Precauci¨®n con Libia
El equilibrio de poder est¨¢ definido por cientos de milicias armadas
Con todas las misiones internacionales evacuadas tras semanas de enfrentamientos entre milicias en Tr¨ªpoli y Bengazi, muchos analistas y diplom¨¢ticos ahora recuerdan que ven¨ªan avisando de que Libia acabar¨ªa as¨ª. Al fin y al cabo, ?c¨®mo pod¨ªa funcionar como democracia un pa¨ªs de tribus repleto de petr¨®leo, dividido entre tres regiones independientes hasta 1951, y cuna de islamistas radicales?
Tristemente, Libia, ahora s¨ª, va tan mal como todos dicen. Pero es m¨¢s por la fragmentaci¨®n extrema de poder que surgi¨® del conflicto que derroc¨® a Gadafi que por cualquier otro factor. Es urgente entenderlo: si no lo hacemos nos arriesgamos a agravar a¨²n m¨¢s la situaci¨®n.
El a?o pasado asist¨ª a una conferencia sobre derechos humanos organizada por el Gobierno libio en Al Bayda. Fue un espect¨¢culo vibrante. Muft¨ªs, ancianos l¨ªderes tribales, representantes del Gobiernos y j¨®venes hombres y mujeres de la sociedad civil de todo el pa¨ªs cantaban el nuevo himno nacional juntos y defend¨ªan sus posiciones en igualdad de condiciones. La anarqu¨ªa en la sala era lo de menos; tras 41 a?os de Gadafi, los libios pod¨ªan expresarse libremente.
Sin embargo, tres contenciosos marcaron la conferencia. El primero fue una controvertida ley que ilegalizaba la participaci¨®n pol¨ªtica de todos los que hab¨ªan tenido un alto cargo con Gadafi. Aunque el debate se entend¨ªa como islamistas contra liberales (estos ¨²ltimos, partidarios de aplicar esta norma s¨®lo a los casos m¨¢s claros), lo que realmente defin¨ªa la posici¨®n de cada individuo no era su fervor religioso sino sus posibilidades de acceder a puestos pol¨ªticos de significativo potencial lucrativo.
El segundo fue un incidente en los pasillos en el que Hassan Al Amin, un reconocido activista de Misrata que en los meses anteriores hab¨ªa criticado p¨²blicamente a las poderosas milicias de su ciudad por cometer abusos, se encar¨® con otro hombre. Luego aprend¨ª que Al Amin acusaba al otro hombre, un pol¨ªtico de Misrata, de haber amenazado a su familia momentos antes. Desde hace meses, ya con Gadafi desaparecido, Al Amin hab¨ªa tenido que volver al exilio a Londres por amenazas como ¨¦stas.
El pa¨ªs s¨®lo podr¨¢ salir del atolladero actual si las diferentes facciones que hoy luchan por el poder deciden que tienen m¨¢s que ganar en un contexto de estabilidad
El tercer incidente tuvo lugar en el aeropuerto cuando un norteamericano le reproch¨® a una viceministra las cr¨ªticas que hab¨ªa hecho a la falta de apoyo internacional. Este avisaba que contribu¨ªa a una tendencia en la que los libios atribu¨ªan todos sus males a actores externos y alimentaban teor¨ªas tan disparatadas como que la actividad de la Corte Penal Internacional en Libia (reclamando el juicio de Saif Gadafi en La Haya) formaba parte de una estrategia de la ONU para preparar otra intervenci¨®n armada.
?Qu¨¦ significado tienen estas an¨¦cdotas? La principal lectura que debe surgir de ellas es que el actual contexto de fragmentaci¨®n extrema y dif¨ªcil reequilibrio de poder est¨¢ definido por los cientos de milicias armadas que se formaron a escala local y se apoyaron desde EE?UU, Europa y el Golfo (incluso con armas) durante los ocho meses de conflicto en 2011.
Un buen ejemplo es Zintan. Antes de la revoluci¨®n, muchos libios ni siquiera conoc¨ªan el nombre de esta ciudad de las monta?as Nafusa de 16.000 habitantes. Pero con su papel protagonista en la toma de Tr¨ªpoli, las diferentes milicias de Zintan pasaron a controlar pasos de frontera y el aeropuerto, mantener alianzas estrechas con pol¨ªticos influyentes y retener a Saif Gadafi en un limbo jur¨ªdico preocupante. Hoy se enfrentan a las milicias de Misrata por el control de Tr¨ªpoli. Ah, y, por cierto, se las considera del bando liberal.
En este contexto, el Gobierno pinta poco. El secuestro expr¨¦s del expresidente por una milicia, el intento de exportar petr¨®leo clandestinamente por un l¨ªder secesionista en el este y la ofensiva militar liderada por un general del Ej¨¦rcito renegado contra milicias islamistas en el este, responsables de m¨¢s de cien asesinatos pol¨ªticos, son pruebas de ello.
Hoy algunos sugieren una respuesta internacional m¨¢s contundente. Pero en la fragmentada y vol¨¢til Libia pos-Gadafi no existe una contraparte clara que reforzar. Muchas de las milicias que hoy luchan actuaban hasta hace poco bajo el paraguas del Gobierno, y el Ejecutivo que salga de las recientes elecciones (en las que s¨®lo particip¨® el 18% del electorado) ser¨¢ para muchos libios tan s¨®lo otro actor m¨¢s luchando por el poder. Si adem¨¢s se tienen en cuenta los intereses energ¨¦ticos del pa¨ªs y el controvertido papel de Europa y EE?UU en el pa¨ªs y la regi¨®n (Palestina incluida), un papel internacional demasiado visible inspirar¨ªa mucho recelo local.
Libia s¨®lo podr¨¢ salir del atolladero actual si las diferentes facciones que hoy luchan por el poder deciden que tienen m¨¢s que ganar en un contexto de estabilidad y empiezan a dialogar. Desde fuera contamos con palos y zanahorias para contribuir a este fin con la ayuda de Estados clave de la regi¨®n como Egipto o Argelia. Si surge un l¨ªder que eventualmente consiga apaciguar las coaliciones entre milicias, hombres de negocios y pol¨ªticos que controlan el pa¨ªs, Libia cuenta con una peque?a poblaci¨®n, una ¨¦lite bien preparada y fuentes energ¨¦ticas para ir creando unas instituciones fuertes y una econom¨ªa viable. Pero, por desgracia, antes de que mejoren las cosas, probablemente tengan que empeorar a¨²n m¨¢s.
Juan Garrigues es asesor especial en el Dialogue Advisory Group e investigador s¨¦nior asociado en el CIDOB.
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