?Qui¨¦n odia a Kim Kardashian?
Anna wintour la excluy¨® de su gala en el MET para despu¨¦s darle una portada. Leonardo DiCaprio se neg¨® a compartir una fiesta con su familia. EE UU se debate entre amarla o detestarla mientras ella perfecciona su f¨®rmula para hacer dinero
La sociedad estadounidense lleva unos a?os dividida. Por un lado, est¨¢ rendida a los pies de su socia indiscutiblemente m¨¢s popular: la reina de la telerrealidad Kim Kardashian. Y por el otro, est¨¢ obsesionada con humillar y despreciar a su socia m¨¢s populista: la reina de la telerrealidad Kim Kardashian. Pocas veces esta dicotom¨ªa se hab¨ªa palpado tanto como en los ¨²ltimos d¨ªas. El incidente m¨¢s cercano en el tiempo es quiz¨¢ el m¨¢s representativo: fue el 1 de junio, cuando Leonardo DiCaprio acudi¨® al cumplea?os de Frank Delgado, un famoso promotor de fiestas en California. Como en la sala estaban miembros de la familia Kardashian rodando un cap¨ªtulo de su reality, Keeping up with the Kardashians, el actor prefiri¨® no entrar mientras estuvieran ellos. El titular se propag¨® como la p¨®lvora durante varios d¨ªas: Leonardo DiCaprio desde?a a las Kardashian.
En realidad la cosa no fue para tanto. Una llamada al club XIV confirma que DiCaprio s¨ª acudi¨® a la fiesta. Todo lo que hizo fue esperar a que los Kardashian terminaran de rodar. Sin embargo, el incidente entronca perfectamente con la relaci¨®n de amor-odio que Am¨¦rica siente hacia su novia m¨¢s improbable. Kim es, al fin y al cabo, una mujer que se dio a conocer porque el v¨ªdeo de un encuentro sexual entre ella y un rapero lleg¨® a la Red en 2007. A partir de ah¨ª ha construido un imperio medi¨¢tico basado en su reality, sus l¨ªneas de cosm¨¦tica para supermercado y de ropa (en 2013, Forbes cifr¨® sus ganancias anuales en unos 7,5 millones de euros). Si esto puede sonar, aqu¨ª, a hortera y carente de m¨¦rito, es porque falta a?adirle el amor instintivo del p¨²blico estadounidense hacia quien gana teniendo las de perder. Y el amor que suscita quien desaf¨ªe, al menos en la superficie, las convenciones puritanas. Y, por supuesto, la cultura cibern¨¦tica, que en 2007 buscaba famosos accesibles y ubicuos sobre los que hacer clic.
Por su condici¨®n de placer culpable, Kim siempre ha recibido el rechazo p¨²blico de la misma poblaci¨®n que, seg¨²n las encuestas, luego la ten¨ªa por la celebridad m¨¢s querida. En 2012, Jon Hamm, que interpreta a Don Draper en Mad men, dijo: ¡°Da igual que seas Paris Hilton o Kim Kardashian: en estos d¨ªas se celebra la estupidez. Ser un idiota es algo valorado porque a los idiotas se les recompensa significativamente". Ese mismo a?o, Anna Wintour, la editora de Vogue, se neg¨® a invitarla a la gala del MET porque no alcanzaba el criterio de ¡°las estrellas m¨¢s grandes del mundo¡±. La historia parec¨ªa escrita. Era Julia Roberts en Pretty woman intentando comprar en la tienda de lujo ante el rechazo de las dependientas.
Pero el guion dio un giro: Kim empez¨® a salir con uno de los raperos de m¨¢s ¨¦xito del pa¨ªs. Kanye West no era una persona especialmente querida (es autor de perlas como: ¡°Lo malo de ser la voz de Dios es que nunca me ver¨¦ actuar en directo¡±), pero s¨ª era admirado. Y era amigo ¨ªntimo de Jay Z y Beyonc¨¦, la pareja de artistas m¨¢s imbatible del pop.
Tras triunfar por ser la celebridad que m¨¢s expon¨ªa de s¨ª misma, empez¨® a ponerle cercos a su intimidad. A negarse a dar declaraciones ni crear pol¨¦micas. A comportarse como una famosa por derecho propio. Y el mundo a su alrededor parec¨ªa ceder. En febrero de 2013, cuando apareci¨® en una sesi¨®n de fotos para la revista Elle, el estilista Nicola Formichetti critic¨® a varios de los dise?adores de lujo que se hab¨ªan negado a prestar su ropa para las fotograf¨ªas de Kim. ¡°Es el t¨ªpico esnobismo de la moda¡±, a?adi¨®, en defensa del incipiente icono de ese sue?o americano que dice que el estatus se consigue con quererlo.
Como para demostrarlo, la pareja se cas¨® el pasado mayo. A diferencia de bodas previas que fueron televisadas y casi acaban con su imagen, Kim realiz¨® esta en total intimidad, en el Forte Belvedere de Florencia. Ella ya no era trasgresi¨®n. Era norma. La edici¨®n estadounidense de Vogue, la misma biblia de la moda que hab¨ªa negado la entrada a su fiesta elitista en el MET, les dedic¨® una portada. ¡°Uno de los grandes placeres de editar esta revista es mostrar a aquellos que definen la cultura en cualquier momento, aquellos que agitan las cosas, aquellos cuya mera presencia en este mundo le da forma¡±, reculaba Wintour en su editorial.
Pero la temida editora no fue al casamiento, aunque hab¨ªa sido invitada. Y, de vuelta a casa, las cosas no parec¨ªan mejor. El diario New York Post dio cuenta de la celebraci¨®n de una forma menos hagiogr¨¢fica que muchos otros medios: ¡°Dos gilipollas se casaron en Italia¡±. Y entonces lleg¨® lo de DiCaprio. Otra prueba de que la relaci¨®n entre Am¨¦rica y Kim Kardashian puede ser muchas cosas, pero sobre todo es suicida: solo busca autodestruirse. ¡°Fue primero una persona p¨²blica y luego quiso ser solo una imagen¡±, razona Robert K. Passkoff, presidente de Brand Keys, que analiza la relaci¨®n entre marcas y el p¨²blico. ¡°Lo que el p¨²blico espera de ella es precisamente que aguante el rechazo¡±.
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