Corrupci¨®n deportiva ¡®online¡¯
Se sabe de cientos de partidos bajo sospecha en Europa y de cerca de medio centenar de investigaciones en m¨¢s de 25 pa¨ªses
Quien piense que el mejor m¨¦todo para aislarse del torrente de noticias sobre corrupci¨®n est¨¢ en las p¨¢ginas deportivas, se equivoca. Hay futbolistas que dejan la sesi¨®n de entrenamiento para acudir a declarar a la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n donde la autoridad no viste de corto. La sospecha de que los partidos de f¨²tbol se compran y se venden no es una novedad, pero ahora aparece un elemento diferencial: la apuesta online.
Hasta hace no mucho tiempo, la compraventa de un partido de f¨²tbol en Espa?a estaba condicionada por un beneficio deportivo: el ganador obten¨ªa una clasificaci¨®n o evitaba un descenso de categor¨ªa. En el precio no influ¨ªa otro factor. Ninguna de las escasas denuncias presentadas alrededor de ese mundo subterr¨¢neo prosper¨® por varios motivos: por un lado, la compraventa de partidos no estaba contemplada como delito en el C¨®digo Penal y, por el otro, nadie se atrevi¨® (tampoco las instancias deportivas pusieron mucho empe?o) a romper el c¨®digo de silencio que rodeaba estos episodios. No hay noticias de un arrepentido confeso.
Lo m¨¢s parecido a un hecho probatorio apareci¨® en unas intervenciones telef¨®nicas realizadas al empresario Enrique Ortiz durante la Operaci¨®n Brugal, sobre la corrupci¨®n urban¨ªstica. Ortiz era el due?o del H¨¦rcules y, entre charla y charla, confesaba a sus interlocutores que los partidos de Segunda Divisi¨®n se compraban y que su jugador de confianza, el capit¨¢n Totte, le aseguraba c¨®mo proceder. Estas conversaciones no pudieron ser judicializadas y ah¨ª acab¨® una gran oportunidad para llevar ante un tribunal hechos sospechosos desde hac¨ªa d¨¦cadas.
Pero la irrupci¨®n de la industria de las apuestas deportivas por Internet, capaz de mover 200.000 millones de euros anuales, agrav¨® el panorama y trajo consigo un nuevo ingrediente: el beneficio econ¨®mico. Conocer de antemano el resultado de un partido facilitaba sustanciosas ganancias a mucha gente e introduc¨ªa nuevos actores: la compra ya no era decisi¨®n exclusiva de un directivo movido por razones deportivas, ahora entraban en liza intereses de terceros, entre organizaciones delictivas y, por qu¨¦ no decirlo, los propios futbolistas. Los ama?os se generalizaron y el problema se convirti¨® en un asunto global.
Desde entonces, se sabe de cientos de partidos bajo sospecha en Europa y de cerca de medio centenar de investigaciones en m¨¢s de 25 pa¨ªses. El caso Bochum, destapado en Alemania en 2009, fue el ejemplo paradigm¨¢tico: 232 partidos bajo sospecha. Tambi¨¦n afectaba a Espa?a. Paralelamente, Interpol abr¨ªa una oficina en Asia dedicada a investigar casos en las denominadas apuestas asi¨¢ticas, donde el grado de control es m¨ªnimo.
Entre los m¨²ltiples casos conocidos hasta la fecha no hay partidos relevantes que afecten a los grandes clubes del continente. Los afectados son clubes de segundo nivel o de categor¨ªas inferiores. Y eso tiene su explicaci¨®n: cuanto m¨¢s baja el escalaf¨®n, m¨¢s d¨¦biles son sus actores. Una encuesta realizada por el sindicato internacional de futbolistas?(Fifpro), entre jugadores de los pa¨ªses m¨¢s afectados (denominado Libro negro) evidenci¨® un dato: el 55% de los que reconoc¨ªan haber sido tentados no cobraban puntualmente su sueldo. Estamos hablando de categor¨ªas donde una sencilla apuesta ganadora puede significar un premio equivalente a varias mensualidades.
Desde que hay apuestas, el n¨²mero de partidos sospechosos en Espa?a se ha multiplicado y supera la docena de casos. Algunos son tan llamativos como la existencia de una apuesta de 50.000 euros por un partido Real Sociedad-Granada de la Liga femenina. O la suma de 750.000 euros a favor de que hubiera m¨¢s de dos goles en el partido R¨¢cing de Santander-H¨¦rcules, que finalmente acab¨® en 3-0. Este encuentro ha provocado una reciente demanda en la Audiencia Nacional. Si el juez la admite a tr¨¢mite, volveremos a ver a futbolistas desfilando entre abogados y fiscales, una escena costumbrista en estos tiempos que corren.
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