S¨¢lvame

El debate sobre el Toro de la Vega de Tordesillas, ese espect¨¢culo prehist¨®rico por el cual ya s¨®lo deber¨ªan expulsarnos de las comunidades europeas, deriv¨® en otra discusi¨®n sobre la oportunidad o no de que los pol¨ªticos aparezcan en ciertos programas televisivos tras la intervenci¨®n por sorpresa hablando del tema del nuevo candidato socialista, Pedro S¨¢nchez, en el programa estrella de la llamada televisi¨®n de entretenimiento, el m¨ªtico S¨¢lvame.

La discusi¨®n sobre este segundo asunto eclips¨® al primero, con lo que el pobre Toro de la Vega, como todos esos festejos caracterizados por su brutalidad pero que tanto ¨¦xito tienen en un pa¨ªs que parece que no sabe divertirse si no es maltratando a un animal, qued¨® olvidado casi del todo hasta que el pr¨®ximo a?o por estas fechas vuelva de nuevo a la actualidad. Lo cual demuestra que aqu¨ª los acontecimientos pasan como las nubes los d¨ªas de viento por el cielo, pero tambi¨¦n que, puestos a elegir entre un debate moral, verdaderamente importante, y otro superficial, la preferencia de los espa?oles es clara: primero lo superficial.

La ¨²ltima vez que me invitaron a intervenir en un programa televisivo me advirtieron enseguida de que pod¨ªa hablar de todo menos de literatura. ?La raz¨®n? Que los j¨®venes no leen y que el p¨²blico del programa al que me invitaban era mayoritariamente joven. La advertencia no me pill¨® por sorpresa, pues ya en otra ocasi¨®n, no s¨¦ si en esa o en otra televisi¨®n, tras aceptar acudir a ella, me hab¨ªan aconsejado que no hablara m¨¢s de un minuto y medio seguido porque, seg¨²n el presentador, a partir del minuto y medio ¡°el espectador normal desconecta¡±. Fue el ¨²ltimo programa al que acud¨ª. Desde entonces, cada ma?ana rezo una oraci¨®n, la ¨²nica en todo el d¨ªa: ¡°?Se?or, s¨¢lvame de mis compatriotas!¡±.