Preservar la cueva del arte
No hay que ocultar el patrimonio de todos, pero s¨ª extremar el cuidado para conservarlo
Los legendarios bisontes, ciervos, jabal¨ªes y caballos de la sala de pol¨ªcromos de Altamira permanecieron 12 a?os sin recibir visitas, expuestos solo a los ojos de un muy reducido grupo de cient¨ªficos que velaban por su salud. Su conclusi¨®n fue que la humedad que desprenden los cuerpos humanos ¡ªrespiraci¨®n, sudoraci¨®n¡ª era perjudicial para las pinturas, que est¨¢n ah¨ª desde hace 18.500 a?os.
Dentro de un programa de investigaci¨®n, ¡°el santuario m¨¢s hermoso del arte espa?ol¡±, como lo defini¨® el poeta Rafael Alberti, reabri¨® sus puertas en marzo. Con mucha cautela: solo cinco visitantes diarios. Acompa?ados por un gu¨ªa han seguido un protocolo riguroso en cuanto a tiempo (media hora) e indumentaria: enfundarse un mono blanco, mascarillas, gorro y calzado desechable. Todo para evitar la aparici¨®n de microorganismos capaces de reducir el ¨®xido de hierro que proporciona el rojo caracter¨ªstico de los bisontes, ciervos y caballos plasmados en la cueva del arte.
Durante d¨¦cadas, la gruta de Santillana del Mar, patrimonio arqueol¨®gico mundial, recibi¨® riadas de visitantes sin ning¨²n tipo de control. En los a?os setenta del siglo pasado, antes de que se comprobara la fragilidad del techo y de los pigmentos, entraban m¨¢s de 100.000 personas cada a?o y algunas fumaban en el interior. En los ochenta, a la vista del deterioro de las principales estancias, el acceso se restringi¨® a una media de 8.000 visitantes. Despu¨¦s se prohibi¨®. Los guardianes del arte rupestre solo han abierto la mano este a?o y el acceso se lleva a cabo con cuentagotas. Preservar las pinturas es una obligaci¨®n ineludible, pero ?hay que ocultar el patrimonio de todos hasta hacerlo completamente inaccesible al p¨²blico?
Ante un dilema como este, la decisi¨®n ha consistido en prorrogar, al menos hasta febrero de 2015, el r¨¦gimen de admisi¨®n que se viene practicando desde marzo: una loter¨ªa diaria con cinco afortunados, porque se ha comprobado que su simple respiraci¨®n no da?a el interior.
Para los dem¨¢s siempre quedar¨¢ la Neocueva, una r¨¦plica artificial de la que se ha dado en llamar Capilla Sixtina del Cuaternario, sin trabas de aforo y en las que existe una reproducci¨®n fiel del museo dejado por nuestros remotos antepasados.
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