Menos balanzas y mejor reparto

No hace falta ser economista. Se suma todo lo que los ciudadanos pagan, en funci¨®n de sus ingresos, se detrae una parte para los gastos de Administraci¨®n del Estado (central y auton¨®mico) y el resto se divide entre todos. As¨ª sabr¨ªamos lo que nos tocar¨ªa recibir a cada uno en prestaciones p¨²blicas (infraestructuras, educaci¨®n, sanidad, etc¨¦tera). Se introducen coeficientes correctores de solidaridad para ir igualando las regiones m¨¢s pobres con las m¨¢s ricas, y se a?ade una cl¨¢usula de ordinalidad, para que el rankingentre autonom¨ªas no se llegue a invertir aunque las diferencias se vayan comprimiendo y acaben desapareciendo, como deber¨ªa ser. Y, por fin, se comprueba lo que cada uno recibe realmente, haciendo las correcciones necesarias sobre el modelo actual para que esa cantidad se ajuste a la correcta. Si para ello hay que corregir los cupos forales o las cuotas auton¨®micas, h¨¢gase sin pesta?ear. Luego que cada uno analice los datos como m¨¢s le apetezca.

Para pagar y para cobrar, d¨¦jese una parte al Estado, otra a las autonom¨ªas, y otra a los municipios, en funci¨®n de su n¨²mero de habitantes, y en las proporciones adecuadas para que cada Administraci¨®n atienda sus competencias, previamente definidas y pactadas.

As¨ª explicado, parece sencillo, pero no se animen. No ocurrir¨¢, al menos mientras el acento se siga poniendo en lo que nos separa, buscando exclusivamente agravios comparativos.¡ª Javier de Mendoza Sans.