Que no
El debate sobre la ley del aborto planteada por Gallard¨®n se ha convertido en algo siniestro
La anencefalia, exencefalia o acr¨¢neo; la hidranencefalia; la holoprosencefalia alobar; la atresia lar¨ªngea o traqueal; la agenesia diafragm¨¢tica o la renal bilateral; una patolog¨ªa renal bilateral con secuencia Potter y de comienzo precoz; la Ectopia cordis; la Pentalog¨ªa de Cantrell; el S¨ªndrome de bandas amni¨®ticas; el Limb-body wall complex; la displasia esquel¨¦tica letal con hipoplasia tor¨¢cica y afectaci¨®n precoz; y algunas cromosomopat¨ªas como la trisom¨ªa 18, la 13, la 9, o triploidias.
Lean, retengan de memoria. Sobre todo, las muchachas que est¨¦n en edad de procrear. Tambi¨¦n sus novios. O los padres y las madres de esas chicas. Todos ellos habr¨¢n de tener presente ese listado de pesadilla si es que la joven se ha quedado embarazada y no queriendo, por la raz¨®n que fuera, seguir adelante con su embarazo, se plantea la posibilidad de acogerse a cualquiera de las anomal¨ªas que en el p¨¢rrafo se se?alan. La lista de enfermedades incompatibles con la vida est¨¢ confeccionada por el Comit¨¦ de Bio¨¦tica de la Sociedad Espa?ola de Ginecolog¨ªa. Lo cual no quiere decir que los ginec¨®logos est¨¦n de acuerdo con que s¨®lo si se contempla una de estas enfermedades en el feto la mujer tenga derecho a abortar. A estas alturas, el debate sobre la ley del aborto planteada por el ministro Gallard¨®n se ha convertido en algo siniestro. Enhorabuena, se?or ministro. Est¨¢ usted con su l¨¢piz corrector de leyes, investido no ya en ministro del Gobierno de un pa¨ªs sino en el dif¨ªcil papel de un ministro enviado por Dios, distinguiendo entre las enfermedades del feto que a la madre le permitir¨¢n abortar y aquellas otras que proteger¨¢n, como al ministro le gusta recalcar, la vida del concebido; y es que aunque parezca de guasa, este ministro de justicia divina quiere pasar a la historia de la democracia por haber legislado a favor de los ni?os, y tambi¨¦n por amparar a las embarazadas. Gracias.
Las mujeres han abortado siempre. La ley debe facilitar que lo hagan con la m¨¢xima seguridad
Protegidas por la bondad de Gallard¨®n, est¨¢n las mujeres espa?olas, ciudadanas a las que este ministro y, por tanto, el Gobierno al que pertenece, considera tan menores de edad, tan inmaduras, que ha debido confeccionar, con generosidad paternalista, el siniestro listado de malformaciones para que la joven que est¨¦ tratando de interrumpir su embarazo respire aliviada si es que la naturaleza ha tenido la generosidad de concederle a su feto una de esas enfermedades espantosas que le servir¨¢n de pasaporte para tener un aborto en condiciones sanitarias seguras. El se?or ministro, en toda su infinita compasi¨®n, no desea que las mujeres que aborten ilegalmente, que seg¨²n esta ley ser¨¢n casi todas, paguen con la c¨¢rcel. De ninguna de las maneras. Al fin y al cabo, ellas no tienen la madurez suficiente como para decidir por s¨ª mismas, por tanto no son las responsables ¨²ltimas de sus actos, y tampoco est¨¢n preparadas como profesionales del embarazo, por tanto, el que tendr¨¢ la ¨²ltima palabra ser¨¢ el ginec¨®logo. Si se diera el caso de que el m¨¦dico se saltara la ley y le practicara a su paciente una interrupci¨®n del embarazo que no contemplaran esos supuestos, ser¨ªa ¨¦l quien tendr¨ªa que responder ante la justicia. Con lo cual, lo que esta ley consigue muy cucamente es que s¨®lo tengan derecho a poseer una conciencia ¨¦tica aquellos profesionales que est¨¦n en contra del aborto; al resto, a aquellos que creen en la libertad de la mujer para actuar seg¨²n su conciencia, se les niega actuar seg¨²n sus principios.?
De todo esto parece que ya se ha escrito, ?verdad que parece que est¨¢ todo dicho? Pues no ha sido suficiente. Tampoco han sido suficientes las multitudinarias manifestaciones de mujeres, y de hombres comprometidos con la libertad de las mujeres, que llegaron a las puertas del Congreso para exigir que no volvamos a la lamentable realidad de antes del 85. El ministro desoy¨® el clamor, hizo o¨ªdos sordos a las palabras libertad, sanidad p¨²blica. Y decidi¨® enrocarse en una ley que actuar¨¢ contra una realidad que no va a modificarse por la prohibici¨®n: las mujeres han abortado siempre. Lo ¨²nico que debe facilitar la ley es que lo hagan con la m¨¢xima seguridad sanitaria. Pero esta gallardonada hist¨®rica espera el momento de llegar al Congreso. La ley de risible t¨ªtulo (de protecci¨®n de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada, ?madre m¨ªa!) sigue su curso, vive latente en un oscuro caj¨®n de la mesa del ministro, esperando su victoria final. En septiembre, tendremos que ver qu¨¦ pasa con ella. Y mientras, nuestro presidente del Gobierno, ese hombre enigm¨¢tico del que no sabemos muy bien lo que piensa y que se caracteriza por no querer que sus ministros le vayan con problemas, lo cual es todo un hito estando al frente de un pa¨ªs como Espa?a, se pregunta, creo yo que se pregunta (estoy especulando), por qu¨¦ co?o le permiti¨® al ministro Gallard¨®n que se engolfara con una ley de la que nadie se quejaba (salvo cuatro fan¨¢ticos religiosos) y que no hac¨ªa ruido, dado que las cuestiones ¨ªntimas de las mujeres suelen dirimirse en silencio. Pero habr¨¢ que advertirle que igual que la ley respira como un alien a que llegue el oto?o para hacer notar, nosotras, tambi¨¦n vosotros, esperamos el momento de salir a la calle para decir que no. Que no. Que de ninguna manera, oiga.
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