Kalashnikof
Los chinos no tienen dios. Por fortuna, su cultura milenaria no ha engendrado a un ser omnipotente, dominador, celoso y excluyente, que les obligue a defender un territorio propio en este planeta hasta llegar al napalm o al Kal¨¢shnikov s¨®lo por complacerle. En realidad, lo que practica la mayor¨ªa de los chinos no es ni siquiera una religi¨®n sino una moral intensa y refinada de andar por casa. El budismo zen es una forma espiritual de vivir el presente, aceptar el infortunio, dominar el dolor y convertir la muerte en una amiga que te va a devolver muy suave de la mano a la naturaleza. De momento, los chinos solo est¨¢n empe?ados en convertir este planeta en una tienda de todo a cien; no tienen una fiera divinidad que entre en competencia con el dios de los jud¨ªos, cristianos y musulmanes, que ha llenado la Tierra de fan¨¢ticos, anatemas, dogmas y amenazas, con un para¨ªso reservado para los que le adoran y un infierno preparado para los que le ofenden. Por fortuna, tampoco los negros animistas tienen dios, sino esp¨ªritus del monte, que alientan en los ¨¢rboles, en los r¨ªos, en la lluvia, en el viento; esos orisas poseen virtudes espec¨ªficas para sanar males concretos, fiebres, penas del coraz¨®n, dolor de muelas, cualquier problema econ¨®mico y para invocar sus favores los negros bailan, cantan, tocan el tambor, sacrifican un gallo, y ma?ana ser¨¢ otro d¨ªa. El abominable crimen de los fan¨¢ticos yihadistas en Par¨ªs ha puesto de manifiesto que el monote¨ªsmo, que se cre¨® en torno al Mediterr¨¢neo, sigue siendo una p¨¦rfida semilla de odio, que durante siglos impuls¨® a las guerras de religi¨®n bajo m¨²ltiples formas. En nuestra cultura, esa guerra ahora se ha establecido entre la seguridad y la libertad. Puesto que el fanatismo y el miedo todo lo emponzo?a, los cristianos acabaremos no adorando a Dios sino a la polic¨ªa.
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