Una dinast¨ªa org¨¢nica
El Partido Comunista ha resuelto de forma efectiva el delicado problema de la sucesi¨®n en China. Su supervivencia depende de la capacidad de adaptaci¨®n, la conjura de la divisi¨®n interna y la estabilidad
China es un pa¨ªs de dinast¨ªas. As¨ª se describe su historia. Durante cientos de a?os estas han modulado su devenir. Incluso en la China republicana, tras el pronto fallecimiento del padre fundador Sun Yat-sen, no falt¨® quien pretendiera dar vida a un nuevo linaje (el ef¨ªmero mandato de Yuan Shikai). La China mao¨ªsta cort¨® de ra¨ªz los titubeos din¨¢sticos. En una ocasi¨®n, el propio Mao orden¨® paralizar simb¨®licamente su tren al paso de la monta?a Tai, una de las m¨¢s sagradas en China, a cuya cumbre ascend¨ªan los emperadores para rendir ofrendas al cielo, a fin de evidenciar que ¨¦l nunca har¨ªa lo mismo. Sus campa?as contra las viejas costumbres y las viejas ideas pretend¨ªan construir un dique infranqueable contra el retorno de aquel pasado que hab¨ªa conducido a China a la decrepitud y el sometimiento a las potencias extranjeras. No obstante, tambi¨¦n la mentalidad imperial acab¨® dejando su impronta en el propio Mao y muy especialmente en su af¨¢n por acaparar el poder absoluto.
Tras su muerte, con menos proclamas, Deng Xiaoping, el promotor de la reforma y apertura, sent¨® las bases de una institucionalizaci¨®n que ha permitido auspiciar cierto futuro a la primera dinast¨ªa org¨¢nica de la historia china: el Partido Comunista (PCCh). En efecto, en ning¨²n otro pa¨ªs del orbe comunista se ha podido resolver de forma tan efectiva el delicado problema de la sucesi¨®n, fuente de situaciones traum¨¢ticas, intrigas y crisis o espejo de legados hereditarios, por sus l¨ªmites bien alejados de cualquier intencionalidad emancipadora. Acostumbrados a la imagen de ¡°los cuatro viejos con cinco dientes¡± de la gerontocracia sovi¨¦tica, la instauraci¨®n de reglas para la alternancia (no m¨¢s de dos mandatos en el cargo, nadie mayor de 70 a?os en ejercicio¡) y la entronizaci¨®n del consenso como norma de funcionamiento ha llevado incluso a los propios chinos a hablar de ¡°nuevo Gobierno¡± cuando el cambio de l¨ªderes se produce cada cinco o 10 a?os, a pesar de que quienes lo protagonizan est¨¢n gobernando con la misma legitimidad lograda en 1949.
Esta formulaci¨®n, que no evita las luchas de palacio, pretende eludir la soluci¨®n occidental basada en la alternancia por v¨ªa electoral en un marco pluripartidista y entronca con el discurso civilizacional del pa¨ªs facilitando una ¨®smosis que se acent¨²a con la recuperaci¨®n adaptada del discurso confuciano y legista sin renunciar por ello siquiera al marxismo que formalmente inspira su cuerpo doctrinal. El modelo, queriendo apoyarse en cierta inercia de la historia en vez de combatirla, aboga por una institucionalidad diferente basada en reglas escritas, no escritas y flexibles con el denominador com¨²n de preservar la estabilidad y promover una alternancia civilizada ahuyentando los peligros de la divisi¨®n asegurando la abrumadora mayor¨ªa de la corriente principal y excluyendo la utilizaci¨®n de la sociedad en las luchas de poder entre los diferentes clanes y grupos de inter¨¦s.
Existen normas para la alternancia: un tope de dos mandatos y nadie mayor de 70 a?os en ejercicio
Esta vocaci¨®n org¨¢nica de la configuraci¨®n y ejercicio de la autoridad quiere alejar el peligro de un poder personalizado aunque parad¨®jicamente contemple como f¨®rmula ideal ¡ªno escrita¡ª la asunci¨®n unipersonal de los principales poderes del Estado (Partido, Estado, Ej¨¦rcito). No obstante, dicho poder deber¨¢ ejercerse colegiadamente, si bien observando las normas de una jerarqu¨ªa, por lo general r¨ªgida en su estatus, pero flexible en su configuraci¨®n, que otorga la primac¨ªa a la distribuci¨®n del poder en la c¨²pula del PCCh frente a otras instancias del Estado (vicepresidencia del pa¨ªs, presidencia del Parlamento o de la Conferencia Consultiva, etc¨¦tera). El c¨ªrculo se completa con el auxilio de una ¨¦lite que tanto incluye funcionarios en activo de amplia preparaci¨®n como veteranos cuya opini¨®n es preceptiva en determinados casos, pudiendo dejar sentadas decisiones de gran alcance que sus continuadores deber¨¢n respetar. As¨ª aconteci¨® con Hu Jintao (2002-2012), se?alado por Deng en tiempos en que la ¡°buena impresi¨®n¡± causada a un l¨ªder pod¨ªa marcar el futuro personal, una decisi¨®n respetada por Jiang Zemin (1989-2002) aun despu¨¦s de muerto el Peque?o Timonel. El parecer de Jiang, aunque ya jubilado, pes¨® mucho en la elecci¨®n de Xi Jinping, en el cargo desde 2012 que deber¨¢ asumir hasta 2022. Y as¨ª puede ocurrir con el candidato probablemente se?alado por Hu Jintao para suceder a Xi, Hu Chunhua, quien podr¨ªa sustituirle sin ser su favorito. Esa organicidad compleja del PCCh act¨²a as¨ª a modo de freno de las habituales tendencias al acaparamiento del poder, pudiendo configurar incluso ¡°colegios electorales¡± espec¨ªficos para decidir la composici¨®n de las m¨¢s elevadas instancias en momentos de mayor pugna o desacuerdo. Dichos mecanismos revelan igualmente que no todo es rigidez en su vida interna, sino que por el contrario una relativa flexibilidad acompa?a inteligentemente la b¨²squeda de soluciones a los problemas m¨¢s delicados.
Xi Jinping, el actual m¨¢ximo l¨ªder, ha ganado peso pol¨ªtico en ¨¢reas decisivas
Hay quien ve en los h¨¢bitos de Xi Jinping, el actual m¨¢ximo l¨ªder chino, una ruptura de dicha norma al constatar su protagonismo p¨²blico y la mayor significaci¨®n de su peso pol¨ªtico en ¨¢reas decisivas, desde la conducci¨®n de la reforma a la defensa, pero tambi¨¦n en el medio ambiente o en la lucha contra la corrupci¨®n, el control de Internet o las redes sociales. Lo m¨¢s probable, no obstante, es que con independencia de estilos propios, indudablemente m¨¢s asertivos y que le diferencian notoriamente de sus predecesores, el ejercicio de su poder sigue siendo deudor de la necesidad de preservar la s¨ªntesis y el consenso entre las diversas corrientes que habitan en la trama pol¨ªtica del sistema. No hacerlo as¨ª ser¨ªa, simplemente, temerario, m¨¢s a¨²n en un momento como el actual en el que la intensificaci¨®n de las reformas estructurales para alumbrar el llamado nuevo modelo de desarrollo amenaza los privilegios de clanes poderosos que hasta ahora han sabido beneficiarse amplia y privadamente de las prebendas p¨²blicas mediante el control exclusivo de los grandes monopolios en los sectores estrat¨¦gicos.
Esa exhibici¨®n m¨¢s ostentosa de la autoridad denota un renovado esfuerzo de comunicaci¨®n y de adaptaci¨®n a las claves formales del liderazgo en el mundo moderno aproxim¨¢ndose, al menos cosm¨¦ticamente, a los patrones m¨¢s comunes en el mundo occidental. Es el mismo empe?o que aconseja, por ejemplo, un protagonismo creciente de la primera dama china, un concepto, como el del sue?o chino, por otra parte, alejado de su tradici¨®n cultural espec¨ªfica. Pero es arriesgado equiparar dichos cambios con la ruptura del sistema colegiado o con un quiebre en los equilibrios entre los diferentes clanes que le evite navegar guardando las distancias con los extremos para atraerse a los m¨¢s comprometidos con el consenso. Si algo ha ense?ado la historia reciente a los dirigentes chinos es que la supervivencia de la actual dinast¨ªa depende de su capacidad de adaptaci¨®n, la conjura de la divisi¨®n interna y la preservaci¨®n de una estabilidad asociada a una relaci¨®n progresivamente normalizada con la sociedad.
En consecuencia, el debate acerca de la naturaleza dictatorial o democr¨¢tica del sistema pol¨ªtico chino, con sus matices de tibieza y sus contradicciones, adolece de una visi¨®n muy dependiente de nuestros par¨¢metros. Por el contrario, la asunci¨®n de una perspectiva del r¨¦gimen actual a la luz de la historia y la cultura chinas, que por otra parte tanta influencia ejercen sobre el imaginario y el proceder cotidiano de los funcionarios del pa¨ªs a todos los niveles, aconsejar¨ªa incorporar esa otra clave espec¨ªfica, aquella que remite al ¡°imperio del Partido¡± que haciendo valer su condici¨®n org¨¢nica adaptada a las condiciones contempor¨¢neas a trav¨¦s del mandarinato virtuoso y la promoci¨®n del imperio con la ley como expresi¨®n m¨¢s ajustada de su singularidad, ilustra la profunda metamorfosis experimentada por el comunismo en China desde sus inicios hasta hoy d¨ªa.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China
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