19 fotosLos rostros del exilioUna enfermera retrata a refugiados sursudaneses que esperan en una zona de tr¨¢nsito a ser ubicados en un campo permanente Madrid - 28 ago 2014 - 22:27CESTWhatsappFacebookTwitterLinkedinCopiar enlaceUn beb¨¦ reci¨¦n nacido en uno de los campamento de refugiados. Muchas mujeres prefieren dar a luz en tiendas de campa?a o en sus casas (una vez que han sido asentadas), pero cada vez m¨¢s est¨¢n empezando a utilizar los servicios que se ofrecen en Dzaipi, donde disponemos de una partera. Alentamos a las mujeres embarazadas a dar a luz en los centros de salud para que puedan recibir lote de productos para madres recientes, registrar debidamente a su beb¨¦, y tener un acceso m¨¢s f¨¢cil a las vacunas necesarias.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Uno de los muchos ni?os curiosos que aguardan en el campo de tr¨¢nsito mira por la ventana de una de las tiendas comunitarias mientras fotograf¨ªo a otros chicos. Los ¨²ltimos refugiados que llegaron han tenido que pasar varias semanas en vez de unos cuantos d¨ªas en esta zona. La raz¨®n es que el n¨²mero de personas aqu¨ª se est¨¢ reduciendo y porque se est¨¢n preparando nuevos terrenos para ellos.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Cazuelas que se utilizan para guardar una de las dos comidas cocinadas que se ofrecen en el Centro de Tr¨¢nsito. Los refugiados presentan su tarjeta de identificaci¨®n y as¨ª pueden recibir una raci¨®n de gachas, frijoles y arroz. Aunque s¨®lo se ofrecen dos comidas al d¨ªa, las colas tienden a ser tranquilas y la gente espera pacientemente a obtener su plato. Otra foto durante el reparto de las gachas. Muchos ni?os esperan junto a los adultos, en la misma cola, para recoger sus porciones. Transportar la avena caliente en recipientes sobre la cabeza ha llevado a que algunos porteadores sufran escaldaduras y quemaduras cuando la papilla chapotea y se derrama fuera del recipiente, pero estos accidentes son relativamente escasos para la cantidad que se trae y se lleva a diario.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Cuando, el julio de 2014, el n¨²mero de personas albergadas en el campo de tr¨¢nsito sobrepas¨® el l¨ªmite, fijado en 3.700, ACNUR comenz¨® a levantar tiendas provisionales en las afueras del recinto. Los refugiados aumentaron de 3.000 a casi 12.000, pues muchos llegaron despu¨¦s de un periodo muy intenso de lucha armada. Muchos de ellos se vieron forzados a dormir bajo los ¨¢rboles, a cielo abierto, porque no hab¨ªa instalaciones suficientes. Despu¨¦s, la mayor¨ªa de ellos fueron ubicados en los campos permanentes, las tiendas fueron recogidas y amontonadas en esta enorme hilera. Echar un vistazo desde aqu¨ª hacia el campo permite hacerse una idea de la intensa actividad que se desarroll¨® durante un tiempo.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Adolescentes subidos a un cami¨®n que espera para trasladar personas desde el campo de tr¨¢nsito hasta el de refugiados.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Tres j¨®venes hacen tiempo frente a un cami¨®n justo antes de subirse a ¨¦l para ser transferidos al lugar donde ser¨¢n asentados definitivamente.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Un ni?o de corta edad es vacunado contra la difteria, la tosferina y el t¨¦tanos en el campo de refugiados de Baratuku. Muchos padres, y sobre todo madres, tienen miedo a las aglomeraciones y est¨¢n ansiosos por ser inmunizados.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Refugiados llegando despu¨¦s de un largo viaje desde Sud¨¢n del Sur. ?No pude resistirme a fotografiar la iron¨ªa de la maleta! Bienvenidos al campo de tr¨¢nsito.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Despu¨¦s de llegar, los refugiados ponen sus pertenencias en peque?os montones y se sientan un rato con sus familias antes de ir a buscar un hueco en las tiendas comunitarias. El espacio no est¨¢ asignado, as¨ª que se pueden instalar en cualquier sitio libre en el que se sientan m¨¢s c¨®modos. La ocupaci¨®n ha sido tan baja en el campo de tr¨¢nsito que todos pueden dormir a cubierto (?Y no en el exterior, debajo de un ¨¢rbol!).Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Una ni?a espera a ser vacunada y observa c¨®mo la enfermera prepara y administra las inyecciones a los ni?os que est¨¢n antes que ella. En el campo de tr¨¢nsito se suministran distintas vacunas a todos los reci¨¦n llegados en funci¨®n de su edad y su sexo.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Parte trasera de un cami¨®n llegando al campo de tr¨¢nsito con m¨¢s refugiados. La mayor¨ªa de ellos se sientan en el fondo del veh¨ªculo mientras son trasladados desde la frontera, y a menudo llegan exhaustos y polvorientos.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Una madre sostiene a su reci¨¦n nacido en el campo de tr¨¢nsito. El beb¨¦ naci¨® a primera hora de la madrugada, sobre las 2, y por la tarde a¨²n no hab¨ªa conseguido darle el pecho. Nuestro equipo la visit¨® en la tienda donde se encontraba y decidi¨® trasladarla a Dzaipi para que fuera examinada por una matrona y un doctor de M¨¦dicos Sin Fronteras. En la imagen se puede distinguir la mosquitera, que muchas veces se utiliza mal porque no se cuelga correctamente o porque se usa como material de construcci¨®n de las casas. Tambi¨¦n se puede distinguir a una persona al fondo de la imagen, que demuestra la falta de privacidad inherente a este tipo de asentamientos. Teniendo en cuenta que son espacios cerrados, es f¨¢cil suponer que la higiene puede ser un problema, especialmente si se produce un parto. ?D¨®nde se tira la placenta? ?Qui¨¦n limpia la sangre y los utensilios utilizados en el alumbramiento?Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Interior de una de las carpas comunales. Las estructuras est¨¢n construidas con postes de madera y las paredes, techo y suelo est¨¢n hechos con l¨¢minas de pl¨¢stico. Las ventanas son aberturas cortadas en las paredes y las puertas son espacios abiertos con un panel de pl¨¢stico superpuesto. Estas tiendas pueden albergar a, aproximadamente, 30 familias, que est¨¢n formadas en su mayor¨ªa por mujeres y ni?os. Muchas mujeres encienden peque?as fogatas dentro de la tienda para cocinar. Debido a que hay pocos ¨¢rboles dentro del campo, tambi¨¦n hay poca sombra, por lo que las estructuras son el ¨²nico respiro para esquivar el sol deslumbrante de Uganda. Sin embargo, las tiendas tienden a llenarse de humo debido a la falta de ventilaci¨®n adecuada y es, sin duda, parte de la causa por la que muchos sufren la tos y otras afecciones respiratorias que vemos en la cl¨ªnica. A menudo se realizan m¨²ltiples fuegos en cada estructura: a lo largo de las paredes, debajo de la ventana y en el centro de la habitaci¨®n. Hay muchos ni?os peque?os dentro y fuera de las tiendas de campa?a durante todo el d¨ªa, y algunos terminan con quemaduras por las cenizas calientes, aunque solo les ocurre a unos pocos.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Una mujer transporta madera para encender fuego y cocinar. Los refugiados reciben dos raciones al d¨ªa en el campo de tr¨¢nsito, pero algunos pueden comprar m¨¢s alimentos en el peque?o mercado situado en la cercana localidad de Dzaipi. Despu¨¦s, preparan su propia comida.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Esta ni?a se convirti¨® en mi "colega" durante una temporada en el campo de tr¨¢nsito. Viv¨ªa all¨ª con su madre y varios parientes durante unas cuantas semanas, hasta que todos fueron trasladados al permanente. Ella nunca vino a la cl¨ªnica, pero cuando yo paseaba por el recinto casi siempre me acompa?aba y camin¨¢bamos de la mano. A veces invent¨¢bamos bailes juntas, a veces solo and¨¢bamos y a veces yo esperaba pacientemente a que ella examinara mi reloj, el vello de mi brazo o mi piel 'kawaja' (blanca).Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Un adolescente permanece de pie en la puerta de una tienda utilizada como oficina de registro de refugiados, a un lado de la de vacunaciones. Mientras no han sido registradas, muchas familias permanecen all¨ª porque las otras suelen estar atestadas. Esta, adem¨¢s, tiene m¨¢s aberturas a los lados, algo que prefieren muchos.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Dos hermanos observan unos camiones que est¨¢n siendo cargados de refugiados a los que trasladar¨¢n a campos definitivos. Primero se colocan las pertenencias de los viajeros en el interior del veh¨ªculo y luego se les permite subir. Muchos ni?os peque?os asumen el cuidado de sus hermanos menores, ya sea porque uno o ambos padres fueron asesinados o porque fueron devueltos a Sud¨¢n del Sur. No es raro ver llegar a ni?os menores de 10 a?os sin un padre o tutor. En ocasiones recibimos en la cl¨ªnica a otros peque?os de siete u ocho a?os que traen a sus hermanos peque?os a la consulta mientras que su madre prepara la comida, lava la ropa, o va al mercado.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Dos ni?os me observan justo fuera del campo de Baratuku, en la localidad de Elema. No son refugiados actuales sino "madi", es decir, refugiados sursudaneses que fueron asentados en este ¨¢rea hace unos 10 a?os. En Baratuku, la poblaci¨®n se divide en partes iguales entre los que son refugiados antiguos y nuevos.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)Un ni?o intenta alcanzar a sus parientes, que ya han montado en el cami¨®n que les trasladar¨¢ al campo permanente. La reubicaci¨®n puede ser muy ca¨®tica, ya que muchos miembros de una misma familia intentan asentarse por su cuenta en vez esperar a que ACNUR lo haga. La ventaja de seguir las directrices de la Agencia es que pueden recibir productos como jab¨®n, s¨¢banas y materiales de construcci¨®n. Emily Gerardo, enfermera natural de Maine, Estados Unidos, vive en South Portland, donde trabaja en el ¨¢rea de traumatolog¨ªa en el Brentwood Rehabilitation and Nursing Center de Yarmouth. Esta misi¨®n de seis meses en Uganda ha sido su primera salida al terreno con M¨¦dicos Sin Fronteras.Emily Gerardo (M¨¦dicos Sin Fronteras)