Se superan diferencias, sigue el conflicto
Estados Unidos y Cuba dieron ayer un gran paso para imprimir un giro en las relaciones entre ambos pa¨ªses, que se torcieron el 20 de octubre de 1960, cuando prescindieron de canales diplom¨¢ticos
Desde que el Gobierno de Ra¨²l Castro acept¨® abiertamente la idea de un canje de prisioneros entre el contratista Alan Gross, de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), y tres agentes de la seguridad cubana, encarcelados en territorio norteamericano, se liber¨® el cerrojo que pod¨ªa abrir la puerta al restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. La demanda de flexibilizaci¨®n del embargo y normalizaci¨®n de v¨ªnculos diplom¨¢ticos crec¨ªa desde los a?os noventa, tras la desaparici¨®n del campo socialista, pero la ley Helms-Burton (1996), que coloc¨® el embargo bajo la autoridad legislativa del Congreso, posterg¨® aquellas expectativas.
La derrota de los dem¨®cratas en las pasadas elecciones intermedias celebradas el pasado 4 de noviembre concedi¨®, parad¨®jicamente, m¨¢s autonom¨ªa al presidente Barack Obama en materia de pol¨ªtica exterior. Gracias, en buena medida, a la intervenci¨®n del Vaticano, Canad¨¢ y de dos senadores, el dem¨®crata Tom Udall y el republicano Jeff Flake, el presidente decidi¨® aprovechar el intercambio de prisioneros para dar un giro a las relaciones entre ambos pa¨ªses.
Sin tocar el meollo legal del embargo, Obama anunci¨® una serie de medidas, entre las que se incluyen la reapertura de embajadas, el aumento de las remesas y la autorizaci¨®n de operaciones de empresas norteamericanas en la isla, que constituyen un hito en la historia hemisf¨¦rica.
Puesta en escena
Ra¨²l Castro y Barack Obama hablaron por tel¨¦fono el 16 de diciembre y programaron dos mensajes simult¨¢neos a sus naciones y a la comunidad internacional. Si algo dejaron claro ambos mandatarios es que con la normalizaci¨®n de las relaciones no acaba el conflicto entre los dos pa¨ªses.
Washington y La Habana afirman, claramente, sus diferencias, que se basan, en resumidas cuentas, en las antinomias heredadas del siglo XX. Estados Unidos no renuncia a defender la democracia y el respeto a los derechos humanos y el Gobierno de Ra¨²l Castro no abandona su objetivo hist¨®rico, que es mantener un r¨¦gimen de partido ¨²nico e ideolog¨ªa ¡°marxista-leninista¡±, que entiende como sin¨®nimo de ¡°independencia¡± o ¡°soberan¨ªa¡±.
Ra¨²l Castro no abandona su objetivo de mantener un r¨¦gimen de partido ¨²nico
Ni el embargo desaparece ni la tensi¨®n hist¨®rica entre Estados Unidos y Cuba se libera, pero el diferendo diplom¨¢tico, que acompa?a ese conflicto desde 1960, parece llegar a su fin. Cuando el presidente Dwight Eisenhower llam¨® a consultas al embajador Philip Bonsal, el 20 de octubre de 1960, Estados Unidos y Cuba prescindieron de canales diplom¨¢ticos y entraron en una prolongada guerra irregular. Unos meses antes, el Gobierno cubano hab¨ªa expropiado la mayor¨ªa de las empresas norteamericanas en la isla y hab¨ªa reorientado sus relaciones internacionales a favor de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y el campo socialista. Desde los primeros meses de 1960, de hecho, Fidel Castro se hab¨ªa atrevido a desafiar no s¨®lo a Estados Unidos sino al propio sistema interamericano, al iniciar una creciente colaboraci¨®n militar con el bloque sovi¨¦tico, que no tardar¨ªa en llevar al hemisferio al borde de la guerra nuclear dos a?os despu¨¦s.
Si era dif¨ªcil imaginar que las refiner¨ªas norteamericanas procesaran crudo sovi¨¦tico, como lleg¨® a exigir el Gobierno cubano, m¨¢s lo era suponer que Estados Unidos se quedar¨ªa cruzado de brazos ante la alianza geopol¨ªtica y militar entre la Uni¨®n Sovi¨¦tica y Cuba. La ruptura entre Washington y La Habana no respondi¨® a una necesidad hist¨®rica, como se ha empe?ado en asegurar la historia oficial de la isla, pero se volvi¨® inevitable luego de la inserci¨®n de Cuba en el bloque sovi¨¦tico. Desde 1992, cuando el campo socialista empez¨® a desaparecer tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, las bases te¨®ricas y pr¨¢cticas de esa ruptura y de la pol¨ªtica de Estados Unidos hacia la isla se han visto removidas.
Desde aquellos a?os, en c¨ªrculos acad¨¦micos, legislativos y del propio Departamento de Estado, se han venido escuchando de manera insistente diferentes propuestas de flexibilizaci¨®n del embargo y normalizaci¨®n diplom¨¢tica entre ambos pa¨ªses. Si en veinte a?os no se logr¨® nada equivalente a lo anunciado por el presidente Obama el 17 de diciembre fue por la tenaz oposici¨®n al entendimiento que ejercieron Fidel Castro, el sector m¨¢s intransigente y ortodoxo de la burocracia de la isla y, tambi¨¦n, la clase pol¨ªtica cubano-americana.
Las leyes Torricelli y Helms Burton y las sanciones aplicadas por el Gobierno de George W. Bush, as¨ª como la legislaci¨®n ¡°ant¨ªdoto¡± y el recrudecimiento de la represi¨®n de la oposici¨®n pac¨ªfica, por parte del r¨¦gimen de la isla, fueron las mayores resistencias a ese cambio de pol¨ªtica que demandaba la era pos-sovi¨¦tica.
Un nuevo campo de batalla
Tan evidente es que este fin del diferendo no representa el fin del conflicto, sino su mutaci¨®n e, incluso, reproducci¨®n, es que la clase pol¨ªtica cubano-americana ya se moviliza para boicotear la normalizaci¨®n de relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Desde ambas C¨¢maras del Congreso, veremos, a partir de ahora, m¨²ltiples obstrucciones al descongelamiento de las relaciones bilaterales.
Tambi¨¦n veremos c¨®mo la normalidad diplom¨¢tica se convierte muy pronto en un campo batalla entre el Gobierno de Ra¨²l Castro, el de Barack Obama y, sobre todo, el del sucesor de este ¨²ltimo. Como la actual Oficina de Intereses, la pr¨®xima Embajada, adem¨¢s de uno de los lugares m¨¢s concurridos de La Habana, seguir¨¢ siendo vista por el r¨¦gimen como un lugar amenazante, desde donde se alienta la democratizaci¨®n de la isla.
La atm¨®sfera favorable al entendimiento que se observa en Am¨¦rica Latina puede ser ef¨ªmera
La atm¨®sfera claramente favorable al entendimiento entre Estados Unidos y Cuba que se observa en Am¨¦rica Latina tambi¨¦n puede ser ef¨ªmera o enga?osa. Muy pronto, en foros como los de la pr¨®xima Cumbre de las Am¨¦ricas, en Panam¨¢, veremos reafirmarse la confrontaci¨®n ideol¨®gica entre la mayor¨ªa interamericana del continente, que apuesta, a la vez, por la democracia y la soberan¨ªa, por las buenas relaciones con Estados Unidos y Cuba, y la minor¨ªa ¡°bolivariana¡±, que se nutre, pol¨ªtica y simb¨®licamente, del desencuentro entre las dos Am¨¦ricas.
El fin del diferendo diplom¨¢tico entre Estados Unidos y Cuba cierra, finalmente, un ep¨ªlogo de la guerra fr¨ªa en el hemisferio occidental. Pero el conflicto continuar¨¢, mientras en Cuba persista un r¨¦gimen de partido ¨²nico, control estatal de la sociedad civil y los medios de comunicaci¨®n y represi¨®n sostenida de la oposici¨®n pac¨ªfica.
Rafael Rojas es historiador. Nacido en Cuba, vive en M¨¦xico, donde acaba de publicar Los derechos del alma (Taurus), continuaci¨®n de Las rep¨²blicas del aire.
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