¦ndonos de la experiencia de los sistemas federales m¨¢s solventes de nuestro entorno.
Frente al refer¨¦ndum pedido por el nacionalismo, el sistema espa?ol no toma iniciativas
La tradici¨®n pol¨ªtica espa?ola es reacia a los planteamientos federalistas. La catastr¨®fica experiencia de la Primera Rep¨²blica tuvo una influencia determinante en el rechazo expreso del sistema federal en 1931; dise?o que copi¨® la Constituci¨®n actual. Sin embargo, el sistema auton¨®mico ha avanzado por el camino de los sistemas federales, como lo reconocen, significativamente, prestigiosos estudiosos for¨¢neos del federalismo. Ha sido un gran acierto, porque fuera del esquema federal no es posible una soluci¨®n estable de futuro. Pero mantiene singularidades que, una vez despejadas las inc¨®gnitas presentes en 1978, son fuente de problemas m¨¢s que de soluciones; y est¨¢n ausentes elementos que se han mostrado saludables en otros sistemas federales.
El recelo frente al federalismo, sin embargo, sigue todav¨ªa muy vivo en sectores variados de nuestro pa¨ªs. A los motivos hist¨®ricos se a?aden dos razones fundamentales. El sistema federal no es adecuado para Espa?a porque solo hay dos territorios (Catalu?a y Pa¨ªs Vasco) que est¨¢n insatisfechos con el sistema auton¨®mico; y, adem¨¢s, el federalismo no satisface a los nacionalistas, que lideran la expresi¨®n pol¨ªtica de esa insatisfacci¨®n. Por tanto, el federalismo no servir¨ªa para resolver el problema que tenemos entre manos.
Id¨¦nticos argumentos fueron utilizados en Reino Unido (RU). Albert V. Dicey, el m¨¢s prestigioso constitucionalista brit¨¢nico de los ¨²ltimos dos siglos, los expuso brillantemente en su encendida y radical oposici¨®n a los sucesivos proyectos de home rule (autogobierno) para Irlanda y a cualquier soluci¨®n federal. Se trataba, a su juicio, de un salto al vac¨ªo (a leap in the dark), que Inglaterra no necesitaba ni quer¨ªa dar; y no serv¨ªa para resolver la cuesti¨®n irlandesa: como soluci¨®n, era un para¨ªso para ingenuos (a fool¡¯s paradise).
Los unionistas impidieron cualquier salida, hundiendo al sistema brit¨¢nico en una de sus m¨¢s graves crisis pol¨ªticas: la fractura puso a Reino Unido en la antesala de la guerra civil y llev¨® a la independencia de Irlanda, aunque fuese al precio de la guerra fratricida dentro del nacionalismo irland¨¦s, la divisi¨®n de la isla y la violencia sectaria en el norte, que ha llegado hasta nuestros d¨ªas.
Los unionistas cerraron toda salida en Reino Unido, lo cual llev¨® a la divisi¨®n de Irlanda y a la violencia
Como ha puesto de relieve el historiador canadiense John Kendle ¡ªagudo estudioso de este proceso¡ª, el ¨¦xito del unionismo fue facilitado por los importantes defectos de los sucesivos proyectos, provocados, en gran medida, por el rechazo brit¨¢nico a la l¨®gica federal, impidiendo un proyecto coherente y de s¨®lidos fundamentos.
Algo similar est¨¢ ocurriendo en Espa?a con la oposici¨®n a la reforma de la Constituci¨®n para profundizar en la senda federal. La cuesti¨®n no es si el sistema federal satisface o no a los nacionalistas, sino si permite afrontar mejor la integraci¨®n pol¨ªtica de la diversidad ¡ªlogrando una satisfacci¨®n suficiente de las comunidades con un fuerte sentimiento de identidad diferenciada¡ª, garantizando mejor la estabilidad pol¨ªtica. Es decir, si el sistema federal es la mejor plataforma para afrontar con solidez el reto rupturista del nacionalismo. El desarrollo de los acontecimientos en Quebec pone de relieve que, a pesar de todo, el sistema federal facilita la adhesi¨®n de una parte muy importante de la ciudadan¨ªa en sociedades de esas caracter¨ªsticas y la satisfacci¨®n suficiente de parte significativa, incluso, de quienes desear¨ªan, en su coraz¨®n, la independencia. Una tercera v¨ªa que permitir¨ªa la movilizaci¨®n de una parte cuantitativa y cualitativamente relevante de la sociedad catalana y la atenuaci¨®n de la adhesi¨®n a la independencia por parte significativa de los independentistas recientes; algo que el unionismo, puro y simple, es incapaz de lograr. Las encuestas parecen avalar, todav¨ªa hoy, que esto es posible en Catalu?a ¡ªy tambi¨¦n en el Pa¨ªs Vasco¡ª, a pesar de la extensi¨®n del escepticismo sobre la capacidad de Espa?a para plantearlo de forma seria y convincente.
Quienes se empe?an en rechazar la idoneidad del sistema federal corren un serio riesgo de caer en el mismo error que Walter Long. Tambi¨¦n magn¨ªficamente estudiado por Kendle, Long fue uno de los m¨¢s destacados pol¨ªticos unionistas, defensor de primera l¨ªnea de los intereses del unionismo irland¨¦s desde su esca?o en Westminster ¡ªy en distintos Gabinetes¡ª y uno de los principales protagonistas del fracaso de los sucesivos proyectos de home rule para Irlanda desde 1886. Pero Walter Long pose¨ªa una destacada inteligencia pol¨ªtica. Durante el debate de lo que llegar¨ªa a ser la home rule de 1914 (que no entr¨® en vigor por el estallido de la Gran Guerra), lleg¨® a la convicci¨®n de que el mantenimiento de los postulados unionistas llevaba inexorablemente a la p¨¦rdida de Irlanda. Y se empe?¨® en tratar de encontrar una soluci¨®n que fuera capaz de acomodar los intereses de los unionistas, mayoritarios en seis de los nueve condados del Ulster ¡ªlo que acabar¨¢ siendo Irlanda del Norte¡ª, y de los nacionalistas, muy mayoritarios en el resto de Irlanda. Sobre la base de lo observado en su largo viaje a Canad¨¢, lleg¨® a la conclusi¨®n de que solo hab¨ªa una soluci¨®n posible: el sistema federal. Pero era ya 1914; demasiado tarde para que una soluci¨®n de este tipo fuera factible. El gran opositor a la home rule y a la soluci¨®n federal descubre el federalismo como soluci¨®n cuando ya el sistema federal no puede ser la soluci¨®n; cuando ya no hay soluci¨®n. Es lo que llamo el s¨ªndrome de Walter Long.
El federalismo no es ninguna panacea. Por s¨ª mismo, no garantiza el ¨¦xito de la empresa. Como escribi¨® Walter Bagehot, ninguna pol¨ªtica es capaz de extraer de una naci¨®n m¨¢s de lo que esa naci¨®n tiene en su interior. En esa reforma constitucional Espa?a se enfrentar¨¢ a s¨ª misma y mostrar¨¢ su capacidad para resolver el problema planteado por la reclamaci¨®n catalana; o su incapacidad. Pero no hay alternativa.
Alberto L¨®pez Basaguren es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional en la Universidad del Pa¨ªs Vasco (UPV/EHU).
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