Pactos por un nuevo futuro
Frente a soluciones mesi¨¢nicas que cuestionan todo el sistema, hacen falta tres grandes acuerdos: para revitalizar la democracia, para soldar la fractura social y para actualizar el contrato constitucional
La sucesi¨®n en la Jefatura del Estado, tras la abdicaci¨®n del rey Juan Carlos, marca en Espa?a un punto de inflexi¨®n, un antes y un despu¨¦s, no s¨®lo en la Corona. Hacia atr¨¢s, es el periodo de la instauraci¨®n y desarrollo de la democracia nacida en 1978, de la que el rey don Juan Carlos fue uno de sus m¨¢s relevantes protagonistas; por delante, un periodo nuevo envuelto en las incertidumbres de todo futuro. El tr¨¢nsito, que en s¨ª mismo no es m¨¢s que un acto sucesorio previsto por la Constituci¨®n, cobra una importancia especial por el momento y las circunstancias en las que se ha producido.
Estamos ante un tiempo dif¨ªcil y unas circunstancias complejas por la irrupci¨®n de una triple crisis: una crisis econ¨®mica, con muy gravosas consecuencias sociales, una crisis de gobernabilidad y una crisis de liderazgo pol¨ªtico y de credibilidad que afecta de modo fundamental a los partidos pol¨ªticos. Tres v¨¦rtices de un tri¨¢ngulo que interact¨²an entre ellos, reforzando su impacto.
A la extrema tensi¨®n del modelo territorial suscitada por el nuevo independentismo catal¨¢n, y a las carencias y disfuncionalidades de otras instituciones, hay que a?adir las se?ales de alarma provocadas por el conocimiento retrospectivo de graves casos de corrupci¨®n pol¨ªtica, que nos devuelven una imagen de nuestro pasado reciente muy alejada de la visi¨®n autosatisfecha que de ¨¦l ten¨ªamos. Esto ha provocado una deslegitimaci¨®n de las ¨¦lites, sobre todo de aquellas integradas en los partidos pol¨ªticos tradicionales, cuyas pr¨¢cticas de colonizaci¨®n del Estado, financiaci¨®n irregular y satisfacci¨®n de intereses econ¨®micos espurios han dado lugar al crecimiento de la desafecci¨®n pol¨ªtica.
La sensaci¨®n de malestar con la democracia va acompa?ada tambi¨¦n de un sentimiento de quiebra del contrato social b¨¢sico que permit¨ªa satisfacer mecanismos de solidaridad intergeneracional y realizar pautas de justicia distributiva. Una percepci¨®n que no conseguir¨¢ atemperar pronto la incipiente recuperaci¨®n econ¨®mica, incapaz de reducir sensiblemente en el corto plazo unos intolerables ¨ªndices de paro, con la correspondiente frustraci¨®n para un ampl¨ªsimo sector de nuestros j¨®venes, que ve malogradas sus expectativas laborales y su integraci¨®n social plena; o para quienes fueron expulsados del mercado de trabajo y han perdido gran parte de sus esperanzas en volver a acceder a un empleo. La dimensi¨®n y la naturaleza de nuestros problemas no puede ocultarse detr¨¢s de mejores datos macroecon¨®micos, que no registran perjuicios previos reca¨ªdos mayoritariamente sobre los sectores sociales m¨¢s desprotegidos.
Confiar s¨®lo en la recuperaci¨®n econ¨®mica: una estrategia equivocada.
Apostar por una transformaci¨®n urgente de este estado de cosas es, por tanto, algo m¨¢s que un eslogan. Es una demanda que, como muestran las encuestas, est¨¢ bien asentada en la opini¨®n p¨²blica. La proliferaci¨®n de foros c¨ªvicos de diverso tipo da buena cuenta de ello. La sociedad, una vez m¨¢s, se ha adelantado a los pol¨ªticos y discute los lineamientos de una democracia reavivada; quiere renovaci¨®n. La situaci¨®n est¨¢ cargada de riesgos que exigen una actuaci¨®n urgente mediante una acci¨®n consensuada que evite la utilizaci¨®n sectaria de lo que es el inter¨¦s general.
El primer paso, imprescindible, es recobrar la legitimidad y credibilidad de la pol¨ªtica y, por tanto, promover un programa de fortalecimiento y regeneraci¨®n democr¨¢tica pactado entre los grandes partidos. El segundo, tambi¨¦n imprescindible, es romper el dilema statu quo/rebeli¨®n, abriendo el camino a la pol¨ªtica y el reformismo. Espa?a no puede quedar atrapada entre la inercia de la legalidad existente y la rebeli¨®n, por muy c¨ªvica que esta sea. De lo que se trata es de avanzar, y para ello es necesario reformar. Es responsabilidad del Gobierno abrir esa ventana de responsabilidad para la reforma.
La corrupci¨®n causa la deslegitimaci¨®n
Estamos convencidos de que la principal carencia de la Espa?a de nuestros d¨ªas es no disponer de una hoja de ruta que se?ale hacia d¨®nde queremos ir y lo que queramos ser. Sin proyecto colectivo se pierde el porvenir, y la esperanza por alcanzar un pa¨ªs mejor se torna en la preocupaci¨®n por satisfacer los intereses de cada una de sus partes, ya sean ¨¦stas comunidades aut¨®nomas o grupos sociales particulares, que tienden a procurarse sus propias v¨ªas de ¡°salvaci¨®n¡±. Los problemas s¨®lo podr¨¢n ser resueltos a partir de la recuperaci¨®n de la confianza mutua y la creencia en nuestra capacidad de sumar fuerzas para alcanzar fines colectivos, superando la divisi¨®n y las suspicacias rec¨ªprocas.
La coyuntura actual es, sin duda, distinta a la de la Transici¨®n, aunque los fines no son ahora muy diferentes a los de entonces. Cuando antes habl¨¢bamos de instaurar una democracia ahora debemos pensar en renovarla; cuando antes persegu¨ªamos incorporarnos a Europa, ahora nos toca implicarnos m¨¢s en ella. Un pa¨ªs con capacidad para ¡°reinventarse¡±, que no necesita poner el contador a cero como en aquel otro momento hist¨®rico porque ya ha sido mucho lo logrado.
Ello ha de suponer, desde luego, algo muy distinto de una estrategia que conf¨ªe s¨®lo en sortear la crisis econ¨®mica como resorte para la superaci¨®n de los otros problemas; ser¨ªa una salida en falso. Lo que se necesita es precisar los objetivos y contar con un liderazgo intr¨¦pido y eficaz apoyado sobre una activa participaci¨®n de la sociedad civil.
Como existe amplio consenso sobre las dificultades planteadas, hay que evitar que cada cual ofrezca sus propias soluciones para problemas que son de todos, individual y colectivamente. Y partimos de la base de que la definici¨®n de esas medidas es ahora menos relevante que el procedimiento a trav¨¦s del cual se lleguen a aceptar. Lo importante es que lo hagamos juntos, y que una amplia discusi¨®n p¨²blica supla a un supuesto modelo aprior¨ªstico al que hayamos de conformarnos. En este sentido, la apertura de una reforma constitucional favorecer¨ªa esa mayor implicaci¨®n de toda la ciudadan¨ªa. Por su propia naturaleza, la reforma constitucional obliga a la b¨²squeda de la negociaci¨®n y el consenso, con la m¨¢xima implicaci¨®n cooperativa de todas o de la mayor parte de las fuerzas pol¨ªticas.
En concreto, para el C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n recuperar la confianza en el pa¨ªs y sus dirigentes pasa por abordar conjunta y sistem¨¢ticamente tres grandes pactos sociales: institucional, social y constitucional.
1) Un pacto continuado por la regeneraci¨®n y revitalizaci¨®n de la democracia, con todas las medidas necesarias para rehacer la legitimidad perdida por parte de la pol¨ªtica y sus titulares. Exigir¨¢, por tanto, una nueva regulaci¨®n del sistema representativo ¡ªpartidos pol¨ªticos, sistema electoral, r¨¦gimen de incompatibilidades, aforamientos¡ª, de las fuentes encargadas de preservar la transparencia y la ¨¦tica p¨²blica, y, en general, de cuanto contribuya a suturar el distanciamiento producido entre ciudadan¨ªa y clase pol¨ªtica, aunque no olvidando los requerimientos de la estabilidad y la gobernabilidad.
2) Un pacto social, dirigido a recomponer la fractura social provocada por la crisis econ¨®mica. Ello presupone un adecuado an¨¢lisis del modelo de Estado de bienestar que podemos permitirnos y que tenga la capacidad de alcanzar la mayor cohesi¨®n social posible. Aqu¨ª un pacto por el empleo y la sostenibilidad de las pensiones deber¨ªa ser la prioridad m¨¢xima. Si el pacto por la democracia debe devolver la credibilidad en la pol¨ªtica, el pacto social debe devolver autoestima a la propia sociedad.
3) Todo ello habr¨¢ de desembocar en una renovaci¨®n y actualizaci¨®n del pacto constitucional, en la reforma de la Constituci¨®n de 1978, una de cuyas dimensiones centrales es un nuevo pacto territorial y una redefinici¨®n del modelo de Estado, que tanto el problema catal¨¢n como las muchas otras disfunciones del Estado auton¨®mico hacen absolutamente imperativos. Ser¨¢ imprescindible la aportaci¨®n de las diferentes Comunidades y una distribuci¨®n de competencias en las que se combine la lealtad al conjunto con el m¨¢s respetuoso reconocimiento de la diversidad.
Estos pactos nos parece que marcan la pauta fundamental del nuevo comienzo. El desaf¨ªo es formidable, promover y realizar un proyecto colectivo que nos ofrezca una promesa de futuro. No es, ciertamente, algo in¨¦dito en nuestra historia reciente ni tampoco trasciende a las posibilidades de una sociedad madura con voluntad de hacerse con la direcci¨®n de su propio destino.
Fernando Vallesp¨ªn y Jos¨¦ Luis Garc¨ªa Delgado, en representaci¨®n del C¨ªrculo C¨ªvico de Opini¨®n, del que son socios fundadores.
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