Mucha frase, ning¨²n discurso
El secretario general de Podemos consigue entusiasmar a su p¨²blico con fuegos de artificio
?Qu¨¦ gran ocasi¨®n perdida! ?Cu¨¢nto capital dilapidado! Y eso que todo se hab¨ªa preparado minuciosamente para marcar con piedra blanca el momento inaugural de un mandato arrasador. Cierto es que algunas pr¨¢cticas pol¨ªticas muy recientes no presagiaban nada bueno: la autoselecci¨®n de los mejores como n¨²cleo fuerte de poder bajo la apariencia de equipo t¨¦cnico; la elaboraci¨®n de las ponencias por una vanguardia s¨®lidamente establecida en la cumbre de la organizaci¨®n al m¨¢s puro estilo bolchevique; el sistema de votaci¨®n de las tres ponencias en bloque, sin resquicio para la discusi¨®n o la enmienda de sus contenidos ni para dar el voto a una y negarlo a otra; el ostracismo de los perdedores, empujados a los m¨¢rgenes por el elocuente mandato de echarse a un lado. Incluso la composici¨®n de las fotos, con el secretario general rodeado en semic¨ªrculo por la elite dirigente, bien ordenada seg¨²n el rango jer¨¢rquico previamente establecido, con indicios ya de alg¨²n codazo para no perder la primera posici¨®n a derecha e izquierda del l¨ªder.
En definitiva, una mezcla de asambleas, consejos y vanguardia que recuerdan por igual el asamble¨ªsmo universitario, los s¨®viets o consejos de soldados, obreros y campesinos, y el centralismo democr¨¢tico del socialismo real, con las novedades de un uso masivo de la Red, la activa presencia en tertulias de televisi¨®n, cuanto m¨¢s vociferantes, mejor, y la empalagosa cursiler¨ªa de las llamadas a la ilusi¨®n, la alegr¨ªa y la felicidad.
Se dispuso a tomar la palabra anunciando ese nuevo tiempo en el que ya no vale identificarse como de izquierda ni de derecha
Quedaba la gran asamblea inaugural, con la consagraci¨®n del l¨ªder como secretario general (curioso que en este punto no hayan encontrado alg¨²n eufemismo que apague los ecos m¨¢s bien siniestros de tal denominaci¨®n, grado supremo de las castas pol¨ªticas que en el mundo son, han sido y ser¨¢n), y el discurso anunciando la nueva pol¨ªtica, sus contenidos y sus formas. El reci¨¦n ungido avanz¨® hacia el estrado en medio del aplauso general, se situ¨® tras el atril inclinando el cuerpo ligeramente adelante y sujetando bien los estribos, y despu¨¦s de un largo y algo tedioso turno de agradecimientos a los ?camaradas? ?compa?eros? llegados de otras partes del mundo o de otros horizontes pol¨ªticos, se dispuso a tomar la palabra anunciando ese nuevo tiempo en el que ya no vale identificarse como de izquierda ni de derecha, sino como lo contrario de la casta que se perpetua a derecha e izquierda.
?Un discurso populista, al modo de Ch¨¢vez o Maduro? ?Un discurso bolchevique, en las variedades de Lenin o de Trotski? ?Un discurso republicano, al estilo de Aza?a o de Prieto? Nada de eso. Ni populista, ni bolchevique, ni republicano, por no ser, el discurso no fue siquiera discurso, sino yuxtaposici¨®n desordenada de frases, le¨ªdas de carrerilla con la entonaci¨®n y pausas bien medidas tras repetidas aceleraciones, signo inequ¨ªvoco de que el hablante esperaba recibir al final de cada una de ellas la ovaci¨®n de los asistentes a una asamblea presuntamente participativa. Y vaya si la obtuvo: en una intervenci¨®n de apenas 20 minutos, el orador arranc¨® en m¨¢s de 30 ocasiones el aplauso de los representantes de esta original democracia de asambleas y consejos, que celebraban con entusiasmo bien una muestra de firmeza frente al enemigo: no tenemos miedo, es JP Morgan quien debe tenerlo; bien una ocurrencia verbal: los emprendedores cargados de deuda ser¨¢n desde ahora emprendeudores; bien una propuesta in¨¦dita de rigor fiscal: que paguen los ricos; o una original¨ªsima aportaci¨®n te¨®rica para poner fin al debate sobre Catalu?a: Espa?a como pa¨ªs de pa¨ªses, o mejor pa¨ªs de naciones, extremo sobre el que todav¨ªa no lo tiene del todo claro este ocurrente mu?idor de frases sonoras, pronunciadas con el ce?o fruncido para mejor subrayar su seriedad y trascendencia.
El nuevo secretario general, a la espera de asaltar los cielos para conquistar la tierra, ha subvertido la oratoria pol¨ªtica
Es evidente que el nuevo secretario general, a la espera de asaltar los cielos para conquistar la tierra, ha subvertido la oratoria pol¨ªtica. Fuera la estructura y las figuras del discurso, fuera el an¨¢lisis de una situaci¨®n y los concretos contenidos de una pol¨ªtica, fuera la palabra que suscita una adhesi¨®n de la voluntad como resultado de una iluminaci¨®n de la raz¨®n, fuera en resumen, el discurso mismo. Frases, solo frases, escritas de antemano y le¨ªdas de corrido, una detr¨¢s de otra, con el ¨²nico prop¨®sito de cosechar el aplauso, suprema manifestaci¨®n de una ciudadan¨ªa participativa.
Frases cortas, que son las ¨²nicas que soportan telespectadores y tuiteros; frases contundentes, que ponen de los nervios a los contrincantes de las tertulias; frases a modo de consignas, muy eficaces para entusiasmar a un p¨²blico que toma por agudeza de ingenio o por receta infalible lo que no es m¨¢s que fuego de artificio; frases, en fin, que suministran titulares a mansalva para los diarios digitales de esa misma tarde. Estragos producidos en el discurso pol¨ªtico por la televisi¨®n y los tuits: si ese es el ma?ana prometido, no cabe duda de que pertenece a Pablo Iglesias, un secretario general maestro, hasta hoy, en el arte de soltar frases sin pronunciar discurso alguno.
Santos Juli¨¢ es historiador. Su ¨²ltimo libro publicado es Nosotros los abajo firmantes. Una historia de Espa?a a trav¨¦s de manifiestos y protestas (Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores).
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