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Un mundo dentro de otro mundo La primera vez que Antonio P¨¦rez Rio pis¨® Gambela fue en el mes de septiembre de 2010. All¨ª, el fot¨®grafo descubri¨® un lugar que ejemplificaba algo que le importaba de una forma especial, y muy visual. Volv¨ªo dos a?os despu¨¦s para realizar la serie de retratos que ahora componen Lo inevitable , una exposici¨®n que estar¨¢ en el Centro de Arte Tom¨¢s y Valiente, CEART, de Fuenlabrada hasta el pr¨®ximo 27 de enero. Este es parte de su relato Para los anuak, el centro de la vida son los r¨ªos, es en el agua donde nacen sus mitos y es all¨ª adonde acude el esp¨ªritu de su rey despu¨¦s de morir. Los r¨ªos en los que se han creado presas como la de Elwero y canales como los que desv¨ªan el agua treinta kil¨®metros para llevarla a la plantaci¨®n de arroz de Saudi Star. Los r¨ªos de cuyas riberas son alejados lentamente. Antonio P¨¦rez Rio Cientos de comunidades est¨¢n siendo objeto de una pol¨ªtica de reasentamiento forzoso, con el objetivo oficial de agruparlas en poblados que puedan contar con los servicios b¨¢sicos de educaci¨®n, salud y agua potable. Para las ONGs, esta pol¨ªtica, aplicada sobre todo a los anuak, pretende facilitar la concesi¨®n de tierras a nuevas explotaciones agr¨ªcolas ajenas a las poblaciones locales. Si el ej¨¦rcito encuentra resistencia entre sus habitantes, destruye la aldea. La seguridad, sobre la voluntad. La violencia, sobre el derecho. Antonio P¨¦rez Rio La situaci¨®n es segura. Pero cada vez que atravesamos algunas aldeas anuak, el conductor le quita el seguro a su AK-47 y no se baja del coche sin su arma. Hubo un tiempo en que las relaciones entre los colonos procedentes de otras regiones de Etiop¨ªa -highlanders- y los anuak no eran malas. Antes de que la ca¨ªda del r¨¦gimen del Derg fuera interpretada como la ocasi¨®n para recuperar la tierra ocupada por los colonos y, en el mes de mayo de 1991, un grupo de anuak armados les atacase en Ukuna y luego rematase a los supervivientes que se refugiaban cerca del aeropuerto de Gambela. Desde entonces hasta ahora, la situaci¨®n se asemeja a la de una monta?a rusa a la que se van sumando nuevos viajeros desesperados. El 12 de marzo de 2012 un grupo armado detuvo un autob¨²s antes de llegar a Gambela y mat¨® a diecinueve de sus ocupantes. El 28 de abril se produjo un ataque al campamento de la compa?¨ªa Saudi Star. Antes y despu¨¦s de estas fechas, son incontables los hombres y mujeres que han sufrido los abusos del ej¨¦rcito. Es dif¨ªcil imaginar la paz despu¨¦s de tantos muertos. Antonio P¨¦rez Rio La expansi¨®n irrefrenable de los nuer no s¨®lo es fruto de su superioridad num¨¦rica y de la b¨²squeda de nuevas tierras para el pastoreo: tambi¨¦n es fruto de sucesivas huidas, como lo fue la de los refugiados en los a?os 80. Antes de llegar a Nginngang, sorprendemos a un grupo de furtivos que se apresura a desaparecer corriendo entre la hierba. Atr¨¢s dejan una cabeza de ant¨ªlope oculta en un arbusto. Su sangre no es la ¨²nica que riega esta parte de la tierra. Los nuer tambi¨¦n combaten con los nuer. Hay muchos clanes, muchas armas y un amor ilimitado por el ganado. Tambi¨¦n para los nuer, las vacas son el centro de su vida, el pago por sus esposas y la medida de su riqueza. Antonio P¨¦rez Rio Con la ca¨ªda del Derg en 1991 y la instauraci¨®n de un r¨¦gimen federal, algunos anuak conquistaron los primeros puestos de la administraci¨®n del nuevo estado, puestos que luego tuvieron que volver a compartir con los nuer. La reivindicaci¨®n del territorio busca algo m¨¢s que legitimidad para el cultivo o el pastoreo. La lucha por la tierra se ha transformado en una lucha por ocupar las estructuras de poder y los recursos procedentes de la administraci¨®n. Y por los recursos que proceden del pasado, como el petr¨®leo. Las bolsas de petr¨®leo y gas que existen en el subsuelo de Gambela a¨²n no han sido explotadas. El aislamiento de la regi¨®n y la volatilidad de la situaci¨®n han alejado a posibles inversores. Para algunos grupos anuak, la explotaci¨®n del petr¨®leo no debe realizarse antes de que recuperen el poder en la regi¨®n y su dignidad sea restablecida. Cualquier infraestructura se percibe como un elemento de control del poder federal. Tambi¨¦n las carreteras son sospechosas. Antonio P¨¦rez Rio Los primeros nuer llegaron a Gambela alrededor de 1840. Ganaderos y semi n¨®madas, su modo de vida choc¨® con el de los anuak, agricultores y sedentarios. Durante m¨¢s de cien a?os, los conflictos se sucedieron. En muchas ocasiones se resolv¨ªan con indemnizaciones acordadas por los l¨ªderes locales. La igualdad de fuerzas mantuvo un cierto status quo, aunque se mantuvo la tendencia a la expansi¨®n de los nuer ¨Cmayoritarios hoy en la regi¨®n¨C y a la asimilaci¨®n de los anuak. La guerra en Sud¨¢n en los a?os 80 y el nuevo estado federal en los 90 horadaron las instituciones locales y sus capacidades para resolver conflictos, pero no las sustituyeron por otras. Desde finales del siglo XX, los conflictos ¨Ccomo los partidos pol¨ªticos ¨C tienen car¨¢cter ¨¦tnico y los resuelven las armas. Antonio P¨¦rez Rio Est¨¢ atardeciendo en Tenyi y tenemos que irnos. Mis acompa?antes no quieren que la noche nos encuentre en el camino. En noviembre de 2003, varios contratistas que deb¨ªan supervisar la construcci¨®n de una nueva carretera fueron asesinados cerca de aqu¨ª. Un mes m¨¢s tarde, cinco highlanders que estudiaban posibles localizaciones para un nuevo campo de refugiados fueron asesinados por un grupo armado sin identificar. Al llegar sus cad¨¢veres mutilados a Gambela, la ciudad prendi¨® en llamas. M¨¢s de 400 anuak fueron asesinados en tres d¨ªas por grupos de highlanders. Por primera vez, el ej¨¦rcito intervino. Y lo hizo para acelerar la cacer¨ªa. Un mes despu¨¦s, un grupo armado anuak mat¨® a decenas de colonos en el ¨¢rea minera de Dimma. Las represalias se sucedieron durante todo el a?o. Y, una vez m¨¢s, volvieron a arder las chozas anuak de Pignudo. Antonio P¨¦rez Rio Seg¨²n la constituci¨®n et¨ªope, el estado es el ¨²nico propietario de la tierra y es legal la cesi¨®n de tierras a empresas privadas sin el permiso de las poblaciones locales. Los inversores acuden desde India, Arabia Saud¨ª o el interior de Etiop¨ªa al reclamo de una nueva fiebre del oro. En Gambela se huele el dinero, aunque no pueda verse cuando llega la noche. En la capital, los cortes de agua y de luz son diarios. En el resto del estado, no hay agua ni luz que pueda ser cortada. No es oro todo lo que reluce en esta tierra de frontera. Quiz¨¢s por eso, en septiembre de 2011, una inundaci¨®n destruy¨® completamente la primera cosecha de ma¨ªz de Karuturi Global Limited. Antonio P¨¦rez Rio