Espa?a tambi¨¦n es Catalu?a
Estamos a tiempo de dibujar el escenario de un futuro sin falsas enso?aciones
Cada vez parece m¨¢s complicado encontrar una soluci¨®n al problema que Espa?a tiene en Catalu?a, a pesar de que estamos hablando nada menos que de la cohesi¨®n nacional consagrada por la Constituci¨®n y por varios siglos de historia en com¨²n. Conforme se han ido cumpliendo etapas del proceso, sin que sea la menor el pasado 9-N, el escenario central que ha ido cogiendo fuerza en las previsiones incluye unas elecciones plebiscitarias, antes, durante o despu¨¦s de unas municipales con el mismo sentido, seguido de una declaraci¨®n unilateral de independencia, tanto por parte del Parlamento de Catalu?a como de una gran mayor¨ªa de Ayuntamientos catalanes. Y ello deja pocas alternativas distintas a la suspensi¨®n de la autonom¨ªa, aplicando lo previsto en la Constituci¨®n. Y todo ello, a su vez, acompa?ado de relevantes movilizaciones populares en la calle, con el consiguiente impacto medi¨¢tico e internacional. Una situaci¨®n enormemente dif¨ªcil de gestionar, en la propia Catalu?a y en toda Espa?a.
Estamos convencidos de que esta eventualidad no puede resultar satisfactoria para una parte muy significativa de ciudadanos, frustrados e impotentes ante hechos consumados y viendo que, entre todos, no hemos sido capaces de explorar alternativas a este indeseable desenlace. Si seguimos estirando la cuerda, lo ¨²nico cierto es que, en alg¨²n momento, se romper¨¢, echando por tierra muchas ilusiones, mucho trabajo com¨²n y grandes posibilidades abiertas hacia el porvenir. Y una vez rota la cuerda, la marcha atr¨¢s ser¨¢ m¨¢s costosa para todos.
Todav¨ªa estamos a tiempo de dibujar un escenario distinto. Un escenario de futuro mejor que aquel al que parecemos abocados. Un futuro sin falsas enso?aciones, como la idea de una independencia id¨ªlica, conseguida sin costes, que provoca una desgarradora fractura interna en la sociedad catalana y otra muy dolorosa fractura externa con el resto de espa?oles. Pero tambi¨¦n, sin la enso?aci¨®n de pensar que esto pasar¨¢ solo y podremos volver, tambi¨¦n sin costes, a la casilla de inicio. Tanto una como otra alternativa son falsas soluciones, por inviables, a un problema que existe y cuya realidad debemos reconocer de entrada: hay una parte muy importante de la sociedad catalana sensiblemente inc¨®moda con el modelo actual de relaciones con el resto de Espa?a y, en base a esa insatisfacci¨®n profunda, exige cambiarlo de forma sustancial. Sin caer ahora en reproches mutuos, en an¨¢lisis de psicolog¨ªa personal o colectiva o en debates sobre la veracidad o no de ciertas consignas exitosas sobre las relaciones econ¨®micas entre ambas partes, nos limitamos a constatar como un dato que el problema existe y que es real; pero que, sin embargo, las iniciativas de soluci¨®n al mismo que se han propuesto, hasta ahora, no solo no lo resuelven, sino que lo agravan. Si queremos obtener resultados distintos a lo alcanzado hasta ahora, tendremos que hacer cosas distintas.
Como se hizo en la Transici¨®n, es la hora de alcanzar grandes acuerdos desde la lealtad
Y poner sobre la mesa lo ¨²nico que no es negociable para la otra parte, no parece un adecuado m¨¦todo de negociaci¨®n, sino m¨¢s bien de confrontaci¨®n. Esgrimir como banderas exclusivas el ¡°nos vamos¡± o el ¡°no hay nada que cambiar¡± es, precisamente, lo que nos ha llevado al peligroso escenario central actual donde lo m¨¢s probable es el choque de trenes.
Proponemos una reformulaci¨®n simult¨¢nea de los objetivos, para que puedan incorporar zonas compartibles en torno a las que articular un acuerdo. Nada distinto de lo que, colectivamente, supimos hacer en la Transici¨®n; desde posiciones opuestas, llegar a un objetivo com¨²n: hacer de Espa?a un pa¨ªs democr¨¢tico homologable y capaz, por consiguiente, de integrarse en el proyecto com¨²n europeo.
Y ese objetivo com¨²n y compartido no puede ser otro que seguir juntos, compartiendo aspiraciones, ilusiones, afectos y, tambi¨¦n, intereses. Y para ello hay que hablar, sin hechos consumados inaceptables. Pero tambi¨¦n con mentalidad abierta. Porque nada ansiamos m¨¢s que Catalu?a siga, voluntariamente y con ilusi¨®n y desde el afecto compartido, siendo Espa?a. Y para que esta reformulaci¨®n de objetivos sea cre¨ªble, debe abrirse expl¨ªcitamente la posibilidad de una reforma de la Constituci¨®n que incluya la singularidad catalana, como ya se reconocen otros hechos diferenciales, aunque sin privilegios incompatibles con la igualdad de derechos de los ciudadanos; seguida de un nuevo Estatut que, ahora s¨ª, pueda incorporar avances en el autogobierno compatibles con esa nueva Constituci¨®n, desde la lealtad mutua entre Gobiernos e instituciones.
Reformular los objetivos? conlleva? superar el actual bilateralismo mudo
No ser¨ªa aceptable decir que la reordenaci¨®n del sistema auton¨®mico actual o la reforma de la Constituci¨®n sean asuntos que vengan impuestos, en exclusiva, por la presi¨®n del nacionalismo catal¨¢n, ante el que se ceder¨ªa con un planteamiento como este. En absoluto. Desde hace a?os se viene insistiendo, desde diversas instancias, en la necesidad de proceder a una revisi¨®n del modelo auton¨®mico espa?ol para que funcione mejor, as¨ª como a una adaptaci¨®n de nuestra Constituci¨®n a nuevas realidades acontecidas desde su aprobaci¨®n. Lo que proponemos aqu¨ª, en l¨ªnea con otras propuestas provenientes de ¨¢mbitos acad¨¦micos, es aprovechar ambas necesidades objetivas para buscar, expl¨ªcitamente, una soluci¨®n actual al problema actual.
Reformular los objetivos en el sentido se?alado conlleva una importante modificaci¨®n del m¨¦todo, empezando por superar el actual bilateralismo mudo. Hablar, para efectuar una negociaci¨®n honesta y dirigida a llegar a acuerdos que satisfagan a todos y que permita llegar a una soluci¨®n que garantice otros 40 a?os de convivencia fruct¨ªfera entre el conjunto de Espa?a y una Catalu?a, sin la cual, la Espa?a moderna no es concebible. Todo ello implica una renovaci¨®n del pacto constitucional: un nuevo consenso pol¨ªtico y social que tiene que ser tan o m¨¢s amplio que el que, en su d¨ªa, se obtuvo. Y que debe ir m¨¢s all¨¢ de un acuerdo estrictamente pol¨ªtico, ya que, en la medida en que altere la Constituci¨®n, deber¨¢ ser votado en refer¨¦ndum por todos los espa?oles y, en la medida en que encarne un nuevo Estatuto, deber¨¢ someterse a refer¨¦ndum de los catalanes. Y ante la opini¨®n democr¨¢tica y libre de los ciudadanos, dentro de la ley y el respeto a las reglas, no caben caminos alternativos.
No es nada f¨¢cil el camino propuesto. Parte de la necesidad absoluta de grandes acuerdos, desde la lealtad, y pensando en el conjunto de los ciudadanos espa?oles y, entre ellos, los catalanes, todos los catalanes. Pero, sin duda, cualquier otro camino nos conduce, inexorablemente, al desgarro. Es la hora de la pol¨ªtica. Ojal¨¢ estemos a tiempo. Nosotros pensamos que s¨ª.
Josep Piqu¨¦ ocup¨® carteras ministeriales entre 1996 y 2003 en Gobiernos del PP. Jordi Sevilla fue ministro de Administraciones P¨²blicas de 2004 a 2007 en un Gobierno del PSOE y en la actualidad es miembro del Foro +Democracia.
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