Shangri-La existe
Shangri-La era un lugar ficticio. Un m¨ªtico monasterio budista perdido en la cordillera del Himalaya -reducto de sabidur¨ªa y felicidad en el que sus moradores no envejec¨ªan- creado por el escritor brit¨¢nico James Hilton en 1933 en su novela Horizontes perdidos. La pel¨ªcula de Frank Capra de 1937 basada en la novela de Hilton termin¨® de popularizar el mito de Shangri-La.
Y digo ¡°era¡± porque en realidad, Shangri-La existe.
Est¨¢ al suroeste de China, en la provincia de Yunnan, muy cerca de la frontera con el T¨ªbet. Lo deja muy claro adem¨¢s el gigantesco cartel que recibe al viajero que llega por la carretera que sube desde Lijiang, tras vadear el puente sobre el r¨ªo Yangtze: ¡°Bienvenido a Shangri-La¡±.
?Qu¨¦ pas¨®? ?Hilton no era en realidad tan fantasioso? No, la explicaci¨®n es m¨¢s pragm¨¢tica. El gobierno chino, conocedor del potencial tur¨ªstico del nombre, rebautiz¨® a la ciudad de Zhondiang y a su anexo monasterio de Sumtsenling con el nombre de Shangri-La para aprovechar el tir¨®n medi¨¢tico. Y se qued¨® tan a gusto.
Sin embargo la estratagema dio resultados: desde entonces el n¨²mero de turistas se han multiplicado en esta remota ciudad china de cultura tibetana, rodeada de interminables altiplanicies donde pastan yaks y caballos tibetanos en suaves colinas pobladas de con¨ªferas tras las que se intuyen ya, muy a lo lejos, las altas cumbres del Himalaya.
?Merecer¨¢ la pena ir hasta Shangri-La a¨²n a sabiendas de que es m¨¢s falso que Judas?, me preguntaba mientras ascend¨ªa hace unos d¨ªas la sinuosa carretera que remonta un afluente del Yangtzeen busca de las altiplanicies tibetanas, a 3.200 metros de altitud.
Las dudas se disiparon en cuanto vi por fin la soberbia panor¨¢mica del gran monasterio budista de Sumtsenling reflejado en el lago, con sus tejados de aleros curvos refulgentes como el oro, recortados en un cielo azul y l¨ªmpido que suele lucir en estas alturas del pre-Himalaya la mayor¨ªa del a?o. ?Una vista que justifica el viaje!
Sumtsenling es uno de los grandes centros budistas de China y uno de sus m¨¢s fotog¨¦nicos santuarios. Fue construido a instancias del V Dalai Lama en 1678 y consta de tres templos, el principal de los cuales est¨¢ dedicado al Buda Maitreya, el Buda que est¨¢ a¨²n por venir. Unos 400 monjes vestidos con sus t¨²nicas azafr¨¢n se encargan de mantener el monasterio en activo.
Cuando asciendes por las escalinatas que dan acceso a la plataforma de los templos ¨Ccon la respiraci¨®n entrecortada por efecto de la altura y los pulmones doloridos por la tremenda calidad de este aire puro del Himalaya- te crees que de verdad este pueda ser el Shangri-La de la novela de Hilton, ese sitio en el que uno no quisiera envejecer nunca para poder seguir deleit¨¢ndose con las vistas y el entorno hasta la eternidad.
La comparaci¨®n de Sumtsenling con el Potala de Lhasa suele ser habitual entre los viajeros. Es verdad que este monasterio chino es mucho m¨¢s peque?o que el de la capital del T¨ªbet, pero mientras aquel est¨¢ en el centro de una ciudad, rodeado de casas, Sumtsenling est¨¢ en medio de un paisaje abierto y soberbio, con un peque?o pueblecito tibetano anexo a uno de los lados y un lago rodeado de estepas en otro. ?Un lugar m¨¢gico!
El viaje se complementa con la estancia en el casco viejo de Shangri-La (ex Zhondiang), que ¡°era¡± uno de los mejores ejemplos de aldea tradicional tibetana en China. Y en este caso s¨ª digo con propiedad ¡°era¡±, porque en enero de 2014 un pavoroso incendio provocado por el descuido de una turista con el brasero de su habitaci¨®n destruy¨® m¨¢s de la mitad de este conjunto hist¨®rico de casas de madera con elaborados artesonados y vigas centenarias.
La superficie quemada es ahora un enorme solar, un agujero doloroso en medio de lo que un d¨ªa fue una de las joyas arquitect¨®nicas del Yunnan tibetano. Pero no ser¨¢ por mucho tiempo: las obras de reconstrucci¨®n ya han empezado y se calcula que en un par de a?os la ciudad vieja de Shangri-La volver¨¢ a lucir como antes, aunque la mitad de las viviendas sean de nuevo cu?o; eso s¨ª, respetando el modelo original.
El otro 40% de la ciudad vieja permanece igual de activa, llena de hoteles, restaurantes de comida tibetana y tiendas de recuerdos para los escasos mochileros occidentales y para el creciente turismo nacional que llega hasta estos remotos confines de la China perif¨¦rica. Igual de activos permanecen en lo alto de la colina que domina el centro hist¨®rico los dos templos-pagoda de Shangri-La.
Cuando los ves iluminados al atardecer despuntando sobre la planicie tibetana, parecen dos faros que guiaran a¨²n las caravanas de caballos que cubr¨ªan la ruta del T¨¦ entre Yunnan, T¨ªbet e India, y gracias a las cuales la ciudad vivi¨® sus momentos de esplendor.
Si os quedan fuerzas por la noche, acercaos al Moon Ethnic Concert Bar, en la parte intacta de la ciudad vieja. Un bar-restaurante en una casa t¨ªpica tibetana con m¨²sica en directo todas las noches donde podr¨¦is ver actuar a la Shangri-La Band, una mezcla entre banda de rock sat¨¢nico y c¨¢ndido grupo folk tibetano de lo m¨¢s curioso.
Todo bien regado con docenas de botellas de Dali -la cerveza local-, incluidas en el precio de la entrada, y vasos de t¨¦ que las camareras se encargan de rellenar continuamente, lo pidas o no. Son los contrastes de esta Shangri-La china; un invento del marketing, pero no por eso menos recomendable de visitar.
M¨¢s informaci¨®n de Shangri-La y Yunnan en Yunnan Viajes.
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