La cultura como motor de desarrollo

La cultura genera siete millones de puestos de trabajo en Europa, una cifra mayor que si sum¨¢ramos todos los empleos creados por las telecomunicaciones, la industria qu¨ªmica y la automoci¨®n. Se sit¨²a as¨ª como el tercer sector con m¨¢s empleo directo de Europa. Adem¨¢s, factura anualmente 535.900 millones de euros. Lo dice un reciente estudio encargado por las sociedades de autores europeas. Estos datos (hay otros muchos estudios de conclusiones similares) reflejan que el sector cultural contribuye de manera cada vez m¨¢s importante al desarrollo econ¨®mico.

Que la cultura genere empleos y que esos trabajos posibiliten que las personas vivan dignamente es algo bueno. Que la cultura sea parte de la econom¨ªa (qu¨¦ no lo es) ayuda a su difusi¨®n y multiplicaci¨®n. Mercantilizar un bien cultural no implica que ese bien tenga por ello menos calidad o sea menos verdadero que un bien cultural no mercantilizado. Con todo, pienso que hay matices muy importantes y que la cultura dentro del ecosistema econ¨®mico debe ser tratada de un modo singular.

El discurso actual gira principalmente alrededor de la econom¨ªa como posibilitadora de que las cosas puedan ser o como causa de que no sean. En este contexto, la cultura parece que se est¨¢ viendo obligada a justificar su existencia solo en base a las reglas de la econom¨ªa. Hablamos, as¨ª, de una inversi¨®n que genera un retorno, de industrias culturales, oferta, demanda, empleos, aportaci¨®n al PIB y un largo etc¨¦tera. En los ¨²ltimos tiempos la cultura se presenta, adem¨¢s, como el origen de una creatividad que capacita a las personas para innovar, ser flexibles y adaptarse a los cambios. La creatividad parece ser el santo grial en la sociedad del emprendimiento.

Sin embargo, si la cultura solo justifica su existencia a trav¨¦s de la rentabilidad econ¨®mica buena parte de las expresiones culturales estar¨¢n condenadas a desaparecer por no ser rentables o sostenibles, por no tener demanda o no aportar saberes ¨²tiles para la b¨²squeda de un empleo. Salta a la vista que la cultura que no tiene una utilidad laboral clara est¨¢ quedando poco a poco arrinconada en la educaci¨®n. Los saberes no utilitarios son desplazados por los saberes pr¨¢cticos que nos permiten acceder a las cosas importantes como el trabajo. Los que defienden una cultura que no genere beneficios pr¨¢cticos o econ¨®micos parecen unos ingenuos alejados de la realidad. La educaci¨®n, mientras tanto, va dejando a un lado la filosof¨ªa, el lat¨ªn o el griego, la historia, la literatura o, m¨¢s dram¨¢tico a¨²n, el conocimiento de la lengua sobre la que se articula el pensamiento. El escaso dominio de la lengua es grave porque sin un buen conocimiento del lenguaje no se puede aspirar a la construcci¨®n de un pensamiento propio que nos haga un poco m¨¢s libres y nos permita hacer frente a manipulaciones de toda ¨ªndole.

La creatividad parece ser el santo grial en la sociedad del emprendimiento

Pese a todo, el aprendizaje de la lengua no parece hoy en d¨ªa una prioridad. Seg¨²n el Programa Internacional para la Evaluaci¨®n de la Competencia de los Adultos, dependiente de la OCDE, solo 30 de cada 100 espa?oles pueden afrontar con cierta solvencia textos largos no complicados y solo 5 de cada 100 tienen una comprensi¨®n lectora que les permite leer textos complejos y extensos. ?Nos interesa realmente la cultura o nos interesa la econom¨ªa que la cultura genera? Si lo que interesa es la cultura cabe preguntarse si no convendr¨ªa, en primer lugar, fomentar el conocimiento del lenguaje para no encontrarnos con unos productos culturales cada vez m¨¢s simplificados con el fin de favorecer su consumo.

El principal problema es que si aceptamos que el debate sobre la cultura discurra ¨²nicamente alrededor de lo econ¨®mico la cultura o ser¨¢ rentable o no ser¨¢. Si aceptamos justificar la necesidad de la cultura solo con cifras econ¨®micas nos quedar¨¢ una cultura reducida al producto que se consume, sin importar su calidad, y que solo existir¨¢ si genera beneficios monetarios.

La cultura es una parte de la econom¨ªa, muy bien, hay que cuidar y potenciar ese sector que genera empleo y contribuye al bienestar, pero sin olvidar que el fin econ¨®mico no deber¨ªa condicionar por completo lo que se hace o deja de hacer. La cultura que se interioriza, por suerte, es eso que no se puede comprar porque solo se puede acceder al conocimiento que se deriva de ella a trav¨¦s de un esfuerzo personal que no se puede delegar en nadie ni en nada. El conocimiento que se obtiene a trav¨¦s de la cultura es el camino para todo ser humano que, como dice el poeta Rafael Cadenas, aspire a ser completo, a conocerse y a darse a conocer. Si no tenemos eso en cuenta habremos perdido de vista algunos de sus valores esenciales, entre ellos la creaci¨®n de un pensamiento cr¨ªtico, el placer intelectual y est¨¦tico, la b¨²squeda de la belleza o esa cosa maravillosa que es hacer algo por el simple hecho de hacerlo, porque tenemos curiosidad o ganas de saber, sin que haya un fin concreto o la b¨²squeda de un beneficio tangible.

La cultura puede contribuir al crecimiento de la econom¨ªa, claro que s¨ª, de hecho lo hace, pero no puede convertirse en un instrumento econ¨®mico porque si eso sucediera dejar¨ªa de ser una herramienta al servicio del esp¨ªritu humano.

Marcos D¨ªez, escritor y poeta, es director de la Fundaci¨®n Santander Creativa.