El cuarto de los ni?os
'El Decamer¨®n' de Boccacio, prohibido por la Iglesia pero que consigui¨® un inmediato e inmenso ¨¦xito popular, logra escapar de las dos c¨¢rceles que amenazan a la libertad: el puritanismo y el pesimismo
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Corre el a?o de 1348 y una terrible epidemia de peste asuela la ciudad de Florencia. Los muertos son tan numerosos que apenas da tiempo a enterrarlos. Se abren fosas comunes, se aprovechan los ata¨²des para meter varios cuerpos a la vez, las ceremonias religiosas se multiplican in¨²tilmente y el horror invade las calles y la vida cotidiana de la gente. Florencia pierde la mitad de su poblaci¨®n y la sospecha de que la epidemia es un castigo de Dios por la iniquidad de los hombres, vuelve a¨²n m¨¢s l¨²gubre la atm¨®sfera de desolaci¨®n que rodea a los que sobreviven.
Pasan los meses y, parad¨®jicamente, los efectos de la peste resultan vivificadores para el conjunto de la ciudad. La Iglesia pierde parte de su prestigio y la disminuci¨®n de la poblaci¨®n y la ruina de las familias importantes crea nuevas oportunidades a la clase baja. La demanda de todo tipo de servicios contribuye al crecimiento de banqueros, mercaderes y artesanos h¨¢biles, por lo que en poco tiempo la ciudad se transforma en un hervidero de vida. Esta es la Florencia en que vive Boccaccio cuando escribe El Decamer¨®n. Han pasado dos a?os desde el final de la peste y todo anuncia el surgimiento de una nueva concepci¨®n de la vida, que rechaza la primac¨ªa de lo religioso. El tema central de El Decamer¨®n ser¨¢ lo humano. No lo humano idealizado, reflejo de un orden superior, sino el ser humano real, con sus virtudes y defectos. Y, por encima de todo, el hombre animado por el deseo.
Pero vayamos al comienzo del libro. Tras la descripci¨®n de la peste, Boccaccio nos cuenta c¨®mo un grupo de j¨®venes damas coincide en una iglesia. Son siete, y deciden dirigirse a alguna de sus posesiones campestres a fin de huir del horror que las rodea. Tres apuestos varones se ofrecen a acompa?arlas, y juntos abandonan la ciudad maldita para refugiarse en una villa de las afueras. Se preguntan entonces qu¨¦ har¨¢n con su tiempo, y deciden contarse historias. Llegan a un acuerdo, cada d¨ªa uno de ellos ser¨¢ el rey o la reina de los otros y les encargar¨¢ el tema sobre el que deben versar sus relatos.
El cuento de nunca acabar, as¨ª llam¨® Carmen Mart¨ªn Gaite al cuento de la vida. Pero si lo que importa es esa rueda de los cuentos, ?por qu¨¦ Boccaccio elige el marco tenebroso de una peste para ponerla en marcha? Algo as¨ª sucede en Las mil y una noches, donde Sherezade cuenta sus historias en la alcoba del ogro. ¡°La muerte es la mayor aventura¡±, exclama Peter Pan en la novela de J. M. Barrie. Orfeo desciende al submundo para recuperar a su amada Eur¨ªdice, y a cambio tiene que renunciar a mirarla y a hablar con ella. Conocemos el relato de Orfeo, pero ?c¨®mo habr¨ªa sido el de Eur¨ªdice? ?Como hablar¨ªan los muertos de lo que encuentran si pudieran regresar al mundo? ?C¨®mo hablar¨ªan de todo aquello que ya nunca podr¨¢ ser suyo: los lechos de sus amantes, la compa?¨ªa de los animales, el amor de los ni?os? ?Qu¨¦ importancia tendr¨ªan para ellos los peque?os o grandes dramas de la vida si a cambio pudieran participar en ellos? ¡°Jam¨¢s renunciar¨ªa a la locura de este mundo, ¡ªescribe Faulkner¡ª a pesar de su infinita tristeza¡±. Es lo que hacen todos los grandes narradores: mirar el mundo con los ojos de los muertos.
No hay separaci¨®n entre el hombre y el mundo natural, nos dice este bello cuento
Chesterton escribi¨® que las dos c¨¢rceles que amenazan la libertad de los hombres son la c¨¢rcel del puritanismo y la c¨¢rcel del pesimismo, y El Decamer¨®n logra escapar de las dos y, como el cuarto de los ni?os, ¡°guarda goces que el puritano no puede prohibir ni el pesimista negar¡±. El mundo del relato sustituye al para¨ªso y nos lo recuerda. Hay al final de Otelo un momento extraordinario. Desd¨¦mona, consciente de que no lograr¨¢ convencer a Otelo de su inocencia, le pide que al menos la regale esa noche. ¡°Por favor, le dice, m¨¢tame ma?ana¡±. Ese tiempo robado a la muerte es el tiempo del relato. Tendr¨¢s una nueva historia, le dice Sherezade al sult¨¢n, si me concedes un d¨ªa m¨¢s. Ese tiempo se confunde con el que nuestras bellas damas y sus dispuestos caballeros tratan de ganar con sus historias. Estamos en el mundo de Sherezade, donde contar es pedir a la vida un d¨ªa m¨¢s. Contar para seguir en el mundo contemplando su locura y su belleza.
El libro de Boccaccio fue prohibido por la Iglesia, pero conoci¨® un inmediato e inmenso ¨¦xito popular. Uno de sus cuentos m¨¢s encantadores narra la historia del encuentro de dos amantes muy j¨®venes. Se han enamorado y ella, que no sabe c¨®mo librarse de la vigilancia de sus padres, finge pasar mucho calor en su alcoba durante las noches y logra que le dejen dormir en la terraza, donde el aire es m¨¢s fresco y donde podr¨¢ disfrutar del canto del ruise?or. Ser¨¢ all¨ª donde se re¨²na con su enamorado. Mas una noche, tras el repetido goce, la parejita se queda dormida y el padre de ella les descubre al amanecer en el lecho. Ambos est¨¢n desnudos y ella tiene en su mano el sexo de su amigo. El hombre corre a buscar a su esposa y le dice que se levante de prisa y que vaya a ver c¨®mo su hija ha cogido y tiene en su mano el ruise?or que tanto le gustaba. Los dos deciden hacer la vista gorda y limitarse a casarles. El sexo en esta historia es visto como un deseo natural que no cabe aplazar, y a cuya gozosa ley hay que rendirse. Devuelve a la naturaleza a los j¨®venes amantes, les pone en contacto con las otras criaturas del mundo, transforma la terraza en que duermen en ese ¡°cuarto de los ni?os¡± al que se refiere Chesterton.
El tema central del libro es el ser humano real, con sus virtudes y defectos
El Decamer¨®n est¨¢ compuesto por 100 relatos. Sus argumentos no son por lo general invenci¨®n de Boccaccio; de hecho, se basan en fuentes italianas m¨¢s antiguas o, en ocasiones, en fuentes francesas o latinas. En realidad, casi todos los relatos giran sobre el deseo sexual y sobre c¨®mo arregl¨¢rselas para satisfacerle. No hay en ello atisbo de culpa, pues hombres y mujeres no hacen sino servir a la naturaleza, que es quien pone en ellos los deseos que deben satisfacer, por lo que el mal nunca est¨¢ en el sexo en s¨ª sino en quienes lo pervierten con sus prejuicios, su hipocres¨ªa o sus intereses. Todo esto queda claro en la historia m¨¢s bella del libro: la historia de la desdichada Lisabetta. Sus hermanos matan a su joven amante, pero este le revela en un sue?o donde est¨¢ su cuerpo y ella, tras desenterrarlo, toma su cabeza y la esconde en un tiesto de albahaca que cuida en su cuarto. La albahaca florece llena de hermosura gracias a las l¨¢grimas de la infeliz amante, lo que hace sospechar a los hermanos que, al descubrir su secreto, har¨¢n desaparecer la cabeza para evitar que pueda descubrirse su crimen, lo que termina causando la muerte a la pobre muchacha.
No hay separaci¨®n entre el hombre y el mundo natural, nos dice este bello cuento. El cuerpo amado vuelve a la tierra de donde regresa transformado en una albahaca. Estamos en el reino de las metamorfosis, cantado por Ovidio, donde los cuerpos se transforman en ¨¢rboles, r¨ªos o constelaciones, siguiendo la leyes eternas de las correspondencias. Y no importa lo triste que sea el final del cuento, lo que quedar¨¢ en nuestra memoria es la imagen de esa albahaca floreciendo en el balc¨®n de la muchacha. Nada puede agotar el mundo del deseo y el de la belleza. Una albahaca nos dice que el amor es fuerte como la muerte; y el canto de un ruise?or, que no se puede causar da?o o perjuicio a las cosas hermosas del mundo. Cosas as¨ª podemos leer en este libro admirable.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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