El or¨¢culo de San Ildefonso
La loter¨ªa es una contribuci¨®n, melanc¨®lica pero justa, a los Presupuestos Generales del Estado
Pocas cosas son tan f¨¢ciles de comprender como que la loter¨ªa y los juegos de azar descartan la ¨¦tica del esfuerzo personal y el trabajo como fuente de riqueza. En virtud (nunca mejor dicho) de este calvinismo de manual, la loter¨ªa se presenta como un derroche de recursos (hay quien se quita de comer por jugar un d¨¦cimo), una prueba de baja autoestima y una fe supersticiosa de que el azar nos va a eximir de responsabilidades futuras. Pero la tecnolog¨ªa propagand¨ªstica de Hacienda trabaja sin descanso para cambiar una superstici¨®n rupestre (los ni?os de San Ildefonso ser¨¢n los or¨¢culos que anunciar¨¢n el fin de las estrecheces perpetradas por la crisis) por otra m¨¢s acorde con la modernidad vigente. La loter¨ªa ser¨ªa ¡°un acto social¡± (igual que regalar un reloj o un libro), un impulso enternecedor de solidaridad (v¨¦ase el anuncio de la Loter¨ªa de Navidad de este a?o, con su disneyano tabernero) y, ?por qu¨¦ no?, una contribuci¨®n, melanc¨®lica pero justa, a los Presupuestos Generales del Estado.
Hacienda calcula que este a?o recaudar¨¢ unos 188 millones de euros con ese 20% que se lleva de cada premio. Dicen que, por primera vez en varios a?os, se vender¨¢n m¨¢s d¨¦cimos, lo cual, seg¨²n agudos analistas, ser¨ªa el preludio a una recuperaci¨®n econ¨®mica total en 2015. La interpretaci¨®n parece un poco forzada; tambi¨¦n cabr¨ªa deducir que la poblaci¨®n tiene menos esperanzas objetivas en su porvenir econ¨®mico y m¨¢s esperanzas subjetivas en el juego de azar. En cualquier caso, un hecho es incontestable: el impuesto dificulta (exactamente en el 20%) el blanqueo de dinero a trav¨¦s de la compra de billetes premiados.
Las interminables (en el tiempo y en el espacio) filas que acaban en el despacho de Do?a Manolita son una enmienda a la totalidad de la raz¨®n econ¨®mica y pol¨ªtica. Los jugadores conf¨ªan m¨¢s en la providencia que en la eficacia del mercado laboral; creen m¨¢s en la suerte que en las leyes de los arbitristas, en el Plan E de Zapatero, en la reforma laboral o en el plan Juncker. Esto es as¨ª desde el 18 de diciembre de 1812. La superstici¨®n y la costumbre tienden a intercambiarse como causa y efecto despu¨¦s de tantos a?os de connivencia. Pero lo que se deja de ganar en la loter¨ªa no causa da?o real; lo que importa es la salud.
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